miércoles, 31 de diciembre de 2008
LA SEÑORITA YO - Cap 3 - Manuel
Lo anónimo; el rescate de mí o la pérdida de mí, nada, sólo un encuentro. Su voz sonó en el portero eléctrico, casi silenciosa, ausente:
- ¿Quién es?
- ¿Manuel?, soy Sergio – dije.
- ¡Ah! dame un segundo ya bajo.
- Te espero.
Siento el ruido de los autos, el murmullo de las personas. Los segundos que tarda en bajar son horas, son espanto, confusión. La pequeña voz de mí hermana Mercedes hablándome, diciéndome al oído: - relájate. La voz dulce de mi madre diciéndome: - Mientras te sientas bien, y no hagas mal a nadie… No me siento ni mal, ni bien, siento no estar, siento no saber que hacer; irme, quedarme, correr, llorar; los verbos se conjugan en presente. Yo no sé si estoy. Sólo una nube de niebla rodea mis horas y deseo, profundamente, vislumbrar la luz.
- Hola loco, ¿cómo estas? – me dice una voz que anuncia su presencia.
- Hola Manuel, bien todo bien. Al fin nos conocemos. – respondo.
- ¡Qué lindo que sos! – dice mientras sonríe y me mira de arriba a abajo.
- Gracias. Vos también – doy como respuesta. Esas respuestas cómodas e idiotas.
- Pasa, dale.
Manuel es más alto que yo, debe tener mi edad. El cuerpo, visiblemente trabajado, aparece por debajo de una musculosa y unas bermudas largos y blancos que parecen alargarlo aun más.
Entramos a su departamento; todo parece estar en calma y en su lugar; como encerrado en una cáscara invisible. Mientras me invita a sentarme en el sillón, y me ofrece algo para beber, pone música. Aún no me doy cuenta quién es.
- ¡Más lindo no podes ser! ¿no? – dice mientras sonríe y se sienta cerca de mí- ¡qué ojos tenes ! -
Como lo recurrente en este mundo de idénticas sexualidades; ¡qué lindos ojos!, ¡qué buen culo!, son las dos frases más escuchadas, más idiotas y mentirosas. ¿A quién le importa la forma o color de los ojos, cuándo ni siquiera saben lo que esos ojos miran o anticipan? ¿A quién le importa un buen culo si no esta preparado para la entrega o si ese culo es poseedor de kilómetros de pijas ? Un buen culo en cualquier ambiente es sinónimo de penetración, en el gay, se potencia. Una loca se desespera por un buen culo, no importa quien lo sostenga; sea un rinoceronte o un monstruo milenario, solo importa un buen culo.
Bien, yo sabía que era dueño de un buen culo, de un excelente culo. Yo sabía que tenía una buena altura, una mejor cara y un buen cuerpo. Yo lo sabia, solo que nunca sostuve eso como estandarte. Nunca use eso para decir aquí estoy.
Con los hombres siempre me paso, y a veces hoy me pasa, dos cosas, me rectifico; a los hombres siempre les pasaron dos cosas conmigo. Si sólo me miraban e intercambiábamos dos palabras querían acostarse conmigo. Si me miraban y también buscaban el dialogo tranquilo, divertido e inteligente, además de acostarse querían volver a verme, querían ser mis novios, mis parejas. Querían casarse, vivir juntos, presentarme a sus familias, tener hijos, viajar por el mundo, escribir un libro y plantar un árbol. Me agotaba. Me agotaban.
Recuerdo a un fotógrafo con el cual no tuve ni siquiera sexo. Luego de la primera sesión fotográfica me dijo que yo me comía la cámara, que había traspasado la lente, que había llegado a su alma. Yo sin entender la dialéctica de su arte, pensé que, efectivamente, la marihuana era un excelente estimulante.
A la semana, el fotógrafo, me envía un pasaje a Roma para que lo acompañe a una exposición en ese país. El pasaje estaba acompañado por un teléfono, sí; un aparato telefónico con la leyenda: LLAMAME. Creo que esa era su insoportable levedad de ser.
Casi ni nos conocíamos y se imaginaba viajando a Roma conmigo, (en realidad si el destino hubiera sido París, posiblemente aceptaba. París es un lugar en el que me gustaría morir). Por supuesto que no acepte, creo que todo tiene su precio pero algunos no estamos en venta. El viaje era en un mes. Durante veintinueve días recibí en forma permanente docenas de rosas. El portero de Agüero y Paraguay se hartaba de subírmelas. Yo las recibía violeta de la vergüenza. Mi cuarto era una cámara funeraria con un muerto permanente; las rosas colgaban hasta en el techo y los chicos con los que compartía el enorme departamento se descomponían de la risa todos los días.
Cuando nos encontramos en un café para hablar y decirle que no me mande más flores, que definitivamente no viajaría con él a Roma, que yo no quería tener nada con él, sólo escuche quince minutos de palabrerío barato y algún sutil insulto, si el insulto puede ser sutil, claro. Me pregunto: ¿por qué los gays no aceptan un no como respuesta? ¿Nos sentimos acaso el centro del mundo? Si.
- ¿Queres que tomemos algo acá o vamos a Plaza Serrano? – me dice Manuel – esbozando un sonrisa.
- Vamos a la Plaza – le respondo tratando de salir del departamento.
Si, quiero salir, caminar un poco con él, distenderme en la mesa de un bar, relajarme.
Salimos a la calle, hace calor, mucho. Yo también llevo musculosa y unos pantalones muy amplios y frescos, pero parece que nada ayuda. Caminamos por Charcas hasta Scalabrini Ortiz y nos metemos por esas callecitas de un Palermo transformado en snobismo. Adolescentes caminando sin ganas, ancianas pidiéndole permiso a una pierna para mover la otra, modelitos de segunda que caminan llevándose el mundo por delante, sin entender que el mundo ya se las llevo puestas. Un zoológico, un circo, un metáfora de un hoy que no recuerda un ayer.
Elegimos un bar tranquilo que da justo a la plaza, nos sentamos en una mesa que esta sola en el balcón. Comienza a atardecer y parece bendecirnos una suave brisa que hacia tiempo no sentía.
Nuestras vidas empiezan a salir de nosotros, nos contamos todo. Nos reímos mucho de anécdotas suyas y cuentos míos. Nos miramos mucho y creo que en algún momento nos deseamos mucho.
Miro el reloj y ya hacia cinco horas que estábamos ahí. Era muy tarde. Decidimos irnos. Volvemos caminando haciendo casi el mismo recorrido. Lo acompaño hasta su casa. Todo el camino riendo y charlando. Por momentos me abraza y me dejo abrazar, me toma de los hombros y me siento flotar. ¿Sólo un poco de atención puede mover un sentimiento? ¿Tan regalado soy? En el camino suena su celular; es su pareja preguntándole dónde esta.
Antes de vernos, esa primera vez, sabíamos que cada uno tenía pareja. El no convivía, yo sí. Supuestamente él no lo amaba, yo estaba dejando de amar. Al menos había una verdad de nuestra parte.
Llegamos a la puerta del edificio y me pregunta si quiero subir a tomar algo. Agradeciéndole respondo que no, que otro día. Busca mi boca para el beso y se encuentra con mi mejilla (hasta aquí yo no había roto mis estructuras emocionales).
Paro un taxi. Nos despedimos.
- Llámame mañana por favor – me dice Manuel.
- Si claro, mañana te llamo y nos vemos.
Vuelvo a mi realidad. Mentira, pienso en Manuel, me gustó, me sedujo todo el tiempo, es como una pantera encerrada en un diamante; dispuesto para salir a atacar pero a no dejar la belleza.
Suena mi celular, es un mensaje de texto de Manuel: me gustaste mucho, quiero verte de nuevo. Mañana llámame y hacemos algo.
No le respondo. No quiero hacer nada, entraría en un juego peligroso y arriesgado.
La oscuridad del departamento que comparto con Gonzalo me gusta, todo esta en silencio y en calma. Mientras lleno la bañera busco un libro en la biblioteca. Otro mensaje de Manuel: ¿recibiste mi mensaje?, ¿qué te parece si mañana vamos a navegar?
Me desnudo, tiro la ropa en el piso del cuarto y voy al baño.
El agua me relaja, sumerjo todo mi cuerpo en la bañera. Vuelvo a la superficie, respiro pausadamente. Cierro los ojos. Oscuridad.
Termino con mi acuática inmersión, me seco y voy al cuarto. La cama es grande, se ve más grande aún por la ausencia de Gonzalo que estará hablando idioteces con sus amigos holandeses. Me acuesto, estoy muy cansado.
Antes que el sueño gane la batalla, tomo el celular y le respondo a Manuel: ¿a que hora te paso a buscar?
Marea: y la fuerza de la innovación
Los vaivenes que la Luna y el Sol ejercen gravitacionalmente sobre el nivel mar son los hechos que producen las Mareas. Variaciones de alta, de baja, de catástrofes, de reposos. Posiblemente esa sea la definición exacta para describir el proyecto periodístico-editor de MAREA EDITORIAL; proyecto que fluctúa entre la investigación histórica, política y de cultura general, sin dejar de lado estupendas novelas de reconocidos escritores argentinos.
En sus cinco años en el mercado, MAREA EDITORIAL, ha encontrado un reconocido y merecido lugar en un público que sigue mes a mes cada exitoso lanzamiento de sus libros.
Con cuatro colecciones bien definidas; Vox Populi, Náufragos Pasado imperfecto y una impecable colección de bolsillo, MAREA aborda géneros como la investigación periodística, el relato histórico, el ensayo y la narrativa.
La impecable edición cada libro, al cuidado de Constanza Brunet; Directora Editorial, se convierte en una herramienta necesaria para entender, desde otra visión, la realidad argentina en palabras de los mejores periodistas, escritores y profesionales de distintos ámbitos culturales.
Hernán Brienza, Osvaldo Bazán, Miguel Wiñazki, Diana Wang, Daniel Balmaceda, Rudy, Mario Markic, Mariano Thieberger, Pablo Abiad, Gonzalo Sánchez, Leandro Pinkler, Carlos “Calica” Ferrer, Malele Penchansky, Leandro Zanoni, Gustavo Sierra, Sergio Kiernan, Esteban Peicovich, Andrew Graham-Yooll, Liliana Caruso, Florencia Etcheves, Mauro Szeta y Patricia Suárez, son sólo algunos de los guerreros de la palabra que integran las filas de MAREA.
Con Marea alta o baja, esta editorial genera, gracias al virtuosismo de sus autores, directores y departamento de prensa, grandes tempestades con sus lanzamiento, que desde hace tiempo logran repensar nuestra historia, nuestra gente, nuestra actualidad y nuestro SER argentino.
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Directora Editorial: Constanza Brunet
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Prensa: Cecilia Fernández Moores
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