El punto de partida para una gestión cultural eficaz radica en que debe existir, por parte de los niveles superiores de decisión, una voluntad política de llevarla a la práctica. Esto implica la incorporación real del componente cultural a la panificación global de gobierno o de la organización y la adopción de recursos para asegurar la eficacia.
Entender a la cultura como una estrategia para el desarrollo y nombrar a los funcionarios responsables que deban gestionar con éxito, es competencia de las áreas superiores de la organización; gobernadores, intendentes, ministros, directores generales, etc.
Haciendo la salvedad de personas dignas para estos trabajos, diremos que las comisiones de cultura podrán ser meritorias pero no son ejecutivas y por lo tanto no son eficaces.
El nivel de instrucción o creatividad no garantiza la gestión, porque no asegura que sean buenos animadores y administradores culturales.
Si no tiene una clara concepción de la problemática cultural corre el riesgo de transformarse en lo que el antropólogo Edgar Morin ha dado en llamar “papagayo cultural” ; una persona que repite conocimientos pero que no es capaz de llevarlos ala practica con éxito. Todo esto quiere decir que no debamos tener al frente de la gestión a docentes, artistas administradores, eruditos, porque seria contradictorio con la esencia misma de la cultura. Quiere decir que debemos sopesar muy bien todas las aptitudes del candidato antes de proceder a la designación. Es necesario que confluyan una cultura general, capacidad para administrar y animar, aptitud creativa, capacidad de trabajo, humildad y sentido de la realidad.
Si bien no hay una regla fija para su elección, los agentes culturales se suelen escapara de la óptica de quienes tienen la facultad de elegir, ciertas personas que reúnen un cúmulo de condiciones que los hace ideales para la tarea. Son esos individuos que posee toda sociedad y que, precisamente por su personalidad, suelen pasar injustamente desapercibidos.
Son los que nosotros llamamos “obreros de la cultura”. Se caracterizan por ser útiles e incansables trabajadores, poseen capacidad y cultura general, son animadores y docentes innatos, creativos y prácticos. Tienen aptitudes para la organización y la administración, tienen amplitud de criterio y se dedican con amor a su tarea. Fundamentalmente poseen sentido de servicio y son capaces de renunciación. Su característica principal es la humildad personal y el desinterés; en el momento de los aplausos y de los reconocimientos generalmente prefieren permanecer en el anonimato.
Toda organización exitosa posee un “obrero” de estos en su interior.
Entender a la cultura como una estrategia para el desarrollo y nombrar a los funcionarios responsables que deban gestionar con éxito, es competencia de las áreas superiores de la organización; gobernadores, intendentes, ministros, directores generales, etc.
Haciendo la salvedad de personas dignas para estos trabajos, diremos que las comisiones de cultura podrán ser meritorias pero no son ejecutivas y por lo tanto no son eficaces.
El nivel de instrucción o creatividad no garantiza la gestión, porque no asegura que sean buenos animadores y administradores culturales.
Si no tiene una clara concepción de la problemática cultural corre el riesgo de transformarse en lo que el antropólogo Edgar Morin ha dado en llamar “papagayo cultural” ; una persona que repite conocimientos pero que no es capaz de llevarlos ala practica con éxito. Todo esto quiere decir que no debamos tener al frente de la gestión a docentes, artistas administradores, eruditos, porque seria contradictorio con la esencia misma de la cultura. Quiere decir que debemos sopesar muy bien todas las aptitudes del candidato antes de proceder a la designación. Es necesario que confluyan una cultura general, capacidad para administrar y animar, aptitud creativa, capacidad de trabajo, humildad y sentido de la realidad.
Si bien no hay una regla fija para su elección, los agentes culturales se suelen escapara de la óptica de quienes tienen la facultad de elegir, ciertas personas que reúnen un cúmulo de condiciones que los hace ideales para la tarea. Son esos individuos que posee toda sociedad y que, precisamente por su personalidad, suelen pasar injustamente desapercibidos.
Son los que nosotros llamamos “obreros de la cultura”. Se caracterizan por ser útiles e incansables trabajadores, poseen capacidad y cultura general, son animadores y docentes innatos, creativos y prácticos. Tienen aptitudes para la organización y la administración, tienen amplitud de criterio y se dedican con amor a su tarea. Fundamentalmente poseen sentido de servicio y son capaces de renunciación. Su característica principal es la humildad personal y el desinterés; en el momento de los aplausos y de los reconocimientos generalmente prefieren permanecer en el anonimato.
Toda organización exitosa posee un “obrero” de estos en su interior.
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