sábado, 21 de noviembre de 2009

POLÍTICA CULTURAL

Es un conjunto de principios y de procedimientos puestos en práctica por la gestión, tendientes a obtener el desarrollo cultural.
De ella surge la orientación, el objetivo general y el campo de acción. Una política cultural cuyo objetivo sene qua non es el desarrollo tendrá una orientación o enfoque antropológico. Por lo tanto el campo de acción no estará sectorizado solamente hacia determinadas actividades (bellas artes, producción artística, recuperación patrimonial, etc.), sino que contemplara solidariamente a la totalidad del cuerpo social y a sus problemas, como asimismo presupondrá su participación directa.
El mayor riesgo al que nos enfrentamos cuando vamos a diseñar la política cultural esta constituido por el peligro de que no se inserte en la realidad social global, ya sea por desconocimiento de los valores inscriptos en el cuerpo social, ya sea por conductas autoritarias, partidarias, personales, como asimismo por la concepción que tengamos de los fines y objetivos de la gestión cultural.
También puede ocurrir que carezcamos de una autoridad real, natural y efectiva, o bien que planifiquemos sin tener en cuenta, los medios, los recursos humanos, financieros, técnicos, legales, disciplinas auxiliares, etc.

La política cultural es un sistema de fines, objetivos y medios con posibilidades reales de aplicación, sustentado en una autoridad no autoritaria, es decir en una lógica democrática, en una comportamiento democrático.
Debemos ser realistas; desarrollar lo que se llama “realismo de la acción” es comprensible que cuando alguien asume la responsabilidad de la gestión cultural no resiste a la tentación de querer “cambiar el mundo”, cambiar de raíz a la sociedad.
Es entendible, pero lo que no debe suceder es que ese romántico idealismo haga que no cambiemos nada y, lo que es peor, que a veces destruyamos lo poco que hay hecho.
Es necesario para esto, que el agente cultural desarrolle su capacidad de realismo, de distinguir entre lo deseable y lo posible, entre lo accesorio y lo útil, entre el ornato y lo esencial; en fin que desarrolle la autocrítica y la capacidad de evaluación.
La política cultural debe insertarse en un consenso general. Este se da cuando aquella contenida en esa especie de contrato social que es el espíritu de una comunidad, con valores fundacionales permanentes, compartidos e identificatorios. Pero a su vez, este contrato se recrea día a día, se reformula y se proyecta al futuro, en la búsqueda de una mejor calidad de vida.
Esto es fundamental en un mundo de miedos e inseguridades, de desequilibrios de la más diversa índole, desde los naturales hasta los existenciales; un mundo en crisis permanente, un mundo de anomias.
Frente a ello es indispensable garantizar el acceso participativo al proyecto cultural; un proyecto que se ira reformulando dinámicamente día a día. Para que esto ocurra deben establecerse ámbitos de comunicación efectiva, de reflexión, de expresión y de acción.
En nuestro caso la política cultural tiene un alcance local, con un nivel de integración regional y quizás alguna interrelación de pertenencia provincial y nacional. Para su elaboración ponemos especial énfasis, casi con exclusividad, en el municipio.
No decimos esto porque pretendemos el egocentrismo cultural o crear un islote, que seria la forma de negar a la cultura, sino porque en el municipio se da la micro estructura de la organización universal; porque la democracia nace en el municipio y se fortalece en el, porque la eficacia de la democracia debe darse en el. Por sobre todo el municipio otorga la posibilidad de lo inmediato que se sustenta en el principio de la cercanía territorial.
Así, es imposible poner en práctica una política cultural con ciertas posibilidades de éxito si esta no es incorporada de lleno a la política cultural del gobierno. Tendrá que tener iguales jerarquías, responsabilidades e ingerencias que cualquier otra área municipal.
Mientras los niveles jerárquicos de gobierno consideren el área cultural como algo subsidiario, como un ornato o como una forma de tedio ilustrado, no podrá haber desarrollo cultural.
La planificación de base de un organismo cultural deberá fundamentarse y apoyarse en una política cultural que es la que establecerá los objetivos deseados. Luego en base a esa planificación, se desarrollara la acción cultural.

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