Cuatro elementos se conjugan como condiciones para que la planificación se de en forma creativa en toda su intensidad.
1) Posesión de la capacidad creativa: ordenar racionalmente los elementos que componen el proceso de la planificación con criterio imaginativo, pero fundamentalmente adoptando una conducta personal y grupal que permita que ello sea trascendentalmente posible. No se trata de crear cosas nuevas solamente sino de adoptar actitudes de convivencia grupal, iniciativas que permitan transformar la fría mecanicidad del proceso administrativo en un acto creador vitalizante. La actitud creativa se traduce en enriquecimiento y eclosión fecunda de la gestión cultural.
2) Conocimiento de la realidad: no podemos ser líricamente creativos sino racionalmente transformadores. Para ello debemos partir de bases firmes; es decir, del conocimiento de la realidad y del medio donde aplicaremos nuestra creatividad. Es importante poseer un diagnostico que nos determine la real situación socio-cultural de la población, sus problemas y necesidades. Pero también es necesario el conocimiento acabado de la realidad que presenta nuestra propia organización, sus hombres, objetivos, medios y procedimientos, ya que a través de ella se desarrollara el proceso transformador que nos conducirá a un producto final preestablecido.
3) Conocimiento de nosotros mismos: saber hasta donde somos capaces de adoptar conductas decididamente creativas, cual es nuestra sensibilidad frente a las exigencias de la gestión, cual es nuestro grado de flexibilidad frente a las ideas de los demás, cual es nuestra postura frente a los problemas que se nos presenten y como será nuestra conducta sobre el manejo de los medios y objetivos con los que contaremos. En fin; deberemos poseer un acabado dominio de la situación frente a la complejidad de todo el sistema.
4) Capacidad técnica para planificar: conocer con claridad la metodología para elaborar adecuadamente todos los programas, proyectos y actividades que componen el plan general.
1) Posesión de la capacidad creativa: ordenar racionalmente los elementos que componen el proceso de la planificación con criterio imaginativo, pero fundamentalmente adoptando una conducta personal y grupal que permita que ello sea trascendentalmente posible. No se trata de crear cosas nuevas solamente sino de adoptar actitudes de convivencia grupal, iniciativas que permitan transformar la fría mecanicidad del proceso administrativo en un acto creador vitalizante. La actitud creativa se traduce en enriquecimiento y eclosión fecunda de la gestión cultural.
2) Conocimiento de la realidad: no podemos ser líricamente creativos sino racionalmente transformadores. Para ello debemos partir de bases firmes; es decir, del conocimiento de la realidad y del medio donde aplicaremos nuestra creatividad. Es importante poseer un diagnostico que nos determine la real situación socio-cultural de la población, sus problemas y necesidades. Pero también es necesario el conocimiento acabado de la realidad que presenta nuestra propia organización, sus hombres, objetivos, medios y procedimientos, ya que a través de ella se desarrollara el proceso transformador que nos conducirá a un producto final preestablecido.
3) Conocimiento de nosotros mismos: saber hasta donde somos capaces de adoptar conductas decididamente creativas, cual es nuestra sensibilidad frente a las exigencias de la gestión, cual es nuestro grado de flexibilidad frente a las ideas de los demás, cual es nuestra postura frente a los problemas que se nos presenten y como será nuestra conducta sobre el manejo de los medios y objetivos con los que contaremos. En fin; deberemos poseer un acabado dominio de la situación frente a la complejidad de todo el sistema.
4) Capacidad técnica para planificar: conocer con claridad la metodología para elaborar adecuadamente todos los programas, proyectos y actividades que componen el plan general.
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