lunes, 26 de enero de 2009

LA SEÑORITA YO - Cap 14 - Búsqueda


La duda, siempre existió la duda. No esta mal dudar; no sé si el amor, hasta antes de Manuel, alguna vez fue parte mía. No sé si ame o si amé sólo una vez. No sé si se ama una vez, y lo demás es un sencillo y pasatista accesorio de lo que fue el amor, su reemplazo o su desmesura, su querer no querer sentirse en soledad; un fetiche, un artilugio. Buena es la frase: nada tiene que ver el amor con el sentirse amado.
Me confieso: me he inventado a mí mismo, me he realizado en otros y ahora me busco. Sentí nostalgia en esa búsqueda de mí, y en las comuniones que creí encontrar, sentí todas las carencias y soledades posibles.
Trate de vivir ese amor, el de Manuel, como una especie de liberación, como una búsqueda del sentirme vivo con o sin sentido.
Esta búsqueda siempre la vivía como desamparo; una extraña separación y ruptura con todo lo que me rodeaba y me convertía en silencio, sobre todo cuando crecía en mí la primitiva sensación; la certeza de saberme solo.
Sí había un lazo que me unía a esta vida fue roto cuando comprendí que no quería llevar a cuestas mi pasado.
A pesar de Manuel y de todos aquellos que pasaron por mi vida, mejor dicho por mi cuerpo, saberme solo significo tener conciencia de mí y por otro lado un irrefrenable deseo de querer salirme de mí. Fluctué entre todas las posibilidades que se fueron dando y sobreviví sin la menor intención de hacerlo.
Digo sobreviví, porque nunca asocie la soledad a la pena sino al vacío y este debía ser llenado con trozos y destrozos, restos y fracasos. A medida que lo completaba volvía a vaciarse y así era mi búsqueda y sus consecuencias.
Tampoco me sentía yo frente al espejo, nunca fui yo; ni siquiera el niño, o aquel adolescente que, sin sueños, deseaba un escape.
Aquí comprendí el magnifico poder de redención de la soledad: era su condena, algo así como un castigo, pero al final del camino, la promesa de construirme nuevamente. En esa promesa, que fue tiempo; nací y morí. Simplemente nací y morí solo; mi nacimiento y mi muerte fueron experiencias de soledad.
Todo lo aprendido fue saber que la vida era un sendero, un puente hacia la muerte y ese puente quise cruzar. Nunca me enseñaron a vivir, como tampoco a amar, pero siento que fui un buen alumno de la muerte.¿No la busque acaso detrás de cada encuentro?
Busque saber si morir seria volver a una vida que precedió a esta, o tal vez si la muerte era la vida verdadera. ¿Nacer es morir o morir es nacer? ¿No es acaso lo mismo, no da lo mismo?
Todo lo creado en algún momento es o será destruido, arrasado, desmembrado y todo, absolutamente todo, por el amor; ese estado que creemos roza la perfección y nos introduce en el origen nuestro que no es más que el caos. El amor es lo que hace todo inaccesible, lo que a todo se opone; leyes, creencias, morales y hasta aquellas personas involucradas en su proceso.
Yo ame y en el siempre nocivo intento, aparté y excluí todas mis costumbres, toque la imagen de aquel que nunca fui; la toque como carne que se niega a si misma, la bebí como sangre de dioses y adioses. Fui un preciado objeto de deseo, un cerdo que se ahoga en el fango y hasta una visión dócil y despiadada que sólo se limito a contemplar lo efímero de las cosas y los instantes.
¿Por qué nunca pude ser dueño de mí frente a la imagen de los otros? ¿Por qué perderme en los suburbios de la piel, en las formas inventadas y mentirosas de lo creído cierto?
Es simple; el error es creer que el amor es divino, que todo lo transforma. Y no; lo divino es un invento del hombre para darse sentido. El amor también. Como toda cosa creada sin dioses tiende a ser parte de los desechos integrantes de los hombres. El amor no es nunca algo natural, es la imposición que nos ponemos para no reconocernos seres solos. Es el obstáculo, el paso previo a la verdadera naturaleza del hombre: su soledad.

LA SEÑORITA YO - Cap 13 - Siempre alguien es lo que dice ser


Estoy trabajando y, mientras lo hago escribo, el impulso me lleva a la maquina y de allí a las palabras. Tengo la sensación de que escribo vacío sobre vacío, otra vez material de ruinas: la nada, mierda. Siempre tengo esa sensación. Las palabras salen y a veces, muchas, no encuentran su lugar en la frase, en la oración o en el texto. No importa, en algún momento se sabrán halladas. Sigo escribiendo sobre esa esquina, claro que hoy hay sol, claro que esa gente, de aquella esquina ya no están físicamente, pero no puedo olvidarme de lo visto y trato de volver a ellos con mí imaginación.
Preparo algo de tomar, voy hasta el dispenser de agua de la editorial y me preparo un café. Hace un par de anos que trabajo como lector y corrector en una editorial, eso me facilita el contacto con el ambiente literario pero por sobre todo con la lectura.
Manuel viajo a Misiones por su trabajo. Hace dos días que escribo sin parar y eso me llena de felicidad y dudas; escribir sin que me cueste hacerlo me hace dudar de lo escrito. Parece que mi vida es una duda. Decido descansar un rato para no perderme en el texto. Ayer, en lo de Hernán, me reí bastante, con ganas, como hacia mucho tiempo no reía. Hernán es divertido y buena persona, despreocupado de todo, se toma la vida como un transito necesario pero no indispensable; vive el día o su propio Carpe Diem. Reí mucho cuando me contó que llama a una línea de encuentros; ni idea qué es, le dije yo. Con detalles me contó que en una línea gay circulan las voces de hombres que buscan hombres, en su mayoría para sexo.
Decido llamar como una forma de distracción, para olvidarme o alejarme un poco de lo escrito, del trabajo, en definitiva, de mi rutinaria cotidianidad.
Marco el misterioso, para mí, número de encuentros, una voz presenta todo y anuncia:

Hola te comunicaste con tu línea de encuentros, en ella encontrarás gente con tu misma onda. Te recordamos que esta línea es para adultos. Si sos mayor de 18 anos marca el 1(¿y si tengo trece y marco igual el uno, adivinarán mi mentira?). Después de la señal tenes 60 segundos para dejar tu presentación. (¿Qué tendré qué decir? Me considero creativo: Hola soy Sergio), tú presentación es: - hola soy Sergio - Si ya conoces la línea y queres usar el método avanzado apretá el nueve. Entraste al salón, a continuación podes hacer tus contactos.



De ahí en más, una la catarata de poesía gay, heterosexuales que quieren probar las virtudes con gente de su mismo sexo, masoquistas, onanistas y demás integrantes de la fauna humana (perdón a los animales), comienza a desarrollarse naturalmente.

- Por Caballito con lugar.
- Hola soy José con ganas de pasarla bien.
- Petiso busca activo con buen pedazo.
- Hola soy Mariano, de Berazategui, 28 años, muy caliente, con ganas de conocer gente muy copada, nada serio.
- Macho pasivo busca activo que me haga la cola.
- Buen día, estoy muy caliente, con ganas de hacer algo telefónico.
- Casado activo-pasivo. Tengo puesta la tanga de mi mujer, busco paja.
- Busco paja con activo bien hijo de puta antes de ir a laburar.
- ¡Holaaaaa, buenos días!, si queres gozar mucho llámame y te hago un muy buen pete. Zona de Once.
- Muy calentito, al palo, me va cualquier cosa.
- Hola quiero hablar con un camionero para que me de pija.
- Macho caliente busca otro igual para garchar.
- Quiero un macho que se haya levantado con la pija dura. Si es personal de seguridad, camionero, colectivero o de alguna fuerza armada, bienvenido.
- Pendejo 22 anos taxi boys, 100 % activo.
- Busco macho activo.
- Hay alguien que este interesado en tener algo en la boca, que me llame ya.
- Pasivo en Recoleta.
- Activo 45 morboso degenerado. Busco pasivo para coger y hacerlo sentir mi hijo.
- Mecánico activo de trampa con buena dotación, más grande que el promedio, 20 x 5. 1.82 80 kilos 42 años, tipo turco, para encuentro con pasivo.
- Pendejo con apuros económicos, 21 x 5 reales. Por treinta pesos te hago la cola.
- Por Palermo con juguetes, ¿me los metes todos?.
- Tripa de 24 x 5 esperando travestí golosa o pasivo bien nenita.

Me dan mucha risa todos esas palabras inalámbricas, combinadas con sexo…, risas y asombros divertidos; ¿cómo pueden dejar esos mensajes? ¡Es un gags tras otro!. No paro de reír, no me sale contener la risa. Me imagino al de Palermo rodeado de soldaditos de plomo, autitos de colección, algún que otro Kent, metiéndose todo el culo cual Mundo del Juguete interior. O al mecánico, cubierto de aceite que te sienta en un radiador, saca la pija y te dice - ¿que ashes como anda, chúpamela toda!. Y las preguntas siguen: ¿qué es un activo bien hijo de puta? ¿Qué tiene que ver la madre del pobre rompedor de ortos?. ¿Tripa de 24 x 5?; pobre de aquella mariquita que la pruebe. El apurado económicamente, ¿con treinta pesos soluciona todo?; me dan ganas de mandarle un mensaje diciéndole que se los doy yo, sin compromiso alguno. ¿Y si la mujer del que le usa la tanga siente el olor a huevos de él?; ¿qué necesidad de usarle la ropita interior a tu jermu con lo baratas que salen las bombachas ?
Otros mensajes alentadores.

- ¿Queres qué te cuente como me cogí a mi hermana?. (¿ A quién le puede calentar eso en una línea gay? Ya tenes que ser muy perverso)
- De paso por Buenos Aires, busco experiencias nuevas. (lindas sorpresas te vas a llevar en Buenos Aires, con tanto balandra suelto)
- Pasivo muy afeminado quiere tomar leche. (¡Nena!, comprate una caja de leche, qué aún es barata y no corres riesgo de contagiarte nada)
- Milico de trampa busca activo que le rompa bien el culo. ¿Pagando culpas?
- Busco pareja homo para ser su esclavo. Quiero que me hagan limpiarles la casa, fregar los pisos, lavar la ropa y como castigo me cojan los dos a la vez. (Un psicólogo a la derecha)

De repente, suena un siempre en el auricular de mi teléfono anunciando: tenes un mensaje de: - Juan Ignacio, estoy en el centro, busco conocer a alguien para algo interesante. Si queres aceptarlo marca el uno, si queres saltearlos marca tres, si no queres escuchar más a estar persona marca el cinco. Marco el uno.

- Hola Sergio, ¿cómo estas?, soy Juan Ignacio de Capital, tengo treinta y nueve años, mido un metro ochenta y cinco, peso 82 kilos, ojos marrones, castaño claro. Si te va, seguimos.

Si queres mandar un mensaje apreta el uno. Marco el uno. Tenes treinta segundos para mandar tu mensaje.

- Hola Ignacio supongo que tengo que presentarme (siempre tan idiota yo) eh… bueno soy Sergio, tengo 32 años, mido un metro ochenta, peso 75 kilos, tengo ojos claros, castaño claro y también estoy en capital.


Mensaje enviado.

Tenes un mensaje de: - Juan Ignacio por capital busco conocer a alguien para algo interesante. Si queres aceptarlo marca el uno, si queres saltearlos marca tres, si no queres escuchar mas a estar persona marca el cinco. Marco nuevamente el uno.

- Me gusto tu descripción ¿por dónde estas?. El centro de Buenos Aires es grande yo estoy por Cerrito y Viamonte, vos?

Si queres mandar un mensaje apreta el uno. Uno. Tenes treinta segundos para mandar tu mensaje.

- Tenes razón el centro es grande,… eh, ¡ah!, a mí también me gusto tu descripción. ¿Estás por Cerrito y Viamonte?, ¡qué casualidad, yo en Viamonte y Florida, muy cerca.

Se repite mensaje tras mensaje:

- Macho pasivo busca activo que me haga la cola.
- Buen día, muy caliente con ganas de hacer algo telefónico.
- Casado activo-pasivo. Tengo puesta la tanga de mi mujer, busco paja.
- Busco paja con activo bien hijo de puta antes de ir a laburar.
- Hola buenos días, si queres gozar mucho llámame y te hago un muy buen pete. Zona de Once.
- Muy calentito, al palo, me va cualquier cosa.
- Hola quiero hablar con un camionero para que me de pija.
- Macho caliente busca otro igual para garchar.


Tenes un mensaje de: - Juan Ignacio por capital busco conocer a alguien para algo interesante. Si queres aceptarlo marca el uno, si queres saltearlos marca tres, si no queres escuchar mas a estar persona marca el cinco.

- ¿Te parece que nos veamos? No conocemos y si hay onda hacemos algo.

Le respondo:


- Me parece bien, dale. Te doy mi celu, me llamas y arreglamos.

Me pongo nervioso; nunca conocí a nadie de esta forma. Es la primera vez que entro a la línea. Cuelgo. Inmediatamente suena mi celular.

- Hola ¿Sergio?
- Si.
- ¿Cómo estas? Recién hablamos por la línea, soy Juan Ignacio.
- Hola Juan, ¿todo bien?
- Si, tenes ganas de que nos encontremos me dijiste que estas cerca. Nos vemos y bueno, nada vemos si tenemos onda.
- Dale, te parece en quince minutos en la esquina de Cerrito y Viamonte?
- Si. Yo estoy de traje azul y ya te conté mi descripción. ¿Vos?
- Yo de jeans azules, y saco de corderoy marrón.
- Te espero entonces.
- Ok, ya voy.

No encontramos en la esquina. Hace frío, parece que siempre hace frío, o quizás esa sea mi sensación. Es atractivo, grandote, tal cual se describió. El traje azul lo magnifica. Tienen unos bellos ojos claros, como dos transparencias, dos entradas a su alma. Me saluda con un beso y me invita a tomar un café.
Me cuenta algunas cosas de su vida; hace tres meses se separo de una relación de cinco años, vive solo, trabaja en turismo, su familia es del interior, etc, etc.
Cuando me invito a tomar un café pensé que sería una pérdida de tiempo ir; lo único que quería yo era sexo con ese hombre, como con todos. Cuando me di cuenta que hacia dos horas que estábamos conversando en el bar, mi visión sobre los encuentros ocasionales cambio y el miedo volvió a paralizarme.
También le conté de mi vida y le dije que estaba en pareja, como les decía a todos. – Me lo imaginaba, alguien tan lindo e interesante como vos no podía estar solo – respondió Juan Ignacio. ¿Por qué no podría estar solo? –pensé- ¿qué uno sea lindo, es sinónimo de que tiene que estar en pareja?¿Qué es lo interesante? No todos saben como soy realmente, no todos tienen que saberlo; no todas las personas son importantes para mí, como para que desnude mi interior a todos. A mi no me interesó nunca que sepan todo de mí; la información es una arma de poder, que con el tiempo se torna peligrosa. El silencio más que nunca, en un ambiente como el gay, es salud.
Seguimos hablando; yo tenía una especie de encantamiento, lo miraba distinto a todos, un frío vegetal y seco me corría por el cuerpo. Mi celular se llenaba de mensajes de Manuel preguntándome a que hora llegaría al departamento. Estaba demasiado interesado en escuchar a Juan Ignacio como para responder las inseguridades de Manuel. Juan Ignacio por momentos me hacia recordar a mi primer amor, la transparencia de su voz, la dulzura de las palabras, me volvía a aquella noche en la parada del colectivo 132.
La noche había vencido al día. – Bueno, ¿vamos? – me dice levantándose de la mesa.

– Vamos – le respondo.



Salimos del bar, como entramos, hablando.

- Sabes Sergio, se me hizo un poco tarde y tengo una cena con amigos. – me dice y me desorienta, siento una leve congoja, no quiero que termine esta noche, este conocimiento -
- Eh… bueno, todo bien. – le respondo.
- Bueno, mejor, tengo tu celular, ¿te puedo llamar sin problemas?
- Si claro, llámame cuando quieras y nos encontramos a charlar.
- Quedamos así entonces. Chau
- Chau.

Me dio un beso y se fue. Me quede unos segundos viéndolo. Me quede inmóvil, durante unos segundos pensé si ahí se iba una posibilidad de sentirme amado de verdad. Al decirle la verdad sobre mi situación, supongo, no le habrán dados ganas de hacer nada conmigo. Era muy notorio que buscaba algo serio, más allá de no nos habíamos conocido en una linea de encuentros donde nada es serio. No tuvimos sexo, sólo hablamos, y ahí radico el sentido de mi desesperanza.
Me quede pensando una única certeza: nunca me llamaría.
Subo al colectivo, necesito no pensar; la gente en estos vehículos suele ser lo suficientemente llamativa como para imaginarme sus vidas grises y monótonas. Voy llegando al departamento, ahí estará Manuel, esperándome. Suena mi celular.

- Sergio, soy Juan Ignacio.
- Hola Juan, decime...
- Bueno, eh… quería decirte que no me pareciste un tipo para ir a coger de una. No se que decirte. Me gustaste, me gustaste todo. Quería saber si nos podemos ver otro día o por ahí si podes el fin de semana, más relajados, más tranquilos. Perdóname pero no sé qué me paso. La verdad me sentí muy cómodo con vos. – me dijo con voz tímida y temblorosa.
- Bueno,… este…gracias, yo…. – respondí
- Tenes razón. Me olvide que estas en pareja. Perdóname, pero bueno…
- No nada que perdonar, todo bien. ¿Cuándo queres qué nos veamos y dónde?.

Entro al departamento, Manuel esta mirando un programa de chimentos. Lo saludo con un beso. Cenamos y nos acostamos. Me abraza y siento en ese abrazo toda la dulzura de la voz de Juan Ignacio y la mia propia diciéndole: Si te parece el viernes, en tu casa. La historia suele tener a repetirse.