sábado, 31 de enero de 2009

LA SEÑORITA YO - Cap. 15 - Soliloquio del hombre que no espera


Toda confesión obedece a una culpa, al no decir lo que nos libera de nosotros mismos - pienso mientras llego al departamento, luego de haber pasado buena parte del día caminando, leyendo, escribiendo, recordando, luego de haber cruzado mis ojos con los de la anciana de mano extendida, que sólo me trajeron las imágenes de la piedad y el dolor, luego de haber visto caer algunas de las ultimas hojas de los plátanos de la plaza. Llueve como cada vez que muere alguien.
Giro la llave que me dará entrada a mi estar. Entro. El departamento es como una inmensa caverna; frío y atemporal. Siento consolidar un destino intranquilo y cerrado. En la habitación, un espejo pende sujeto del techo: refleja no muestra nada.
Me recuesto en la cama, inmensa cama, solitario desierto de algodón. El cuerpo yace en una cama. No tengo ganas de nada.
Espero, observo cada pared blanca del cuarto, ese espacio por el cual opte como último reducto de vida. O muerte, no sé bien, estoy en una búsqueda. Sólo veo, sólo siento vació blanco, ese indecoroso material de ruinas.
Cierro los ojos, una voz me ordena que escriba, que continué buscando el origen de esas personas, en aquella esquina, en aquel día lluvioso, como hoy. Buscar un nexo que me conecte a ellos.
No es tiempo para escribir, estoy cansado.
Observo mi interior, cierro nuevamente los ojos; recorro mis restos, la sangre abyecta, la nostalgia de abril, el fervor muerto y escapo. Indefectiblemente escapo. No quiero saberme ser. ¿Cuál es el sentido de llegar a conocerse?.
Pienso, dilato la mente y esfumo cualquier tentativa de encontrarme. Siempre pienso, en definitiva, para escapar de mí.
Me siento en los límites de la cama, los pies apoyados en la alfombra no temen al frío, el frío les teme a ellos, como lugar común, como costumbre. El frío es un estado del hombre y su dolor o su cobardía. Estiro los brazos, refriego los ojos y la miro a ella; quieta y dormida en el rincón. Hablo con ella:
- Mira Paula esta lloviendo, me gusta cuando llueve. La lluvia tiene ese efecto de traer a memoria cualquier nostalgia que teníamos dormida y eso puede ser esencial en mi escritura ¿ no ?. Recuerdo cuando era chico y veía desde mi cuarto como el agua del cielo penetraba la tierra; ¿no te parece una unión maravillosa?, lo divino y lo terrenal. Si hasta puedo sentir el aroma de tierra mojada o el frío de mis pies descalzos caminando por el pasto del parque. ¿Sentís cuantas memorias se acumulan Paula?; veo los pétalos llorosos de las violetas de los Alpes alegrando el quincho, escucho la voz, la voz, por momentos, atormentante de mamá llamándome para comer. ¿Tanto tiempo paso? ¿Tantas edades envejecieron a mí lado? Esta lluvia cada vez más fuerte. ¿Qué puedo hacer?, debo hacer algo, no quiero pensar, no quiero. Debo romper con todo lo que encarcela mi ser, debo romper todo.


Me asusto, cada vez que me descubro hablando con Paula, porque nunca contestara, igualmente le di nombre, forma que encontré para personalizar lo imposible. Si la nombro ella existe.

- Sabes Paula hoy empecé a escribir para el concurso, sí, estoy contento. No sé más que eso, pero hoy los dos tenemos trabajo. Voy a inventarles la vida a las personas que vi en esa esquina ¿Qué te parece? ¿Eh? ¿No te escuche? Esta bien, no digas nada. No importa. Nunca decís nada.
Releo algunas cosa que escribí hoy y no me convencen: “la verdadera naturaleza del hombre es la soledad”. Me dan miedo estas palabras escritas. No puedo escribir, camino hacia la ventana, aún llueve.


Vuelvo a Paula: Podemos planearnos un camino, marcarnos un trayecto y podemos dejar abierta la posibilidad de conservar un espacio vacío para la novedad, la mutación. No hay recorrido que no empiece con el tiempo, que no deja de ser un tirano, una novedad o un dolor.
Preparo un café, vuelvo: Ese impulso que lo dejo habitado en sí mismo, solo, roto, desintegrado. Mirando como cae esta lluvia que no hace más que palidecer sus horas. –No sé –– ¿no estaré condenando lo que no merece condena? ¿Quién soy yo para abrir un juicio así? Nadie. Dudo, , debo rever este párrafo.
Continuo, ahora con un dialogo: yo no cedo, no me intimidas. Si en algún momento pensaste que te necesito para vivir estas equivocado, muy equivocado. Mis medios son hartos suficientes para seguir. - ¿Entonces? – dijo Manuel. - ¿Entonces? – responde Sergio - Conoce otra gente, otros hombres. Rearma tu vida ¿Qué? ¿Te asustan los plurales? ¿Y qué crees que hiciste hasta ahora?. Tené amantes... pero, sabes, sobre todo sé un hombre, invéntate una vida y cuando la tengas, no la dejes ir. Pienso en el error de esta conversación, en cuantas veces cedí por amor, cuantas veces me encontré intimidado por amor.


Descanso mi desesperación. Me tomo un tiempo para acusarme, me recuesto nuevamente en la cama, no puedo parar de pensar y de verme para atrás. Miro a Paula; estéril aparato.
A la mente viene todo y todos; Manuel y si idiotez, los tríos sexuales; todas las veces que en el sauna nos entregamos al cuerpo casual, y causal, para solventar caprichos del hombre solo. El macho cabrio del ascensor, el sexo pago con Marcos, la posibilidad de rearmar una historia y rearmarme en ella con Juan Ignacio. Y además Matías, el masajista de Palermo y nuestro bacanales sexuales, Fernando gimiendo arriba de mi cuerpo cada vez que su novio viajaba, el otro Matías que dudaba de la fidelidad de su pareja y, como dudaba, se acostaba conmigo, y ¿si su pareja realmente le era fiel?. Viene a mi mente Fabián con quien todos los jueves pasábamos dos horas degustándonos los cuerpos. Fabián también estaba en pareja, era como el amante perfecto. Me daba morbo acostarme en la cama que él hacia el amor con su pareja. Cuando me canse de Fabián le dije simplemente una cosa:-Fabi me separe de mi pareja-, nunca más volvió a llamarme. Y así pasaron muchos, demasiados; Benjamín, el pequeño de veinte años, otro idiota que se enamoro de mí y tampoco volví a verlo. No recuerdo todos los nombres, aunque si, todos los cuerpos. Todos los rostros, todos dejaron alguna huella en mí. En un momento me di cuenta que Manuel era sólo uno más, pero en continuado.
Viene la voz de mi madre “Sergio…, Sergio, ¿venís? ,apurate que la cena está lista!, ¿ Estas escribiendo?. Mi bebe hermoso serás un gran escritor, ahora vamos a ir con tus hermanas a a pasear. ¿ Quiere más comidita mi amorcito ?. ¡No, no, no; no quiero nada!, ¡Dios, voy a enloquecer!. ¿Por qué , mí madre, paso toda su vida esperando de los otros?. Esperando al mal parido de su esposo, esperando mi éxito como escritor. ¿Por qué mama cargaste en mi mochila todas tus dudas, todos tus sueños?. Daniel siempre me decía: - Vos tenes algo sin resolver con tu madre, una especie de una simbiosis incestuosa algo así como la tendencia a seguir ligado a ella y a sus equivalentes; o sea tu familia, con la que no podes descargar ni compartir el insoportable peso de la responsabilidad, la libertad y la conciencia. En tú familia, o mejor dicho en tu madre, siempre buscas ser protegido y amado en un estado de seguridad, estado que pagas con el cese de tu propio desarrollo personal.
El recuerdo de mi madre siempre presente en este mundo que deseo y es no saber nada. Me duelen los ojos de verme y no hallarme en tanto dolor, arrancaría mis ojos enrojecidos, incapaces de elegir correctamente alguna vez.
Me incorporo, releo lo escrito: siempre guardó, en su interior, un motivo para despreciarlo. Paso su adolescencia pensando la forma en que podría hacerlo sufrir para así poder retribuirle todo el mal que le había hecho. El era su padre. Su eterno verdugo.
Pienso en mi padre, sólo es sinónimo de inexistencia. Sólo existe la nada.
Literariamente me gusta; contiene forma, pero no sublima el odio que el personaje siente por su padre. Me pregunto si un hijo puede odiar tanto a uno de los seres que le dieron vida, más allá del dolor que este le causó. Me respondo que si, y aunque no quiero leer más, ya que todo me lastima, continuo.
“… no puede dejar de pensar que el lugar del olvido es uno mismo. Que uno no se traslada y olvida, sino que traslada los olvidos y estos, una y otra vez, lo encuentran y lo habitan. No, no hay lugar que sea olvido. Su desprendimiento del mundo lo acompaña; la soledad, el saberse solo, sentirse solo, ajeno a él.
No hay lugar que no sea olvido, que no sea olvido. Me gusta lo escrito, siento que soy un poco yo, me siento próximo a esta definición que me viste de soledad. Busco otro café y enciendo un cigarrillo. Me siento frente al espejo, aspiro una bocanada blanca y me veo. Me aquieto.
Miro al espejo como una maldición que me refleja y castiga con una severa sanción destinada a crear en mí un monstruo rodeado de olvido"

- ¿Cuántos puedo ser frente al espejo?; ¿el bebe qué llora por comida?, ¿ el niño qué escucha el nocturno llanto de la madre sin entender qué pasa ? ¿Quién soy frente al espejo?; ¿El adolescente que observa la lluvia esperando el castigo de la voz materna? ¿ o aquél que se enamoro y fue despojado de todo lo que lo unía a él mismo?


Todas las multiplicidades me aparecen, disfrazada en el misterioso poder de las palabras, de las letras, de lo escrito como metáfora de cualquier afirmación.
Siento ser aquel que llego buscando cuerpos que arrasaron con el mío, la huella del pecado marcando mi piel. Sigo siendo el que envejece en cada palabra escuchada, en cada dolor visto, sigo siendo este que escribe sin encontrar el sentido a sus letras.

Miro a Paula.


- Nada de esto es ajeno a mí, Paula, nada. Miro afuera y nada es extraño; la gente persigue con el mismo encono al amor y la soledad, que son formas de lo clandestino, de lo prohibido: cuando más afuera estemos, mayores son las posibilidades de estar solos, de sabernos solos y nada más desesperado y bajo que creer salvarnos por el amor o en el amor.


Rió, las carcajadas retumban en una atmósfera de blanco aséptico, de tolerancia encerrada en miedo. Me aparto del espejo. Decido no acabar con el café y servirme alguna bebida dulce mezclada con vodka. Bebo la mitad del contenido.
Me siento nuevamente frente al espejo, me digo:

- ¿Y señor escritor, ya sabe quién es? Puede ser que sea una reveladora ambigüedad, un ser despreciable y deseable, una victima del amor o su caricatura. No, mejor una prostituta dentro de un circulo donde se aflojan los lazos que hacen intocable su cuerpo, eso; una puta o un hombre, ¿no es acaso lo mismo?, un hombre seductor que se encierra en sí mismo porque lleva dentro una mujer como instrumento de su vanidad y de su angustia. Así me reprimo y me guardo Paula, me guardo en un ataúd de nácar y poesía.

Rió. Nadie me ve; es sólo mi sombra, un caballero andante, un fantasma, un naufrágo de ese mar uterino que deseo.

- Nadie me ve Paula, soy mi verdugo y mi victima, estimulé mi crimen y me condene al desamor.
Bebo la bebida que queda en la mitad de un vaso a medio llenar, o a medio vaciar; ¿importa a caso? Siento la anulación de todo lo dicho porque no sé si creerlo. Ya nada me convence., acá estoy Paula, abierto en las ruinas del amor tan lejano, entregado a la locura, en la oscuridad de mis certezas. Anochece Paula y llueve, y en el aliento de esta noche inmensa, me volcaré a la escritura, a aniquilar mi silencio interior y lo que creo cierto.


Despejo cualquier intento de sentirme bien. Espío por la ventana un exterior cada vez más desconocido, cada vez mas tenebroso. Buenos Aires es la ciudad que me invento y que reinventó; la ciudad del absurdo, que bordea siempre cualquier limites, hacia cualquier abismo. Es la ciudad que te da el empujón al vació; esa caída libres de las imposibilidades. Buenos Aires nos mata y resucita en cada uno de los jirones y auroras en que nos convierte. En ella soy, al ser otro, el deseo de ser presencia en la mirada que me falta.


- Vértigo Paula, vértigo es lo que siento. Pero no. Porque también tengo ganas de salir. ¿O no? Si salgo, ¿que encontraré? ¿Mis historias son las historias que quiero contar? Podría estar caminando, ahora, entre esas personas, entre tantos hombres, sin embargo me quedo acá, observando tu torpe indiferencia, tú dejadez.

En definitiva ¿qué tiene para decir la gente? Nada. O mejor, pensándolo bien, mucho. Claro, eso es el miedo que siento, miedo a lo que digan, o lo que yo diga de ellos al escribirlos. Dirán algo, ¿alguna vez sabrán que les invente una vida?, Siempre te dije que los dos extremos eran terribles. ¿No te parece?.

Me recuesto en la cama, boca abajo, ladeo la cabeza hacia la computadora:

-¿No preguntas por qué son terribles los extremos? No importa, pero imagínate si nadie tuviera nada que decir... ¿ cómo vos, sin ir más lejos, qué esperas todo de mí, no?. Claro que esperas todo, hasta el silencio que, a veces, es otro desacierto. Ahora me callo, ¿Soportarías que me calle?

Sólo hay silencio; una habitación blanca. Un espejo, mí cuerpo despojado y tirado sobre un desierto de algodón con mis dudas y creencias, la creación dando paso a la destrucción.
Se que elegí la soledad como ultimo refugio; esa soledad del intento que no fue enfrentado: ¿hay otra soledad? ¿Existe el triunfo sobre sí mismo? Yo no sé nada de lo que quiero saber.

- ¿Sabes que pensé Paula? empezar hablando del Kairos. Sí... ¿te sorprende? El Kairos es el tiempo cualitativo de cada ocasión, ¿qué te parece?. Todos, hasta vos, experimentamos esa sensación de que llego un momento, digo, el momento de hacer algo, que ya estamos preparados para tomar un decisión .¡Claro!, eso es lo que me falta; la decisión a tiempo, la inmediatez del momento.

El Kairos y el sentir; ese momento que no puede ser, que no debe repetirse. Un instante en la vida, es sólo un instante. Pienso acostado buscando un indicio; quiero sentir gozarme de mí, encontrarme. No quiero salir a la pequeña terraza, aún llueve.
Curo mis falsos pudores; no siento temor, estoy en mí, mi caverna lo que habito: YO. Miro la habitación despojada de movimiento; blanca y estéril. Doy vueltas en la cama, dejo de pensar, deseo sentir, deseo desear. A veces pienso que en la vida todo lo necesario existe, es real, es creado. Luego pienso sobre lo pensado como lo imposible, algo eterno y dudoso en el devenir. Mejor que lo necesario pueda ser inventado y ahí salir a la vida; como el amor o la soledad.
Creo que mi memoria me abarca en una línea infinita de existir o no existir. Soy un interino reflejo en la existencia del otro, apariencia continua de éste, un mundo falso. Un modelo finito de existencia y silencio que alguna vez creyó ver el mundo desde arriba como un universo errante, bastión de nada.
Cuando pienso que lo necesario existe lo vivo como una innecesaria contrariedad.
Sé del tiempo; el que no tengo o el que recuperé en todas las edades que me han abandonado, y le digo a Paula: - Este momento, la inmediatez de este instante. Pero a ¿quién le hablo?, a una estúpida computadora, a una máquina barata que espera mi orden para tener vida. ¿No iban a dominar el mundo ustedes?! ¿Eh!?. Mírate; estática, triste y lo peor, inmune a todo lo que pasa a tu alrededor. Todo lo que sabes es porque yo lo meto dentro tuyo, en tu memoria, que no deja de ser la mía !.... ¿¡Ves cómo me necesitas!?.


La miro por el espejo, la miro y me ve como ella está: apagado, triste, inmune. El espejo sigue reflejando, sigue sin mostrar nada.
Insulto, rió y lloro. Vienen a mi mente mil imágenes, sensaciones de muerte despiertan mis sentidos. Vuelo; hay ensueño refugiado en un cello, palabras derramándose por las manos y los amigos como metáforas de otros refugios que se inventan. Veo un cuadro mostrando una paloma muerta y un niño que llora el vuelo que nunca será vuelo. Y deseo otro tiempo, el olor a roca que despiden las sierras, la tibieza del abrazo en la llegada, el dulce beso que disimulaba una espera, las bellezas que caminan sin destino sólo sabiendo que hay un lugar.
Otro tiempo; el refugio que me regalaba la luna haciendo el amor con las estrellas en un acto de sublimación infinita, buscándose como todos. Deseo otro cuadro: una paloma alada perdiéndose en el horizonte y un niño que ríe en un mar de ternura.
Empiezo a saberme, a sentirme otro. Pongo música, mi yo se desvanece, se adormece en el llanto de Piazzolla. Mi yo se enjuicia en un tribunal ilógico, sometido al miedo de la verdad; al roce desnudo del cuerpo escondiéndose en la cama, el agua fría de la manguera taladrándome los pies, ya mojados de esperas. Tiempo elástico, casi como la intensidad de lo nuevo.
Cuantos libros se me han acumulado, trayéndome memorias y presentes, jugando solitarios tras letras, música de dioses, remansos de esperanzas.
La música me absorbe. ¿ Para que olvidar – me digo - que soy un pasado, un trozo de tierra natal, un acontecimiento amoroso, una poesía que escapa en la visión o tentativa de ser palabra ?. Ahora soy un poco de mi mismo, un sueño sin despertar, un anónimo que goza y se pierde en el protagonismo de otros. Soy un alma errante que viaja sin saber donde.


Quería hablar del tiempo, pero mis horas no pasan, son inútiles y desmedidas. Mueven sus minutos quietos tras el cristal del reloj. No pasan. No abren senderos, no destilan amaneceres, no aparcan en la noche. Las horas no pasan; hay quietud a veces, soledades otras veces. Quiero hablar del tiempo pero el tiempo no responde a ningún nombre. Creo que las horas son exilios; respiros de vida que creemos necesario.

- ¿Sabes qué deseo, Paula?, quedarme aquí dentro mío, sentir los limites del cuerpo, señalarles un orden. Sentir que el horizonte que me enmarca no conoce verticalidades en el alma. Deseo desear que sigo vivo, que se respira lavanda en mi comarca y las hojas del plátano siguen aun verdes en todas las estaciones. Si, deseo quedarme aquí, dentro mio; ver que el cartero se va, matando al remitente, creer que la ausencia que me empaña, toca la puerta y se aleja, sentir que las flores crecen aun bajo el manto níveo de julio. Deseo el silencio como preludio nocturno, dejar que pasen las horas, este tiempo de inútiles espejismos.

Leo una oración que escribí: Ese día entendió que sí, que todo era posible, hasta buscar la propia muerte en el amor. Siento que lo escrito me envejece, me condena, como condeno al personaje por algo que no se sí hizo.
Me levanto para ir a la cocina. Desde la puerta de cuarto veo la figura de un Cristo imponente, doliente, temeroso. Cierro los ojos ante el espanto de la cruz sosteniendo un cuerpo que siente propio.
Camino dejando detrás mio la imagen crucificada de mí vida. El pasillo es un largo sendero que culmina en puertas vaivén, tengo miedo. Lentamente me resiento; las piernas me pesan y los ojos se convierten en irrespetuosos manantiales de pesadas gotas.
Sé que atravesando esas puertas todo en mi envejecerá más; allí no hay nadie y es como enfrentarse al sinónimo de la crucifixión. Apoyo las manos en las puertas, que van y vienen, las atravieso y la metamorfosis es inmediata: la espalda encorva hasta sentir el peso de la cruz, las manos se surcan de sendos caminos azules transitados por la sangre fría, los ojos empequeñecen en una mirada húmeda y añeja, la piel pierde el brillo adolescente y la voz escapa tras balbuceos. Camino lento, muy lento. La mente ordena al cuerpo que no se detenga, detenerse sería caer. Mi cuerpo, que no es el propio pero lo siento así, busco la bebida e intento volver a la habitación.
Me recupero, me nazco nuevamente. Seco los surcos que me abarcan las mejillas. Bebo. Bebo y hablo con Paula, objeto inanimado que se transformo en compañía.

- Sabes Paula quiero por un instante abandonarme, deseo no llevar la muerte encarnada en las espaldas de esta leve vida. Sentir que alguien brindo por mi; sin razón aparente, sin condición ni sentido. Quiero curarme del tiempo con todas mis letras; mostrarlas, cantarlas, tirarlas al viento, regalarlas al mar. Ya he pecado bastante sintiendo que el deseo no estaba en mí; muy dentro, muy profundo, imperceptible esperaba la ejecución que olvide, ese rumor de ausencia, permanente búsqueda. Quiero que el deseo me contagie amaneceres, quiero correo vestido de deseo, de esta carencia que siento necesaria. Y volver, algún día volver, a las fuentes, al líquido, al mar uterino de mi madre regalándome la vida.

Me siento frente al monitor; ya no lloro, no tiemblo. Mis manos acarician seguras el teclado:

“Aquí estoy envuelto en hojas de destierro, y en mi saber no me apiado del espejo que muestra los límites. Escribo la vida de estos, que no dejan de ser mis fracasos, pero me acercan al triunfo de sentirme vivo. Añoro el destierro que vuelve a oscilarme, adoro su incertidumbre y sus no que me regalan desafíos y plegarias. Adoro el dolor que contamina mi mente, como adoro nacer y volver a matarme"

Sigue lloviendo. La lluvia, el agua, tienen esa maravillosa virtud de lavar todo.

lunes, 26 de enero de 2009

LA SEÑORITA YO - Cap 14 - Búsqueda


La duda, siempre existió la duda. No esta mal dudar; no sé si el amor, hasta antes de Manuel, alguna vez fue parte mía. No sé si ame o si amé sólo una vez. No sé si se ama una vez, y lo demás es un sencillo y pasatista accesorio de lo que fue el amor, su reemplazo o su desmesura, su querer no querer sentirse en soledad; un fetiche, un artilugio. Buena es la frase: nada tiene que ver el amor con el sentirse amado.
Me confieso: me he inventado a mí mismo, me he realizado en otros y ahora me busco. Sentí nostalgia en esa búsqueda de mí, y en las comuniones que creí encontrar, sentí todas las carencias y soledades posibles.
Trate de vivir ese amor, el de Manuel, como una especie de liberación, como una búsqueda del sentirme vivo con o sin sentido.
Esta búsqueda siempre la vivía como desamparo; una extraña separación y ruptura con todo lo que me rodeaba y me convertía en silencio, sobre todo cuando crecía en mí la primitiva sensación; la certeza de saberme solo.
Sí había un lazo que me unía a esta vida fue roto cuando comprendí que no quería llevar a cuestas mi pasado.
A pesar de Manuel y de todos aquellos que pasaron por mi vida, mejor dicho por mi cuerpo, saberme solo significo tener conciencia de mí y por otro lado un irrefrenable deseo de querer salirme de mí. Fluctué entre todas las posibilidades que se fueron dando y sobreviví sin la menor intención de hacerlo.
Digo sobreviví, porque nunca asocie la soledad a la pena sino al vacío y este debía ser llenado con trozos y destrozos, restos y fracasos. A medida que lo completaba volvía a vaciarse y así era mi búsqueda y sus consecuencias.
Tampoco me sentía yo frente al espejo, nunca fui yo; ni siquiera el niño, o aquel adolescente que, sin sueños, deseaba un escape.
Aquí comprendí el magnifico poder de redención de la soledad: era su condena, algo así como un castigo, pero al final del camino, la promesa de construirme nuevamente. En esa promesa, que fue tiempo; nací y morí. Simplemente nací y morí solo; mi nacimiento y mi muerte fueron experiencias de soledad.
Todo lo aprendido fue saber que la vida era un sendero, un puente hacia la muerte y ese puente quise cruzar. Nunca me enseñaron a vivir, como tampoco a amar, pero siento que fui un buen alumno de la muerte.¿No la busque acaso detrás de cada encuentro?
Busque saber si morir seria volver a una vida que precedió a esta, o tal vez si la muerte era la vida verdadera. ¿Nacer es morir o morir es nacer? ¿No es acaso lo mismo, no da lo mismo?
Todo lo creado en algún momento es o será destruido, arrasado, desmembrado y todo, absolutamente todo, por el amor; ese estado que creemos roza la perfección y nos introduce en el origen nuestro que no es más que el caos. El amor es lo que hace todo inaccesible, lo que a todo se opone; leyes, creencias, morales y hasta aquellas personas involucradas en su proceso.
Yo ame y en el siempre nocivo intento, aparté y excluí todas mis costumbres, toque la imagen de aquel que nunca fui; la toque como carne que se niega a si misma, la bebí como sangre de dioses y adioses. Fui un preciado objeto de deseo, un cerdo que se ahoga en el fango y hasta una visión dócil y despiadada que sólo se limito a contemplar lo efímero de las cosas y los instantes.
¿Por qué nunca pude ser dueño de mí frente a la imagen de los otros? ¿Por qué perderme en los suburbios de la piel, en las formas inventadas y mentirosas de lo creído cierto?
Es simple; el error es creer que el amor es divino, que todo lo transforma. Y no; lo divino es un invento del hombre para darse sentido. El amor también. Como toda cosa creada sin dioses tiende a ser parte de los desechos integrantes de los hombres. El amor no es nunca algo natural, es la imposición que nos ponemos para no reconocernos seres solos. Es el obstáculo, el paso previo a la verdadera naturaleza del hombre: su soledad.

LA SEÑORITA YO - Cap 13 - Siempre alguien es lo que dice ser


Estoy trabajando y, mientras lo hago escribo, el impulso me lleva a la maquina y de allí a las palabras. Tengo la sensación de que escribo vacío sobre vacío, otra vez material de ruinas: la nada, mierda. Siempre tengo esa sensación. Las palabras salen y a veces, muchas, no encuentran su lugar en la frase, en la oración o en el texto. No importa, en algún momento se sabrán halladas. Sigo escribiendo sobre esa esquina, claro que hoy hay sol, claro que esa gente, de aquella esquina ya no están físicamente, pero no puedo olvidarme de lo visto y trato de volver a ellos con mí imaginación.
Preparo algo de tomar, voy hasta el dispenser de agua de la editorial y me preparo un café. Hace un par de anos que trabajo como lector y corrector en una editorial, eso me facilita el contacto con el ambiente literario pero por sobre todo con la lectura.
Manuel viajo a Misiones por su trabajo. Hace dos días que escribo sin parar y eso me llena de felicidad y dudas; escribir sin que me cueste hacerlo me hace dudar de lo escrito. Parece que mi vida es una duda. Decido descansar un rato para no perderme en el texto. Ayer, en lo de Hernán, me reí bastante, con ganas, como hacia mucho tiempo no reía. Hernán es divertido y buena persona, despreocupado de todo, se toma la vida como un transito necesario pero no indispensable; vive el día o su propio Carpe Diem. Reí mucho cuando me contó que llama a una línea de encuentros; ni idea qué es, le dije yo. Con detalles me contó que en una línea gay circulan las voces de hombres que buscan hombres, en su mayoría para sexo.
Decido llamar como una forma de distracción, para olvidarme o alejarme un poco de lo escrito, del trabajo, en definitiva, de mi rutinaria cotidianidad.
Marco el misterioso, para mí, número de encuentros, una voz presenta todo y anuncia:

Hola te comunicaste con tu línea de encuentros, en ella encontrarás gente con tu misma onda. Te recordamos que esta línea es para adultos. Si sos mayor de 18 anos marca el 1(¿y si tengo trece y marco igual el uno, adivinarán mi mentira?). Después de la señal tenes 60 segundos para dejar tu presentación. (¿Qué tendré qué decir? Me considero creativo: Hola soy Sergio), tú presentación es: - hola soy Sergio - Si ya conoces la línea y queres usar el método avanzado apretá el nueve. Entraste al salón, a continuación podes hacer tus contactos.



De ahí en más, una la catarata de poesía gay, heterosexuales que quieren probar las virtudes con gente de su mismo sexo, masoquistas, onanistas y demás integrantes de la fauna humana (perdón a los animales), comienza a desarrollarse naturalmente.

- Por Caballito con lugar.
- Hola soy José con ganas de pasarla bien.
- Petiso busca activo con buen pedazo.
- Hola soy Mariano, de Berazategui, 28 años, muy caliente, con ganas de conocer gente muy copada, nada serio.
- Macho pasivo busca activo que me haga la cola.
- Buen día, estoy muy caliente, con ganas de hacer algo telefónico.
- Casado activo-pasivo. Tengo puesta la tanga de mi mujer, busco paja.
- Busco paja con activo bien hijo de puta antes de ir a laburar.
- ¡Holaaaaa, buenos días!, si queres gozar mucho llámame y te hago un muy buen pete. Zona de Once.
- Muy calentito, al palo, me va cualquier cosa.
- Hola quiero hablar con un camionero para que me de pija.
- Macho caliente busca otro igual para garchar.
- Quiero un macho que se haya levantado con la pija dura. Si es personal de seguridad, camionero, colectivero o de alguna fuerza armada, bienvenido.
- Pendejo 22 anos taxi boys, 100 % activo.
- Busco macho activo.
- Hay alguien que este interesado en tener algo en la boca, que me llame ya.
- Pasivo en Recoleta.
- Activo 45 morboso degenerado. Busco pasivo para coger y hacerlo sentir mi hijo.
- Mecánico activo de trampa con buena dotación, más grande que el promedio, 20 x 5. 1.82 80 kilos 42 años, tipo turco, para encuentro con pasivo.
- Pendejo con apuros económicos, 21 x 5 reales. Por treinta pesos te hago la cola.
- Por Palermo con juguetes, ¿me los metes todos?.
- Tripa de 24 x 5 esperando travestí golosa o pasivo bien nenita.

Me dan mucha risa todos esas palabras inalámbricas, combinadas con sexo…, risas y asombros divertidos; ¿cómo pueden dejar esos mensajes? ¡Es un gags tras otro!. No paro de reír, no me sale contener la risa. Me imagino al de Palermo rodeado de soldaditos de plomo, autitos de colección, algún que otro Kent, metiéndose todo el culo cual Mundo del Juguete interior. O al mecánico, cubierto de aceite que te sienta en un radiador, saca la pija y te dice - ¿que ashes como anda, chúpamela toda!. Y las preguntas siguen: ¿qué es un activo bien hijo de puta? ¿Qué tiene que ver la madre del pobre rompedor de ortos?. ¿Tripa de 24 x 5?; pobre de aquella mariquita que la pruebe. El apurado económicamente, ¿con treinta pesos soluciona todo?; me dan ganas de mandarle un mensaje diciéndole que se los doy yo, sin compromiso alguno. ¿Y si la mujer del que le usa la tanga siente el olor a huevos de él?; ¿qué necesidad de usarle la ropita interior a tu jermu con lo baratas que salen las bombachas ?
Otros mensajes alentadores.

- ¿Queres qué te cuente como me cogí a mi hermana?. (¿ A quién le puede calentar eso en una línea gay? Ya tenes que ser muy perverso)
- De paso por Buenos Aires, busco experiencias nuevas. (lindas sorpresas te vas a llevar en Buenos Aires, con tanto balandra suelto)
- Pasivo muy afeminado quiere tomar leche. (¡Nena!, comprate una caja de leche, qué aún es barata y no corres riesgo de contagiarte nada)
- Milico de trampa busca activo que le rompa bien el culo. ¿Pagando culpas?
- Busco pareja homo para ser su esclavo. Quiero que me hagan limpiarles la casa, fregar los pisos, lavar la ropa y como castigo me cojan los dos a la vez. (Un psicólogo a la derecha)

De repente, suena un siempre en el auricular de mi teléfono anunciando: tenes un mensaje de: - Juan Ignacio, estoy en el centro, busco conocer a alguien para algo interesante. Si queres aceptarlo marca el uno, si queres saltearlos marca tres, si no queres escuchar más a estar persona marca el cinco. Marco el uno.

- Hola Sergio, ¿cómo estas?, soy Juan Ignacio de Capital, tengo treinta y nueve años, mido un metro ochenta y cinco, peso 82 kilos, ojos marrones, castaño claro. Si te va, seguimos.

Si queres mandar un mensaje apreta el uno. Marco el uno. Tenes treinta segundos para mandar tu mensaje.

- Hola Ignacio supongo que tengo que presentarme (siempre tan idiota yo) eh… bueno soy Sergio, tengo 32 años, mido un metro ochenta, peso 75 kilos, tengo ojos claros, castaño claro y también estoy en capital.


Mensaje enviado.

Tenes un mensaje de: - Juan Ignacio por capital busco conocer a alguien para algo interesante. Si queres aceptarlo marca el uno, si queres saltearlos marca tres, si no queres escuchar mas a estar persona marca el cinco. Marco nuevamente el uno.

- Me gusto tu descripción ¿por dónde estas?. El centro de Buenos Aires es grande yo estoy por Cerrito y Viamonte, vos?

Si queres mandar un mensaje apreta el uno. Uno. Tenes treinta segundos para mandar tu mensaje.

- Tenes razón el centro es grande,… eh, ¡ah!, a mí también me gusto tu descripción. ¿Estás por Cerrito y Viamonte?, ¡qué casualidad, yo en Viamonte y Florida, muy cerca.

Se repite mensaje tras mensaje:

- Macho pasivo busca activo que me haga la cola.
- Buen día, muy caliente con ganas de hacer algo telefónico.
- Casado activo-pasivo. Tengo puesta la tanga de mi mujer, busco paja.
- Busco paja con activo bien hijo de puta antes de ir a laburar.
- Hola buenos días, si queres gozar mucho llámame y te hago un muy buen pete. Zona de Once.
- Muy calentito, al palo, me va cualquier cosa.
- Hola quiero hablar con un camionero para que me de pija.
- Macho caliente busca otro igual para garchar.


Tenes un mensaje de: - Juan Ignacio por capital busco conocer a alguien para algo interesante. Si queres aceptarlo marca el uno, si queres saltearlos marca tres, si no queres escuchar mas a estar persona marca el cinco.

- ¿Te parece que nos veamos? No conocemos y si hay onda hacemos algo.

Le respondo:


- Me parece bien, dale. Te doy mi celu, me llamas y arreglamos.

Me pongo nervioso; nunca conocí a nadie de esta forma. Es la primera vez que entro a la línea. Cuelgo. Inmediatamente suena mi celular.

- Hola ¿Sergio?
- Si.
- ¿Cómo estas? Recién hablamos por la línea, soy Juan Ignacio.
- Hola Juan, ¿todo bien?
- Si, tenes ganas de que nos encontremos me dijiste que estas cerca. Nos vemos y bueno, nada vemos si tenemos onda.
- Dale, te parece en quince minutos en la esquina de Cerrito y Viamonte?
- Si. Yo estoy de traje azul y ya te conté mi descripción. ¿Vos?
- Yo de jeans azules, y saco de corderoy marrón.
- Te espero entonces.
- Ok, ya voy.

No encontramos en la esquina. Hace frío, parece que siempre hace frío, o quizás esa sea mi sensación. Es atractivo, grandote, tal cual se describió. El traje azul lo magnifica. Tienen unos bellos ojos claros, como dos transparencias, dos entradas a su alma. Me saluda con un beso y me invita a tomar un café.
Me cuenta algunas cosas de su vida; hace tres meses se separo de una relación de cinco años, vive solo, trabaja en turismo, su familia es del interior, etc, etc.
Cuando me invito a tomar un café pensé que sería una pérdida de tiempo ir; lo único que quería yo era sexo con ese hombre, como con todos. Cuando me di cuenta que hacia dos horas que estábamos conversando en el bar, mi visión sobre los encuentros ocasionales cambio y el miedo volvió a paralizarme.
También le conté de mi vida y le dije que estaba en pareja, como les decía a todos. – Me lo imaginaba, alguien tan lindo e interesante como vos no podía estar solo – respondió Juan Ignacio. ¿Por qué no podría estar solo? –pensé- ¿qué uno sea lindo, es sinónimo de que tiene que estar en pareja?¿Qué es lo interesante? No todos saben como soy realmente, no todos tienen que saberlo; no todas las personas son importantes para mí, como para que desnude mi interior a todos. A mi no me interesó nunca que sepan todo de mí; la información es una arma de poder, que con el tiempo se torna peligrosa. El silencio más que nunca, en un ambiente como el gay, es salud.
Seguimos hablando; yo tenía una especie de encantamiento, lo miraba distinto a todos, un frío vegetal y seco me corría por el cuerpo. Mi celular se llenaba de mensajes de Manuel preguntándome a que hora llegaría al departamento. Estaba demasiado interesado en escuchar a Juan Ignacio como para responder las inseguridades de Manuel. Juan Ignacio por momentos me hacia recordar a mi primer amor, la transparencia de su voz, la dulzura de las palabras, me volvía a aquella noche en la parada del colectivo 132.
La noche había vencido al día. – Bueno, ¿vamos? – me dice levantándose de la mesa.

– Vamos – le respondo.



Salimos del bar, como entramos, hablando.

- Sabes Sergio, se me hizo un poco tarde y tengo una cena con amigos. – me dice y me desorienta, siento una leve congoja, no quiero que termine esta noche, este conocimiento -
- Eh… bueno, todo bien. – le respondo.
- Bueno, mejor, tengo tu celular, ¿te puedo llamar sin problemas?
- Si claro, llámame cuando quieras y nos encontramos a charlar.
- Quedamos así entonces. Chau
- Chau.

Me dio un beso y se fue. Me quede unos segundos viéndolo. Me quede inmóvil, durante unos segundos pensé si ahí se iba una posibilidad de sentirme amado de verdad. Al decirle la verdad sobre mi situación, supongo, no le habrán dados ganas de hacer nada conmigo. Era muy notorio que buscaba algo serio, más allá de no nos habíamos conocido en una linea de encuentros donde nada es serio. No tuvimos sexo, sólo hablamos, y ahí radico el sentido de mi desesperanza.
Me quede pensando una única certeza: nunca me llamaría.
Subo al colectivo, necesito no pensar; la gente en estos vehículos suele ser lo suficientemente llamativa como para imaginarme sus vidas grises y monótonas. Voy llegando al departamento, ahí estará Manuel, esperándome. Suena mi celular.

- Sergio, soy Juan Ignacio.
- Hola Juan, decime...
- Bueno, eh… quería decirte que no me pareciste un tipo para ir a coger de una. No se que decirte. Me gustaste, me gustaste todo. Quería saber si nos podemos ver otro día o por ahí si podes el fin de semana, más relajados, más tranquilos. Perdóname pero no sé qué me paso. La verdad me sentí muy cómodo con vos. – me dijo con voz tímida y temblorosa.
- Bueno,… este…gracias, yo…. – respondí
- Tenes razón. Me olvide que estas en pareja. Perdóname, pero bueno…
- No nada que perdonar, todo bien. ¿Cuándo queres qué nos veamos y dónde?.

Entro al departamento, Manuel esta mirando un programa de chimentos. Lo saludo con un beso. Cenamos y nos acostamos. Me abraza y siento en ese abrazo toda la dulzura de la voz de Juan Ignacio y la mia propia diciéndole: Si te parece el viernes, en tu casa. La historia suele tener a repetirse.

jueves, 15 de enero de 2009

LA SEÑORITA YO -Cap 12 - Manuel




Desayunamos con Manuel en el shopping, es un día esplendido; un sábado de primavera, aunque el calendario este fijo en el invierno. También en Agosto, Buenos Aires suele ser encantadora. Tostadas con dulce de frambuesa y un delicioso queso blanco acompañan el café con leche. Desde los amplios ventanales del lugar se ve el Río de la Plata. Una sucesión de aviones despegan y aterrizan en el Aeroparque. En la cafetería donde estamos, algunas mujeres mayores, paquetas, toman el té, algunas parejas de jóvenes de acarician y se dejan acariciar por el sol, todo parece enmarcarse en una tensa calma. Pienso que la tensión la tengo yo. A veces imagino cosas, cosas nefastas, cosas de películas, por ejemplo; en estas situaciones, donde todo esta como supuestamente debiera estar, imagino que de repente hay una gran explosión y todos somos arrasados. No sé por qué. Creo que todo funciona bajo la hipocresía; no les creo a esas viejas que charlan tan amablemente, se están mintiendo, contando cosas que nunca vivieron sólo para que las otras viejas, igual a ellas; mentirosas, se las crean y las admiren. O a esa pareja acariciándose mientras él le mira el culo a la moza del bar, y ella observa de reojo al tipo que tienen enfrente.
Lo miro a Manuel, esta leyendo una revista. Ya no siento amarlo, pero quiero darle un beso, regalarle una caricia. Le digo que lo quiero; me sonríe y sigue leyendo.
Todo lo que pasa y pasó en nuestra relación me sigue perturbando, nunca me doy cuenta si son celos o la impotencia de no saber que siente él, a pesar de lo que dice sentir, o la bronca de saber que puedo mantenerle la mirada aun engañándolo con todos esos hombres que me atraen y caminan por este mundo.
Vuelvo a mirar el río, vuelvo a mirar a Manuel. Me fue infiel, le fui y le soy infiel. Me aíslo. Aislarme significa pensar. Pensar me hace mal, no puedo evitar hacerme daño.
La infidelidad, los “cuernos”, siempre son una de las razones que destruyen la confianza en una relación de pareja. Cuando todo empezó, creí que él me era infiel porque nuestra relación no le alcanzaba, no llenaba sus expectativas. Era como que buscaba algo que yo, como pareja de él, no era capaz de ofrecerle. Luego pensé que me traicionaba para demostrar su masculinidad porque todo su entorno; sus amigos, conocidos, al saber de su sexualidad, esperaban que él actúe así: divirtiéndolos con sus aventuras, incentivándolo a vivirlas, haciéndole creer que él era, efectivamente, un macho cabrío, el macho superado, el cojedor más grande del mundo. Con el tiempo me confeso que me era infiel por deporte, le gustaban demasiado los hombres. Lamentablemente, con el tiempo, descubrí que a mí tambien me gustaban demasiado, no los hombres, sino todos los hombres.
Para Manuel era más difícil saber si yo le era infiel. Siempre fue menos observador y se fijaba menos en cambios sutiles que, sin embargo yo, descubría en el inmediatamente.
Creo que él hubiese sospechado de mis infidelidades si yo me negaba a mantener relaciones sexuales como de costumbre, pero como eso nunca paso y a mi el sexo me fascina, él nunca se siento traicionado. ¿por qué todo tenían que estar relacionado al sexo?
Yo jamás pensé que perdonaría una infidelidad, luego entendí que el tiempo o la modernidad y los vínculos de relaciones cambian. A Manuel le perdone casi todo, creo. Tampoco me iba a autoengañar para no tener que enfrentarme a la realidad; descubrir que había sido traicionado por la persona que amaba fue una experiencia dolorosa y hasta humillante, ya que se pusieron en juego los valores que daban vida a nuestra relación de pareja; la confianza, la sinceridad y el respeto. Cuando yo comencé a serle infiel, también deje de tener esos valores. Cosecharas tú siembra dicen.
También entendí que perdonar o no una traición dependía de la persona y del tipo de relación que existe.
Esta situación, para mí, digo; la decisión de perdonar (pero no olvidar), la infidelidad, se convirtió en un arma arrojadiza muy frecuente en las discusiones, lo que llego a desgastar más la relación. En cada discusión yo le recordaba constantemente sus infidelidades, le demostraba que yo no era capaz de superar y olvidar, quizá lo necesario era plantearme una solución tajante. Cuando intente dejarlo él no lo acepto y yo caía preso de sus palabras. Me torturaba serle infiel y no contárselo, me sentía mal. Mis días pasaban con el ánimo a la altura de los zócalos, cualquier altura, hasta la de un escarabajo, era mayor a mis estados animicos.
Lo primero, y más importante para mí, fue darme cuenta el por qué de la traición, ¿por qué comencé a traicionarlo?. Sexualmente no tenía necesidad, y no necesariamente tenia que ver o estar relacionado con el sexo. Yo seguía buscando el amor, el sentirme amado, nada más.
Yo buscaba en el dialogo un solución, pero para él la salida más fácil y cómoda era serme infiel.
Manuel sigue leyendo y riendo con las novedades de la revista. Yo sigo lastimándome, parece que un modo de vivir es sufrir, pensar es no aceptar la vida con lo que viene. Mi modo de vivir nunca fue adaptarme a nada, sino adaptarnos a todo, los dos, con él o con cualquiera. ¿Por qué tenia que ceder siempre yo?, ¿Por qué tenia que aceptar siempre yo? Si siempre le di la posibilidad de hablar, ¿qué significaba para Manuel la palabra, algo tan valioso para mí? Entiendo que para él, una palabra, nunca significo nada.
En un principio pensé que Manuel, al ser infiel, era el único culpable. Después, que la infidelidad era el resultado de una crisis en la pareja, y pensaba que, quien es infiel lo hace porque busca en otra persona cuestiones sexuales, emocionales o intelectuales, que su relación no le da. Nada de esto nos pasaba o si así era, él, no me lo decía.
Nunca me basto esa banal explicación de que los hombres le encantaban y que le gustaba coger con todos, algo en el fondo debía haber.
El sol seguía regalándonos caricias tibias y duraderas, las viejas no paraban de hablar. Muy de vez en cuando, Manuel me comentaba algo que leía y los dos reíamos. Era bello estar compartiendo ese simple momento.
No había razones para la infidelidad, ninguna. Quizás había muchas razones y yo, envuelto en mis inseguridades, en mis soledades y, tapado por un muro de silencio, no me daba cuenta de nada o no asumía mi responsabilidad.
Una pareja, terminado el enamoramiento, se enfrenta a la pareja real y olvida la idealización y a veces sus conductas, no siempre placenteras en la convivencia, defraudan las expectativas del otro. Esto podía pasar; cada uno podía haber abandonado al otro para centrarnos sólo en objetivos personales y no en los objetivos de los dos. Tal vez pasaba que los dos necesitábamos sentirnos bellos y deseados uno por el otro y sentíamos una gran frustración y la autoestima por el piso y una forma de sentirnos de nuevo atractivos y valorados era siendo infieles. Para mí no era así, yo estaba seguro de mí y lo hacia sentir seguro a él, con halagos, regalos y dándole la importancia que él se merecía.
Nuestra convivencia nunca fue monótona; otra de las razonas por las cuales entiendo uno puede ser infiel. Nunca descuidamos el tiempo en común por actividades personales ni dejamos de tener detalles cariñosos con nosotros. Una pareja sumida en la rutina y en el aburrimiento se puede venir abajo a causa de un encuentro con cualquiera que llegue y nos abarque con todo aquello que carece nuestra relación: el misterio, el encanto y el riesgo de sentirnos seducidos. Tampoco esto pasaba, siempre hacíamos cosas distintas, siempre nos divertíamos como locos, siempre disfrutábamos mucho uno del otro.
De igual manera era en lo sexual; el sexo era un elemento esencial. Los dos nos sentíamos satisfechos; teníamos amor y en la comunión de los cuerpos, todo era excitante. Incluso nunca nos prohibimos ninguna fantasía.
La búsqueda de nuevas sensaciones, podía ser otra causa que yo analizaba para entenderlo a Manuel. Si se había acabado la seducción del enamoramiento y se vivía en el aburrimiento la relación, él necesitaba, tanto como yo, seguir satisfaciendo la necesidad de sentirnos enamorados. La curiosidad de experimentar el sexo con otras personas y de vivir aventuras, es algo interesante para buscar un amante.
También me ponía en su lugar; cada vez que le fui infiel, lo hice con una persona totalmente opuesta a él, yo sí necesitaba seguir idealizándolo, creerme que Manuel era único. Quizás, él, hacia lo mismo. Cada vez que hicimos cama de tres, el tercero era absolutamente distinto a lo que soy yo, no sólo desde lo físico, sino también desde lo intelectual. Basta aclarar que, intelectualmente, no pasaba nunca nada en estas situaciones donde sólo valía el sexo, pero bastaba cruzar dos palabras para saber con quien estábamos.
Como pareja habíamos acordado tener, de vez en cuando, relaciones los dos con un tercero; si habíamos llegado a este acuerdo, ¿por qué Manuel seguía siéndome infiel?. Nunca amenace su libertad, todo lo contrario; nunca lo asfixie, nunca lo seguí ni cuestione nada. Incluso muchas veces salía solo. ¿Por qué buscaba la libertad siéndome infiel? ¿Por qué decía que me amaba y nunca respetaba los acuerdos?
La infidelidad es una prueba de fuego que destruye a aquellas parejas en las que falta el amor, pero fortalece a las que realmente se aman. Era, tal vez, lógico que yo no lo amaba más.
Sentí pasar por todas las etapas cuando me supe engañado; tome la decisión de seguir adelante con todas las consecuencias sin reprocharle ni vengarme. Sentí que si Manuel regresaba conmigo era porque yo era la persona con la que deseaba estar. También lo abandone, no podía olvidar el dolor, quería reconstruir mi vida sin él, me había hecho sufrir y me había engañado, pero también lo quería y probablemente seguía amándolo. Entre las dos opciones opte por un matiz, el de engañarlo también. Mi miedo pasaba por la idea de que por una simple cana al aire yo podía caer enamorado de otra persona y acabar con la relación con Manuel.
Vuelvo sobre lo mismo; su traición destruyo la confianza y la seguridad que sentía, ataco mi autoestima y me sentí inferior. A pesar de esto seguí sintiendo una gran dependencia emocional hacia Manuel. También me gustaron siempre los límites.
Pase de la indiferencia a la furia en un abrir y cerrar de ojos. Fui hostil y hasta perverso. Devolví sus infidelidades con más infidelidades, ya no podía detenerme. Me volví desconfiado y estaba tras cualquier pista que me asegurase que sus infidelidades NO habían terminado. Empecé a compararlo con mis amantes y todo avizoraba un final. Perdone, pero no olvide, y la relación juntos nunca volvió a ser la misma.
Una aventura sexual pasajera puede ser un error irreparable.
Lo miro, toma la taza de café y bebe un sorbo. Lo miro, y siento que en personas inseguras, como el, la infidelidad puede ser el único logro personal.

domingo, 11 de enero de 2009

Taller Literario


Desde el origen de la Poesía al lugar de la novela


En Mayo nuevos Talleres literarios. Clases grupales e individuales

Algunos temas que desarrollamos: YO escritor: el autoconocimiento: deseo mas voluntad/La confianza y el miedo/Teoria de la esperanza. Introductoria: ¿QUE ES UN AUTOR? Qué es la literatura, su finalidad y expresión./ La poesía: Sus orígenes./Naturaleza, forma tipos y tradición poética./Arte Poético. Reflexión sobre el arte propio. Verso libre y métrica. El origen oral del poema. Condiciones de la escritura. Énfasis, voz, estilo. Formas breves. Haikus. Senryu /Tanka./ Sijo Coreano. Ghazal. Pantan.Narrativa: intro al cuento. Estructura. Desarrollo. Poesía + Cuento: la idealización de la forma. Quién cuenta un cuento?/Definición/ Narradores/La reglas del juego./Importa el titulo?/Guía para la escritura de un cuento./La construcción de un personaje/Los diálogos./Narrar? Describir? Mostrarse?/Micro-cuento. Actitudes del escritor. Figuras literarias: retóricas: patéticas-lógicas-descriptivas-oblicuas./de dicción: añadir-suprimir-repetir-combinar./Tropos: Metonimia-Sinécdoque-metáfora. La Novela: Introducción. La novela universal.Clases de novela La estructura. El tema. Los personajes. El argumento. Cierre.

Más Información: Ricardo Z.
E-mail: elhabitodeescribir@yahoo.com.ar

sábado, 10 de enero de 2009

LA SEÑORITA YO -Cap 11 - Paréntesis



Manuel siempre fue el típico gay, aún antes de darse cuenta que lo era, supongo. Nunca dijo la verdad en su totalidad, bueno después de todo, todos mentimos un poco.
En el ambiente gay casi todos se creen o hacen los millonarios, los “pudientes” diría una amiga mia. Creen que son todos bellos, todopoderosos e inmortales: que una “loca” acepte el paso del tiempo como algo natural, sería el titular de los principales diarios del mundo. Ni hablar de los problemas, ninguna gay tiene problemas y la mayoría se siente orgulloso de su condición sexual y no de su ser persona. La no asumida, en cambio, va a terapia psicológica y a la salida, chupa pijas en el baño con la misma boca que más tarde besará a su mujer. Por supuesto que también están los gays solos, que dicen ser felices así; su discurso, siempre distorsionado e incoherente, dice que estar con alguien significa, para ellos, estar condicionados a esa persona. Etc. Etc. Etc. Etc. Etc. Etc. Etc. Y la lista sigue y es larga.
Si entras a una línea telefónica o un chat gay y alguien te dice que es maduro, hay que pensar que esta en una franja de edad que va desde los 60 a los 70 años. Si te dice que es versátil, llegara hasta vos y se pondrá en cuatro patas para que le taladres la cola, ese es pasiva cantada. También están las que te dicen morrudas, bueno imagínate ver en ellos un avistaje de ballenas. Y esto sigue, sigue…
La mentira es como un lugar común en al ambiente gay. Con el tiempo uno se va dando cuenta que no debe creer, al menos de noche, al menos en un boliche, al menos después de la cinco de la mañana, ninguna palabra dicha por una “loca”. A esa hora, con una copas de más y el pescado sin vender, lo gays, alzados, calientes cual horno de panadería, agotaran los adjetivos calificativos (bellos por cierto) para tratar de levantarse al primer macho que se les cruce; mientras tenga una verga y respire, todo funcionara bien.
Odio la mentira, odio la falsedad, detesto esa declaración falsa que tendrá como único objetivo hacerte preso de algo que no existe; el otro. Ya lo sé; a la noche todos los gatos son pardos, pero bueno de ahí a acostarte con Gotzila hay un largo trecho. La falta de verdad, la carencia de lo autentico siempre es constante. Con el tiempo vas aprendiendo.
Cuando comencé a salir, no tan joven por cierto, luego de terminar mi primera relación de pareja (escribo esto y me siento una especie de Liz Taylor), conocí todos los lugares gay de Buenos Aires, absolutamente todos. Yo era joven, demasiado, y por lo que dicen lindo, atractivo y simpático; condiciones necesarias para que se te abran las puertas del mundo. Y yo me abría y como me abría, solo me importaban las aperturas, sexuales, claro.
En esos años, en los cuales recorrí la noche, nunca pague entrada a ningún lugar gay, ni hice la cola para entrar en ellos (suena sexual pero no lo és). Pocas veces pague un trago, siempre me invitaban los dueños del lugar u otros hombres que se calentaban conmigo. No lo digo para vanagloriarme de nada sino para dimensionar un poco como era en aquel entonces el ambiente gay. Los años noventa fueron gloriosos; los vínculos con los otros aparecían naturalmente, espontáneos, sin artificios, sin imposiciones. Eran como devoluciones en miradas. Recuerdo que con un amigo llegábamos a Avenida Santa Fe y Pueyrredón para encontrarnos con conocidos y caminábamos hasta Callao. Esas pocas cuadras significaban, para nosotros dos, casi una hora y media de recorrido ya que nos paraban todos los tarjeteros de los boliches incitándonos a ir a los lugares que representaban. Nos daban entradas gratis, tragos gratis, nos daban interesantes charlas de cómo serian nuestras vidas si estábamos de novio con ellos. Nosotros reíamos y creíamos ser dos Adonis en un poblado azteca. Claro que en aquella época los tarjeteros eran divinos uno veía en ellos lo que se iba a encontrar en el boliche y era así. Los mejores eran los del templo de la movida gay de la calle Anchorena, verdaderas bellezas, como la gente que iba allí. También eran más selectivos; no todos recibían la entrada gratis. Eso también sigue siendo una constante; los gays eternos luchadores contra la discriminación, son los primeros en discriminar. Siempre parecieron nuclearse, detesto los ghetos, las feas van a un boliche por el centro, ahí encontrar una dentadura completa es un hito histórico, en el Sótano de Barrio Norte el ambiente cambia; son todos hombres mayores. Además de los gerentes el Sotana esta habitado por trabajadores sexuales y pendejos desesperados buscando un padre. Todo desconcentrado y todo ausente a la vez.
Ghetos, ghetos, cosas fragmentadas, adversidades. Búsqueda de la sin razón, del tiempo que no tiene tiempo porque todo parece ser apuro, todo urgencias. Si, los gays somos urgentes; todo tiene que ser ya, ahora, en este instante, el minuto a minuto de la televisión parece ser otro tópico. Todo ahora, el tipo que me sonríe es una posibilidad, el que me besa, un amor, el que me coje, lo inmediato. Todo ahora. Todos ahora.
En este ahora, y en aquel entonces, ninguna loca es pobre ni lo es ahora. Todas son viajadas, todas conocen New York; escribir Nueva York haría desmayar a más de una. Lo que no cuentan es que estuvieron cinco años comiendo arroz blanco para el deseado viaje. Cinco años secas de vientre por conocer las bondades de la Gran Manzana. Apariencias, todas apariencias y estructuras. ¿Para que mencionar la moda? Basta que salga alguna indumentaria nueva para que todas corran despavoridas a los locales que las venden a agotar en segundos los stocks, y los fines de semana vas al boliche y te sentís pertenecer a un colegio privado: todas uniformadas, todas igualitas. Originalidad cero. Punto cero. Nihilismo.
En mi paso por la noche conocí gente de mucho dinero y encantadora por cierto. Recuerdo que con mi amigo, ese con el que tardábamos horas en caminar unas pocas cuadras, un día en el reducto para la tercera edad se nos acerco un hombre, bueno mejor dicho un caballero. Simpático, entrado, correcto en todo el sentido de la palabra. Tendría unos sesenta años , era alto, de ojos azules y pelo canoso. Nosotros reíamos, y él se acoplo a nuestra alegría. Charlamos casi toda la noche, sobre todo cuando le confirmamos que no éramos trabajadores sexuales, (era algo que nos pasaba con frecuencia a mí amigo y a mí; antes de preguntarnos el nombre nos preguntaban cuanto cobrábamos. La verdad hoy estaría mejor económicamente si me hubiese dejado llevar por esas pequeñas tentaciones) ahí se distendió y pidió la primer botella de champagne (fueron tres en total). Alrededor de las seis de la mañana nos pregunta si queremos desayunar con él. Nosotros aceptamos, éramos extremadamente sociables o fáciles, en el lenguaje gay. No sabíamos quién era, tampoco nos interesaba saberlo. Llegamos al pie de la escalera y desde su celular hace una llamada. Subimos y vemos como, en la puerta del Sótano, un espectacular Mercedez Benz nos esta esperando con su respectivo chofer; ¿podía ser de otra manera?. Mi amigo me mira y dice ¡Subamos Nena!. Y…subimos.
Fuimos a un señorial hotel del Barrio de Retiro, al costado de la autopista . Cuando entramos al lobby del hotel decenas de personas que terminaban de celebrar un casamiento se dan vuelta para mirar a ese hombre mayor, con lo que habrán pensado, terribles dos gatos. Él, dándose por aludido, nos dice – volvamos a entrar para que nos vean mejor. Nosotros reímos y acatamos la divertida orden. Terminamos en su triplex de Avenida del Libertador. Fotos con presidentes del mundo, con su “Santidad” y otras tantas personalidades, adornaban un hogar enorme y acogedor. En la terraza una pileta con hidromasaje y todo el Río de la Plata como postal.
Charlamos largas horas, y cuando el sueño nos fue venciendo, ese caballero, con apellido de una de la grandes fortunas del país, dueño de un conglomerado de empresas multinacionales, ordeno a su chofer que nos lleve a nuestros domicilios. Hablamos un par de veces más, pero nunca más volvimos a verlo.
También fue exótico, y por demás erótico, que por un trabajo que realice, y sin querer provocar nada, termine en una intensa jornada sexual con uno de los mejores futbolistas del mundo; mulato él, que, terminado el empate por penales, me regalo una cigarrera de plata y tres mil dólares. Lo de los dólares fue un plus pos-orgásmico; me hizo sentir una prostituta, y me gusto. Y el otro personaje internacional, cantante, digno representante del tequila, supo ser mí dueño en otro hotel, por un instante claro, y tan buen amante no fue. De los famosos locales, pasaron algunos, pero prefiero olvidarlos, son más objetos que personas.
Otro personaje divertido que conocí fue Emmanuel alias el Conde, una mariquita extravagante que organizaba fiestas en su casa de San Isidro, sólo para no sentirse “solo”. Ahí si iba gente de dinero, como él, no como yo, que simplemente le caí simpático al Conde y cada vez que organizaba algo me llamaba. El Conde era,o es; la verdad hace mucho que no sé nada de él, algo así Golum, el personaje del Señor de los Anillos. Era horrible, rozando el limite con el espanto. Tenía mucho dinero y lo sabia. Sabia que cada hombre que se le acercaba amorosamente no era por él, sino por sus billetes. Buena gente el conde, buena gente.
En sus fiestas pasaba lo mismo que en cualquier boliche, pero todo era más selecto; todos se creían dioses, me gustaba compararlos con los hipocampos; se creían potros y eran pescados. ¿Qué feo no reconocer que uno, digámoslo diplomáticamente; es visualmente inaceptable no?. Uno puede vestirse bien, arreglarse, que se yo hasta… , no sé , un botox aquí un poco de colágeno allá… pero de ahí a ser un monstruo y creerse Narciso hay un largo camino. No pero las mariquitas , como rezan “antes muerta que sencilla”, se ponen todo encima, aunque les quede como el culo, total se usa y salen al ruedo, “si pica, pica”
Ni hablar de las musculocas; reprimidos patovicas que organizan sus vidas en el ejercicio del músculo y sobredosis de anabólicos, y después de los cuarenta son como panes dulces que se olvidaron de levar. Caídas, andan llevando a rastras huellas de cuerpos deformes, labios hinchados y pómulos forunculosos a punto de explotar. Horror. Nunca se sacan la musculosa, la llevan adherida al cuerpo y los jeans dejan de ser jeans para ser calzas.
Sí, el ambiente gay es una gran circo y en definitiva también pertenezco a el, uno no deja de ser un triste animal de costumbre, un león carcomido a latigazos antes de cruzar, por última vez el aro de fuego.

jueves, 8 de enero de 2009

LA SEÑORITA YO - Cap 10 - El primero es el tercero


Hace unas cuantas semanas que Manuel tiene un cambio de actitud; esta tranquilo casi sosegado, diría que demasiado. Lo miro con ternura mientras el duerme y Paula acompaña mis desatinos literarios. Lo miro, y creo que lo amo, al menos eso pienso, pero pensarlo también es no sentirlo. Inmediatamente me pregunto que amo de él y no encuentro respuesta. Decido no preguntarme más; no me sirve pensar tanto en esto: ¿Para qué pensar cuando no hay eco?
Un mensaje de Gonzalo llega a mi celular; me quiere ver. Contesto que no puedo, que viajo al otro día y no llego a terminar todo lo que tengo que hacer. Se enoja, es su problema. Juntarme con él será algo así como perder el tiempo en lo intrascendente, en la nada. Lo quiero, claro que lo quiero, pero necesito estar vacío de mí para poder estar con él.
Sigo escribiendo, sobre esas personas, sobre esa esquina. Pienso que una esquina puede ser todo un universo, un estar, una realidad diaria para muchas personas. Pienso que una flor en un muro, no tiene más que ese muro y los ojos atentos de la quien la observa. Esa flor es todo en el muro, y el muro todo para la flor.
Manuel se despierta y proponer ir a cenar a algún lugar lindo. Acepto.
Confieso que salir a comer es uno de nuestros programas favoritos; siempre la pasamos bien, nos divertimos y reímos mucho, algo constante en nosotros. Son como ínfimos momentos de felicidad o lo más cercano a ella. Claro que su mente siempre prepara el terreno para todo; me hace recordar a un personaje femenino de una novela que nunca me acuerdo su nombre; bien, ella era incapaz de disfrutar el momento, siempre estaba pensando el próximo movimiento.
Salimos del restaurante y propone caminar un rato. Aclaro: detesta caminar. Caminamos y reímos; me pregunta como estoy y contesto que bien. Seguimos caminando, ahora bajo un silencio que anuncia tempestades.

- ¿Pensaste en lo qué hablamos? – me dice sonriendo
- ¿En qué? hablamos tantas cosas. ¿En lo de alquilar otro departamento? – repregunto.
- No, en lo de tener una cama de tres. – dice –
- La verdad que no. ¿Vos queres hacerlo?
- Y… si.
- Hagámoslo – le contesto seguro –

Formas del amor, de la aceptación, de la idiotez, formas de la nada y el vacío. Caminamos nuevamente por Callao.

- ¿Cómo hacemos? – le pregunto-
- No sé… que sé yo… ¿vamos a un sauna?
- ¿Cómo a un sauna?, ¿a un sauna, a coger con otro? Bueno ¿dónde hay uno?
- Acá a la vuelta. –me responde –

Nada preparado, la cena, las ganas de pasarla bien conmigo, la caminata cuando no hay ganas de caminar. Todo armado; las ganas de otros cuerpos, del revolcón, del sexo Express, del sauna, de olvidarnos de nosotros porque no nos bastamos con nosotros mismos. Y es verdad ¿que tiene que ver el sexo con el amor?
Vuelvo a pensar en los celos, ese sentimiento que puede resultar peligroso, esta vez reconociéndome; siento ser apasionado, ansioso, un poco sadomasoquista y neurótico, y debo ser de proyectar mis propias tendencias a la infidelidad. Sí, me doy cuenta que tengo celos delirantes por sentirme abandonado, menospreciado y burlado, por eso lo ataco. Será el miedo a separarnos, no sé por qué. Mi vida sentimental es un no sé por qué. Siento que mí equilibrio emocional y bienestar psicológico se ven amenazado. Siento que lo voy a perjudicar a él. Cuando sentí esto la primera vez viví la situación como una tortura, incluso sentí deseos de venganza. En principio me encerré en el silencio hasta el drama y luego me entregue a la experimentación, de todo y de todos. No era cuestión que él viva más que yo.
La puerta de vidrio opalina es imponente, nadie que no lo sepa, pensaría que ahí se debaten grandes contiendas sexuales.
Traspasamos esa puerta y hay otra, vidriada. Tocamos un portero, la puerta se abre. Pagamos la entrada; él pago por la entrega, por el sexo, por el otro. Nos dan unas llaves, ojotas, toallas y nos dicen que no se puede transitar por el lugar vestido; sólo cubiertos por una minúscula toalla blanca. Me rió e imagino la toalla blanca como símbolo de pureza y castidad en un lugar donde la pija simula ser la cruz de un culo que es el santo sepulcro. Nos indican donde cambiarnos, algunos hombres, ya desnudos, salen de ese cuarto. Manuel no deja de mirarme. Con las toallas puestas en nuestra cintura salimos del cuarto en donde dejamos nuestra ropa.
El lugar es muy luminoso, hay una barra donde un mexicano, extremadamente vulgar, traga una hamburguesa gigante mostrando los pocos dientes que le quedan, empujándola con una cerveza. Me mira como mirando una posibilidad, ni siquiera me imagino tocar, por todo el dinero del mundo, esa bola grasienta, oliendo a cebada y destilando mostaza por sus aberturas dentales. Asco, siento asco. Si esto puede llegar a ser una cama de tres, la fantasía de Manuel acababa de morir.


- ¿Qué te pasa? – me dice Manuel mientras nos acomodamos en los taburetes de la barra.
- Nada, ese cerdo que esta ahí no para de mirar y hacer ojitos – contesto ofuscado- ni en pedo hago algo con ese tipo.
- ¡Pero vos estas loco, es un asco! Pidamos algo de tomar y quédate al lado mío, no te vayas, siento mucho pudor de estar acá.
- Pero ¿no querías estar acá? Además ¿adonde voy a ir? ¿Qué queres tomar?
- Tomemos un vinito.

Un vinito, la llave de entrada a su verdadero yo, su descontrol, su dejarse llevar por cualquier cosa que le digan, su ofrecerse. Total era el centro del mundo.
El vinito que allí venden es como un ácido que te carcome lentamente las entrañas, pero es la única bebida espirituosa ofrecida. También hay bebidas colas y mucha pero mucha variedad de bebidas energizantes. Todo tiene que ver con todo supongo, la entrada no es barata y pagar para un polvo e irse no debe ser lo ideal. Estas bebidas deben actuar soberanamente bien para poder seguir una jornada sexual intensa. No sé, supongo. Tomamos unas copas y veo que hay una escalera a la izquierda de la barra. Sugiero subir a ver de qué se trata, que habrá allí arriba.
Cuando nos levantamos, varias miradas nos buscan. Ya lo he dicho, nos veían altos, atractivos, simpáticos y, encima, éramos una pareja.
Pareja en el ambiente gay significa: “descuídate un segundo que lo perdes porque lo quiero yo” o su equivalente “te odio perra por estar con alguien y yo solo”. En cambio si te ven sólo la cosa cambia; te histeriquean más, dan más vueltas, joden y joden. Lo gay, por naturaleza, siempre será lo prohibido; nada mejor que desear al hombre del prójimo, aunque no este a tú alcance. Lo del alcance es relativo; Manuel estaba al alcance de cualquiera que le dijese algo “lindo”, y las locas de eso saben mucho. ¿Será una cuestión de género?, ¿o una cuestión de soledad?. Ningun gay va a asumir en su repútisima y triste vida que estar solo es feo. Los que dicen “yo estoy bien solo, para qué quiero un tipo, ni loca mi amoooor”; mienten, mienten. Todo esto lo dicen y justifican, enrredados sexualmente con el primer tipo que tienen enfrente; desnudándolo, deseando como loca que lo mire y le diga algo, le jure amor, y ahí la cosa cambia. De esa loca olvídate; esas que juraron estar bárbaros solos, cuando se ponen en pareja desaparecen. Se olvidan de amigos, padre, madre, abuela, hermanos, de su historia, sí!!! Esas locas cuando se ponen en pareja parecen olvidarse del pasado: nunca se enamoraron antes, este último es el amor de sus vidas, así no, despacito que me duele (en la primera vez claro) cuando tienen kilómetros de pija adentro, etc, etc,etc. Y los celos, la parte más cansadora, pues estas locas le harán la vida imposible al pobre tipo que tuvo la reverencia de fijarse en ellos. No podrán mirar ni siquiera al perro del vecino pues lo trataran de zoofilico. Miedo a perder todo, como siempre.
Ahí estábamos, los dos, en un lugar donde vale todo y contra todos.
En el primer piso, varias reposeras rodeaban un minúsculo jaccuzi que contenía los cuerpos de cuatro hombres, todos comprimidos. Uno de ellos; un hombre maduro daba vuelta sus ojos sintiendo las manos en su pene del adolescente que lo masturbaba mientras lamía su cuello. Los otros dos tocaban sus miembros viendo la escena de alto contenido gerontológico. Nosotros nos tentamos de risa y decidimos bajar. Caminamos por un ancho pasillo; una puerta de madera conducía al baño seco, enfrentada a ella los baños comunes; con duchas y más adelante el comienzo de la acción.
Una puerta conduce a una sala con televisor donde proyectan pornografía y los hombres se sientan en cómodas reposeras a masturbarse. Pensé rápidamente que, para masturbarme me quedo en mi casa, aunque no soy amigo del onanismo; me gusta tocar y que me toquen, me confiere la posibilidad de darme cuenta que siento al otro en mí.
Otra abertura conduce al laberinto, entramos. Pasillos mas angostos, todos negros, solo se ven las siluetas de los cuerpos y de vez en cuando resplandece la blancura de las toallas puestas en esos cuerpos. Toallas sujetas en las cinturas, de los que tienen cintura, pues me daba la sensación de estar en un lugar donde la gente no tenía formas.
Manuel me toma de la mano y transitamos esos pasillos. Algunos hombres no nos detenemos. Tocar significa, allí, detenerse y hasta ahora nadie merece esa quietud. Dos tipos cuando pasamos por al lado toman mi mano y la apoyan en su sexo; duro, muy duro. Seguimos, dentro de ese laberinto también hay puertas por las cuales se accede a pequeños cuartos con una camilla del tipo “masajista” en donde uno se mete a hacer lo que quiere. Observamos dentro de un cuarto, sobre la camilla, el cuerpo desnudo de una mariquita enceguecida de la calentura. Esta solo, refregándose sobre la camilla, pellizcándose los pezones, metiéndose dedos en el culo, gimiendo…Manuel me dice: - ¡No lo puedo creer, que asco esa loca!, y seguimos. Yo tampoco lo podía creer o sí que sé yo, a la distancia algunas cosas todavía me sorprenden. La loca estaba sola, era más feo que pisar mierda descalzo, se debe haber tirado sobre la camilla para ver si alguien, dentro de tanta oscuridad, y con dos o tres copas de más, se lo cogia. Supongo que al no tener suerte tenía que mostrar, a puertas abiertas, ese espectáculo erótico que no calentaba a nadie. En fin hay cosas que se hacen por amor, otras por soledad, lo del medio no existe.

- ¿Y eso? – me pregunta Manuel cuando salimos del laberinto y vemos otra escalera.
- Y … debe ser otro laberinto – le contesto desde mis supuestos.
- Me da miedo, la gente acá es un asco – exclama.
- Si viniste a tener miedo nos vamos – le digo.
- Bueno subamos y vemos que onda… –responde.

Si, otro laberinto, idéntico al de abajo aunque parece ser que la gente es más interesante. Lo transitamos igual que al otro. Manuel me dice cada cinco minutos que esta muy flaco, que le da vergüenza, que son todos feos, que él se ve feo. Ni lo escucho, ¿para qué?
Lo mismo; algunos nos manosean, seguimos caminando, nos detenemos en un espacio donde todos parecen detenerse, donde todos parecen ver un poco más la cara del otro pues la luz es un bien escaso en los laberintos, casi inexistente. El sexo manifestado en cientos de gemidos, manos extendidas al cuerpo que pasa, las vergas escapandose de las pelvis, los culos ofrecidos com mercancías al mejor pijón, el sexo, siempre el sexo, la gratiuidad, el instante. En ese espacio mínimamente lumínico vemos al único hombre que parece interesarnos a los dos.
Esta apoyado sobre el fondo negro de un lateral, nos mira, lo miramos. Bajo su toalla se ve claramente una protuberancia clamando urgencias. Vuelve a mirarnos, a llamarnos con la mirada. Camina hacia uno de los pasillos del laberinto, lo seguimos. Se detiene en otra pared. Caminamos hacia él, está solo, los tres estamos solos. Me siento totalmente solo; Manuel se acaba de desdibujar en mi mente: no sé quien es.

- Décile algo – le digo a Manuel.
- Me da vergüenza – responde.
- ¡Dale!-insisto.
- Pero ¿por qué no le decís …?
- ¡Dale!

Lo enfrentamos. Lo saludamos. Nos sonríe y respondemos a su sonrisa, casi verdaderamente. Es alto como nosotros, cuerpo atlético, torax bien marcado. Su pelo es entrecano, cosa que me fascina; siempre tuve fascinación por los hombres entrecanos, Richard Gere por ejemplo. No pienso en un anciano, sino en esos hombres hasta cuarenta y cinco años que presentan tonos grises y blancura en su cabeza. Bien; le decimos que somos una pareja. El nos dice que es versátil; si, pasivo-activo, le gusta penetrar y ser penetrado. Parece ser que uno es más o menos macho, más o menos hombre si es activo o pasivo. Absurdos. El dialogo puede desplegarse y no vale la pena, fuimos ahí a coger no a hacer relaciones públicas.

- Si ustedes tienen en claro lo que sienten, hacemos algo – dijo el hombre mirándome fijamente a los ojos.
- Sí. - le respondió Manuel.
- ¿Y vos? – mi dijo sin dejar de mirarme.
- Sí. – le respondí.
- Vengan acá.

No metemos en un cuartito. Andrés, el ilustre desconocido, regula con un botón la casi nula luz. Me siento sobre la camilla, él se acerca abre lentamente mis piernas, se apoya todo en mí y comienza a besarme.
Fuimos al sauna sin decirnos nada sobre lo que nos permitiríamos hacer y sobre lo que no.
Andrés no deja de besarme, de lamerme el cuello, bajar a mis tetillas. Yo lo beso, lo acaricio, rozo sus tetillas y desprendo lentamente la toalla que lo cubre. Su sexo esta a la deriva.
Se incorpora Manuel, con su pene erecto, por detrás de Andrés, lo toma del cuerpo y lo besa. Le apoya la pija dura, apoya todo su cuerpo en la espalda de Andrés y busca mi boca. Me besa profundamente mientras yo no dejo de acariciar a Andrés.
Varios minutos descubriendo los c uerpos con nuestras manos, de besos, de juntar tres lenguas en una sola boca. Seis manos dibujando geografías en tres cuerpos. Parecería ser todo matemático.
Antes de que viviéramos esa situación, pensé que me moriría al ver a Manuel con otro en una escena así; siempre trágico yo. La verdad fue un baldazo de agua fría a mi mente: no sentí nada.
Andrés me besaba mientras Manuel disfrazaba de latex su miembro tieso para penetrarlo. El primer intento lo hace parado, no puede. Suben a la camilla, yo me apoyo contra una pared y conecto mi boca a la de Andrés, Manuel lo intenta otra vez como un perrito y se le rompe el profiláctico. Andrés despega su boca de la mia y me dice: te quiero coger. Bueno –respondo- .
Bajamos los dos de la camilla, Manuel, que ya tiro el profiláctico, se acomoda abierto de piernas, me toma del cuello besándome profundamente. Siento el miembro cubierto de látex de Andrés, apoyándose en mí, jugando a poseerme. Manuel lleva mi cabeza hasta su verga y comienzo a lamerla, a chuparla, a sentir que me pertenece solo a mí, empieza a gemir.
Andrés me toma de la cintura, me lame la espalda, besa a Manuel y no puede penetrarme, va perdiendo la erección. Se saca el profiláctico, lo tira. Mira profundamente a Manuel y le dice: - Hácelo vos, él te ama demasiado. A veces también la visón de los otros puede ser una equivocación, lo erróneo. ¿ Qué lo hizo pensar que yo lo amaba?, ni siquiera nos conocíamos, o ¿fue quizás lo que le trasmitió mi mirada?
Manuel me penetra, sin forro, como hace tiempo. Mi cuerpo se entrego a él, con la confianza de la idiotez, del absurdo. Toda mi vida cuidándome, sexualmente, para entregarme a la persona más infiel del mundo; ¿qué me hizo pensar que si no se cuidaba conmigo si iría a cuidar con los otros, o con los antes de mí ?. Creyéndole todo, siempre, me entregue completamente a él, en lo sexual.
Me coge sin detenerse. Andrés me besa, sin detenerse, mientras se masturba. Manuel gime cada vez más y acaba a los gritos. También acabo, Andrés acaba. Todo acaba.
Nos cubrimos con las toallas, Andrés sugiere que vayamos a bañarnos los tres.
Bajamos, llegamos a las duchas Andrés y yo. Cae el agua caliente, vuelvo a sentir el agua como una caricia que limpia todo; la mugre interna y la externa. Andrés me besa, me dejo besar. Manuel no aparece. Toma el jabón y recorre mi cuerpo, se siente la voz de Manuel llamándome: - ¿Sergio dónde estas?. En la primer ducha – le respondo. Se mete con nosotros.

- ¿Por qué no me esperaste? – me dice.
- Veníamos los tres Manuel, no se donde te quedaste vos. – le respondo.
- ¿No viste quién esta?
- No. – le contesto y me cuenta del famoso cantante que estaba ahí yirándole a cuanto tipo se le cruzase. Me rió y después confirmo que era verdad, ahí andaba la loquita cantante chupando vergas por doquier.

Andrés nos cuenta que es psicólogo, que también tiene pareja, pero que esta de viaje y le contamos un poco de nuestras vidas. En ningún momento, Andrés, deja de mirar directa y fijamente a los ojos.
Terminamos de ducharnos, nos secamos y salimos del baño.
Andrés se sienta en la barra donde antes habíamos bebido Manuel y yo. Nosotros nos vamos al vestidor. En silencio nos vestimos. Termino primero y salgo. Voy a la barra a buscar las tarjetas de control que dan cuando uno entra. Me llama Andrés:

- La pase bárbaro, sos tan lindo.
- Gracias – le digo sin saber que decir.
- Me das tu celular- continua.

Tiemblo pálido, no quiero mirar para atrás, siento que voy a traicionar a Manuel.

- Eh…sí, no se donde te lo anoto – le respondo, sin saber en realidad que hacer y viendo como Andrés le dice al mozo que anote mi celular. El mozo sabe lo que esta pasando, cómplice sin querer.

Le doy un beso y aparece Manuel, nos vamos del lugar. Antes de salir entregamos la toalla, las ojotas y pagamos lo consumido. Estamos en la calle.

- ¿Qué hacías con el tipo? – me dice.
- ¿Con qué tipo?
- No te hagas el tarado, con el que garchamos.
- Nada, ¿qué voy a hacer?, fui a buscar las tarjetas, estaba ahí y lo salude.
- ¡Hácete el idiota! ¿No le habrás dado tu celular, no?
- ¿¡Qué taredeces decís!?

Tomamos un taxi, recorremos el camino en silencio, como cuando fuimos. Sentía mi pelo húmedo en el frío de la noche, olía en mi piel la amarga impresión de un jabón barato, de horas desperdiciadas. Siento la mano de Manuel tomar la mía, respondo también, pero sin mirarlo, ya es sólo una costumbre.
Llegamos al departamento, todo es quietud. Nos acostamos. Me doy vuelta y me abraza.

- ¿Cómo lo pasaste? – pregunta.
- Bien –le respondo – un copado el chabon.
- Si, la verdad que si.
- ¿Vos la pasaste bien?
- Si. Bueno, dentro de todo, sí.
- ¿Cómo dentro de todo?
- No me gusto que te bese ,y bueno que sé yo, no sé si hicimos bien en ir. –dice como si nada.
- Vos no te quedaste atrás con los besos, después de todo vos querías ir.
- Ya sé, sólo que me puse celoso.

Celoso, otra manera de victimizarse, ¿sabrá lo qué es sufrir por amor?, ¿sentir todo lo que yo sentía?.
Bien, Manuel quería un trío sexual, y lo tuvimos. Lo disfrute, sólo fue sexo; uno más en mis trayectos y no me arrepiento de no haberle dado a Andrés mi verdadero celular.

LA SEÑORITA YO - Cap 9 - Marco



Otra pelea más; ya no soporto ser el espectador de su narcisismo, de su aquí estoy impuesto. No sé, en realidad no sé lo que siento; celos tal vez. Recuerdo que Jacques Cardonne definía a los celos como “el vicio de la posesión”. No sé nada, no deseo poseerlo ni que me posea, sólo que me demuestre un rasgo de interés sin imposiciones. Los celos son un argumento fácil de la vida de relaciones, de la vida compartida, del amor. Son el germen de demasiados sucesos desgraciados. No es el miedo ansioso de perderlo, en definitiva ¿Qué estoy perdiendo?; ¿amor? Tengo demasiado para dar y que me den (no el precisamente), ¿poder? No, nada de poder. ¿Imagen personal o profesional? A nadie cuento de mi relación, es la primera vez que no lo hago.
Me jode que nada pueda ser natural en la vida de Manuel. Absolutamente nada se puede dar sin ser presionado. Estábamos en el Sótano, y como en cada salida nuestra; en las cuales pocas veces nos divertíamos, terminamos peleados. Detesto profundamente a la gente que bebe sin saber hacerlo; esas personas que con una copa ya no saben ni quien son. Bien, Manuel tenía la virtud de ser uno de ellos, con sólo sentir el olor de una bebida alcohólica ya estaba borracho, diciendo idioteces a toda loca que caminaba, encarándose a todos, ignorándome por completo a mí. Yo en un pub, en un boliche o en cualquier lugar gay no era nadie para él.
No lo aguante, mientras bailaba apretado con un tipo que intentaba besarlo, lo saque a empujones del lugar. Él decía no entender nada; como siempre, como cada vez. Yo lo insultaba con la primeras barrabasadas que me venían a la boca, y él las contestaba sin hacerse cargo de nada mientras, lloraba todas sus inseguridades.
En la plaza de Callao y M.T. de Alvear siguió la pelea, lo empujo, otra virtud de él siempre fue sacar mis partes mas nefastas (jamás creí poder insultar a nadie como lo hice con Manuel, jamás creí poder pegar o empujar a alguien como lo hice con él). Trastabilla, esta borracho. Cuando salíamos para el boliche me había dicho: - Mi amor hoy vamos a estar toda la noche juntos, vamos a pasar una noche bárbara nosotros dos. Después del boliche vamos a desayunar. Algo así como ideal. Yo no le creía, sabia que eran todas mentiras; el alcohol jugaría otra vez a ser su enemigo, nuestro enemigo.
Vuelvo; trastabilla, se repone y de su boca sale lo indecible. Digo lo indecible porque siempre dijo las cosas en el momento menos oportuno, como deseando de sobremanera estropear todo. Dijo:- Quiero coger con otro, ¿vamos a un sauna?.
Yo no reaccione. Sólo atine a decirle: - Me voy a dormir, anda vos -. Él con los ojos empapados y mirándome para hacerme sentir culpable dijo: Bueno…
Cruzo Avenida Callao, hace mucho frío, junio trajo el invierno montado en la exageración. Los camiones repartidores de diarios aparecen sobre una Buenos Aires helada. Camino por M. T de Alvear, la calle esta desnuda de cualquier movimiento, mi mente se esparce en imágenes y pensamientos negros. Siento que algo se termina de quebrar en mí. Él se fue a un sauna a revolcarse con el primero que lo mire, y yo lo deje ir. No me importo ni siquiera su borrachera, ni sus lagrimas mentirosas, ni nada de nada. Nada me resulta importante. Sólo quiero caminar un rato, respirar mi aire y sentirme vivo, sentir que estoy bien yo.
El frío comienza a enquistarse en mí, decido caminar solamente hasta Avenida Pueyrredón, quedan cinco cuadras.
Él apareció desde las sombras de la noche como una sombra más. Llegó con pasos muy lentos y me saludó. Yo no lo había visto, es que en realidad era una sombra más. Parecía lindo, pero la oscuridad no me dejaba verlo bien.

- ¿Cómo estas vos? - me dice una voz arriba de un metro noventa y pico de altura.
- Bien, ¿vos? – respondo sin poder dejar de ver y admirar esa masa enorme y negra de hombre que me estaba hablando.

Los hombres de color siempre estuvieron en mis fantasías, supongo que como a la mayoría de las locas. Me atraía el hecho, no sólo del color, sino del tamaño: lo negro significaría algo así como lo prohibido, lo oscuro y el tamaño, supongo que la magnitud de esa oscuridad, su dimensión.
Una pésima idea fue ir e el Sótano, dentro de algunos días no me olvidaré de nada y seguiré acumulando preguntas. Estoy pensando todo demasiado y eso me tortura. Vuelvo al inicio; pensar una relación es hacerla llegar a su final. Es desgastarse más que en su inicio.
Marcos - me dice que se llama- , tiene un resabio de acento portugués en su voz. Tiene 24 años, 2 hijos con una argentina, llego a Buenos Aires a los cinco años y es músico de bossa nova. El arte me persigue, pienso. Hace dos años que es trabajador sexual. Me dice que le gusto, como le debe decirles a todos. Contesto que no pago por sexo, aún no creo necesitarlo; falso prejuicio, ¿por qué el sexo pago esta asociado sólo a las personas de edad mayor? ¿Acaso no es interesante, y hasta divertido, sentirte el dueño de un cuerpo ajeno aunque sea por un par de horas?, ¿sentir qué es tú esclavo sexual?
Sigo mi camino, Marcos me resulto simpático y comprador. Deseo con todo el cuerpo, con todos mis sexos, que me llame y me diga que no me cobrará, ¿Por qué tiene que cobrar? Eso no pasara. En sólo una cuadra pienso en la palabras de Daniel al respecto de los celos; - vos no confías en Manuel, vivís desconfiando y sospechando y eso perjudica la relación entre los dos, sos una especie de Juana la Loca.
Rebato lo que él me dice: - si sospecho, es porque con cada sospecha vino la confirmación, a Manuel lo miro y se que me está mintiendo, y es horrible, nunca me paso algo así. No tengo miedo a que me deje por otro, sólo que me proyecto en otros y él me hace perder la confianza en los otros. Simplemente no creo en él.
Recuerdo que esa vez Daniel me pregunto si Manuel se ponía celoso: - Si – le respondí – es una especie de indígena de las Islas Marquesas, cuando esta borracho se pone celoso, además de yirarle a todo el mundo.
Esa vez, también Daniel, ante mi respuesta me dijo, - déjalo, te va a enfermar a vos - . Lamento no haberlo reflexionado en ese momento. En fin, nunca es tarde.
Llego hasta la esquina y vuelvo. Aparece nuevamente desde la oscuridad.
- ¿Dónde podemos ir - le pregunto –
- En la esquina hay un telo barato, vamos – responde sin darme lugar a la duda.

Llegamos, entramos, pagamos. La habitación esta en penumbras. Voy a bañarme, dice Marcos. Yo me desnudo, enciendo el televisor. Una película pornográfica presenta una mujer envuelta en una panacea de pijas.
Marcos dejo la puerta entreabierta. Veo el perfil de su cuerpo; impecable, inconmensurablemente negro y perfecto. La espuma blanca del jabón dibuja picos nevados en sus nalgas, sus manos lo abrazan, su miembro aparece enorme, desmedido.
Cierro los ojos, estoy en la cama, rodeado de espejos. No quiero verme aún, no me hace falta.
Aparece la enorme mole chocolateada, me sonríe mostrando una perlas muy blancas, presentando una boca que deja de ser boca para convertirse en vicio. Apoyando las manos en el borde de la cama se arrastra hacia mí. Besa mis rodillas, sube con la lengua por mis piernas, se detiene en mi pelvis dejando un surco de saliva. Mientras tanto sus dedos acarician mis tetillas muy suavemente. Ahora la lengua se adueña de ellas. Acaricio su cabeza. Ellos no besan - me dijo una vez un amigo- , consumidor de sexo pago. - Se equivoco, -pensé cuando Marcos entro con su lengua en mi boca hasta hacerme desesperar de placer-
Sólo sé que soy yo en ese instante. Nadie más, ni siquiera Marcos. Este instante es mío.
El beso duro varios minutos, mi boca repleta de su lengua caliente y húmeda, su lengua que baja hasta mi sexo, lo hace suyo; lo besa, lo lame, lo succiona de una forma que hace palidecer mis formas. Voy a estallar. Gira sobre mi sexo poniendo el suyo frente a mi boca. Baja lentamente y me pierdo en el: Chupa mi niño – dice el niño - chupa.
Gime, gime y gimo. Nos desprendemos y se arrodilla al costado de mi pecho; el semen brota sin parar de su sexo y el mío. El blanco líquido le sale como un disparo, no puedo dejar de ver esa pija enorme y negra regalándome la belleza blanca de su contenido. No duchamos y fumamos.
Me dice que quiere más, más sexo. Su pene empieza a erguirse en el cuerpo esculpido, la imagen de una grúa subiendo una torre metálica viene a mi cabeza. Vuelve a besarme, lo hace lento, muy suave. Su lengua acaricia mis labios, los sobrepasa Se mete en mi boca, juega con mi lengua. Su sexo es una daga apoyada en mi sexo. Me siento inútil ante tanto placer; Marcos hace todo. Da vuelta mi cuerpo sobre la cama, lame mi espalda, baja hasta mis muslos; los besa, los viste de saliva. Veo por el espejo su cara perdiéndose en mi cuerpo, haciéndolo suyo. Veo por el espejo como, sin dejar de lamerme, abre un profiláctico. Disfraza su sexo de látex y recubre mi cuerpo con el suyo.
Siento su sexo abriéndose camino en mi cuerpo, mi cara apoyada en la cama observa por el espejo los dos cuerpos pegados. La cara de Marcos sintiendo placer. Siento dolor, siento plenitud. Lentamente se levanta sin dejar de sostener mi cuerpo pegado al suyo. Vuelvo a mirarme en el espejo. Su cuerpo, detrás del mío, se levanta imponente, poseedor de mí. Me excito, me caliento, lo blanco y lo negro, el yin y el yan, la energía de los opuestos. Se mueve, se mueve, me mueve, se sigue moviendo. Se mira en el espejo, me da morbo, le pido que no deje de mirar como me coje. No aguanta. No aguanto. Los gritos de placer y dolor se confunden en el cuarto del hotel.
Suavemente sale de mí. Siento el vacío.
Nos duchamos juntos. Me besa larga y profundamente bajo la ducha. Nos vestimos y salimos del telo. Me da un papelito en el que, no sé en que momento, anoto su teléfono y su correo electrónico. – Llámame vos – dice. Le pago y le digo que si.
Paro un taxi en Avenida Córdoba . No pienso en nada, no quiero pensar en nada; aún tengo marcas y olor a sexo en mi cuerpo. Marcas y olores que me gustan. Ya no tengo frío.
El departamento esta vacío, me acuesto y miro nada. A los pocos minutos llega Manuel:
-¿Cómo estas? – pregunta por preguntar –
- Bien, ¿vos? - le respondo por responder -
- Más o menos, no volví a el Sótano, fui a tomar un café.
- ¿Si?, yo también.
Se acuesta a mi lado y me abraza. Pienso en Borges, pienso en 1964; “ya no seré feliz, tal vez no importa, hay tantas otras cosas en el mundo”.

LA SEÑORITA YO - Cap 8 - Yo: aquel que escribe lo que no dice


Manuel se fue a lo de una amiga, quedo solo en el departamento y agarro el, primer libro que se me cruza; leer puede hacer que me olvide un poco de todo y viva en una frontera entre la desesperación y la libertad, aunque nunca identifique que diferencia existe entre estas. Leo a Gilles Deleuze, una frase me cautiva: “el mundo es el conjunto de síntomas cuya enfermedad es el hombre. Frente a ello la literatura es una empresa de la salud”.. Pienso en la verdad de la frase; una frase pura, sin deslices, integra. La literatura me salva, me rescata de mí, me lleva a otro lugar, lástima que, a esos lugares, viaje siempre conmigo. Revierto mis pensamiento, tambien, a veces, la literatura es sólo una enfermedad, una letal enfermedad; vivir historias de las cuales, nunca, seremos protagonistas.
Me levanto con la taza de café en mano, me acerco al enorme ventanal que da a la calle, veo como cae la lluvia que parece danzar en vaivén animal y sonoro con los adoquines; un ritmo donde deslizarse simula la vida misma. Cada gota, rompe contra el frío desmedrado del cemento hasta convertirse en miles de gotitas, que inmunes a ellas mismas, toman un camino diferente. Algunas se orientan hacia el desagüe más próximo, otras encontraban abierta alguna grieta de tierra y se perderán allí, extasiadas de orgullo mineral en la grieta y las otras, tal vez las más osadas, seguirán un camino difícil de adivinar.
Vuelvo a mí lugar, el lugar de escriba, de escritor, de esa forma de buscar historias que aún no encuentran su forma.
Dejo la taza sobre la mesada de la cocina y vuelvo a la ventana, aún siento temor de sentarme a escribir. Veo un hombre solo, bajo un toldo, que no deja de fumar, parece no importarle el agua que cae torrencialmente del cielo. A su derecha una pareja que seguramente, creo, está discutiendo; el movimiento de sus manos y las expresiones de sus rostros no me hacen imaginar una conversación tranquila. Del otro lado del hombre que fuma, un joven que puede estar pensando nada o buscando la forma de escaparse de él mismo en este día lluvioso, gris, cargado de fatalidades que se saben y no se ven. Es domingo y cualquier suicidio puede ser noticia o normalidad.
Desde que tengo memoria o razocinio; dos formas absurdas de reconocerme en los errores, he vivido para escribir, he visto sangrar mis dedos dejando huellas rojas en el papel, he inventado historias que jamás me han sucedido y hasta me convencí, en algún momento, que era un escritor.
De pequeño escribí poemas que lograban estremecerme, de adolescente cada párrafo de mis cuentos me hacían caminar hacia un delirio que no me resultaba propio. Vivía cada uno de mis personajes al límite; me sentía preso de ellos y me escapaba, pero en cada mirada de los otros volvía a encontrarlos.
Después llego la duda, la maldita duda, ese no saber si uno escribe bien o mal, si uno escribe para uno o para los otros o, si en definitiva, busca el banal reconocimiento de la opinión ajena. Escribo sólo para encontrarme.
Borraba sobre lo escrito y volvía a borrar. La duda radicaba en el inicio, en el como empezar. ¿Debía escribir sin sentido y descubrirlo mientras escribía? o ¿debía darle un sentido antes de empezar a escribir?
Siempre tuve miedo, miedo a la escritura, a escribir lo no dicho por temor a desnudarme frente al mundo. También sentía miedo a detenerme, a no poder seguir, a cortar para siempre mí relación casi onírica con la escritura. El miedo, el temor, las cosas que me circundaban. Cada palabra que no escribía me aproximaba al ahogo.
El miedo, el temor, las cosas que me circundaban, la visión de la vida; el plátano que deja caer sus hojas hacia una muerte segura, la viejita posada en la puerta de un bar; olvidada del mundo por pertenecer a él, esa viejita arropada de negra muerte que espera, espera… espera la monedita que solo la sobrevivirá unos minutos, lo que duren en esas manos que ya no son manos sino pedidos ausentes, salvajes recurrencias.
Mi visión del mundo era no querer ver más, todo me lastimaba, todo me suicidaba.
Cuando quise escribir del amor, no sabia nada de el, cuando supe lo que el era pense en no escribir nada. ¿Para qué escribir sobre lo efímero, sobre lo perecedero? ¿Para qué escribir sobre lo que es sustentado en la base de lo que no será? En definitiva nunca busque amor, si, en cambio, busque a los otros, los vehículos que me llevarían al amor.
Escribir del amor sería caer en lugares comunes, en cosas chabacanas, en pequeños libros de autoayuda barata, que por cierto se venderían por miles pero que a mi me resultarían vergonzosos.
Dejo de ver la postal de lluvia y gente y atiendo el teléfono que no para de sonar. Por el visor, veo que es el número de la amiga de Manuel.

- Hola .
- ¿Qué haces que no atendes? – me dice la vos de Manuel
- No escuche el teléfono – le digo.
- Así que no escuchaste, ¿qué hacías?
- Estaba escribiendo un poco.
- ¿Que escribís?
- Palabras, cosas, después te muestro.
- Bueno en media hora llego mi amor. ¿Preparas la cena?
- Bueno te espero, un beso.
- Te amo.
- Yo también. Chau.

Por teléfono me pregunto que escribo, es la primera vez que lo hace, y por teléfono. Nunca se interesó por saber si escribía o no. Nunca. Aún sabiendo que esa era mi pasión primera, en ningún momento de nuestra relación se vio interesado en saber algo de esto. Nada me sorprende de él. Nada. Lo peor es que ya tampoco me molesta. - Te amo –dijo- y -yo también- le respondí. Me reconforta saber lo fácil que es decir te amo; no cuesta nada, sale fácil y el otro se lo cree, como yo me lo creí siempre. Me estoy acordando de Gonzalo, ahora lo entiendo.
Me siento frente a Paula, le pause ese nombre a mí computadora, me gusta jugar con eso de que es una persona y me escucha. Me gusta pensar que en algún momento, ella me dará una respuesta a mis preguntas.
Me siento frente a Paula, ¿de qué puedo escribir ?, ¿qué historia contar si nada siento propio, no pertenezco a ningún lugar? ¿Cómo contestarme para empezar a escribirme? Este decirme yo, y caer reconocido. No. No puedo. Alguien me leerá y juzgara los escritos; mis letras, mi desnudez, y pueden llegar a condenarlas hasta confinarlas a un incinerador donde morirá la historia y con ella, otra vez, yo.
Tengo miedo; recuesto el cuerpo en el respaldo de la silla, levanto mis brazos estirando las extremidades. Siento no poder seguir.
Preparo otro café y el primer sorbo me vuelve a la realidad dormida; - Estoy solo , siempre estuve solo, sobre esto debo escribir - , ¿sobre la soledad ? Sí, un tratado sobre la soledad; la maravillosa esencia del ser humano, el estar solo, el saberse solo. ¿Cómo empezar entonces?; quizá un diario intimo, una larga reflexión. No importa, se trata de empezar, eso es lo importante. Esta iluminación que me supone ser; satori en este momento.
Vuelvo a la ventana, Buenos Aires se puso gris y gélida como una amante olvidada. Pero lo que le pase a ella es su problema. Pienso, hago intentos de frases. Todo con mi mente, trato de conjugar en presente y futuro del indicativo, sin imperativos, un tiempo que ya no es tiempo, sino apuro.
Nuevamente mi vista se desliza hacia fuera, hacia la gente;¿ Acaso todos ellos no pueden ser una historia, o varias?. Sí, todos son una historia, todos pueden ser parte de esta historia. Debo escribir sobre los rostros de esta gente, sus soledades. En los ojos de las personas uno puede descubrir todo el dolor y el amor que guardan, todas sus miserias. Sus ojos les transparentan un interior próximo a agotarse. Sus ojos son la clave, la visión que debo tener para escribir. Este instante es irrepetible, cada uno de ellos mañana serán olvidos en este tiempo despiadado y poderoso que en un segundo absorberá las historias de sus vidas. Por eso debo escribirlos, debo perpetuarlos, debo crearles una nueva vida.
Regreso a Paula. Mí mente vuela, siento estar en un cuarto muy blanco; muy frío y vegetal. Siento la obligación de darle vida a esa hoja computarizada que aparece infalible ante mis ojos, de ultrajarla en letras. Llenarla de palabras redentoras, signos revelados que le darán origen y le indicarán procedencias.
Estoy solo frente a Paula, como un Dios cansado de hacer milagros, esperando el milagro de su salvación.
Mentalmente vuelvo a esa esquina y sus personas, cierro los ojos y veo nuevamente al hombre que no deja de fumar bajo el toldo, parece no importarle el agua que cae torrencialmente del cielo, la pareja que sigue discutiendo; el movimiento de sus manos y las expresiones de sus rostros no me hacen imaginar una conversación tranquila. También el otro hombre que fuma; un joven que puede estar pensando nada o buscando la forma de escaparse de él mismo en este día lluvioso, gris, cargado de fatalidades que se saben y no se ven. Vuelvo a pensar que el suicidio es un buen principio de domingo. Es domingo y cualquier suicidio puede ser noticia o normalidad.
Pienso en todo ellos como en un intento de violar la sabiduría del olvido, trasnochar lunas que no les pertenecen, transitar la perpetua visión de lo ajeno; sus creencias, el silencio, la nada que en la nada se recrea. Y el vacío, que en su palabra encierra todo lo que significa la vida: el destino y la muerte.
Siento que soy el dueño de esas vidas, siento que les daré mejor vida en mis letras o algo mejor; un escape a sus realidades.
Los veo diferentes, los siento diferentes. Parece que esa esquina es como una antigua morada que a perpetuidad acumula pasado, tan ajena a todo. Pero no hay ausencias ni vacíos, ni siquiera silencios pequeños y tristones; hay voces que la habitan ahora; oscuridades tempranas. Tengo que contar de ese lugar y estas personas, debo escribirlo; inventar e inventarme en cada historia. Lo que yo escriba no me asegurara la gloria que no persigo, ni me reafirmara en mis fracasos, será un intento más de sentirme presente frente a un fantasma; yo.
Definitivamente debo escribir de esa esquina que me resulta un club a la intemperie de gente que no encuentra, que no se encuentra, que ya se canso de buscar, de fracasados, de mis espejos.
Comienzo a brotar en palabras, mis manos vuelven a sangrar y renazco desde mí convertido en letras y silencios. No me importa la cena ni que Manuel regrese.
Afuera la lluvia no hace más que traerme presencias.