miércoles, 2 de septiembre de 2009

Concepto maorí de hau [espíritu]:


"Supongamos que usted posee un artículo determinado [taonga] y que usted me da este artículo; usted me lo da sin precio fijo. No hacemos una transacción al respecto. Ahora bien, yo doy este artículo a una tercera persona que, después de un cierto tiempo, decide retribuirme con alguna cosa a modo de pago [utu], me da alguna cosa [taonga]. Ahora bien, este taonga que él me da es el espíritu [hau] del taonga que he recibido de usted y que yo le he dado a él. Los taonga que yo he recibido por estos taonga (recibidos de usted) es menester que se los retribuya (…) ya que son una hau de los taonga que usted me ha dado. Si yo conservara estos taonga para mí, podría ocasionarme algún mal, incluso la muerte. Este es el hau, el hau de la propiedad personal, el hau de los taonga (…)"

MAUSS reformula el principio de la siguiente manera: "El taonga y todas las propiedades que rigurosamente se denominan personales tienen un hau, un poder espiritual. Usted me da uno, yo se lo doy a un tercero; este me retribuye con otro, porque está poseído por el hau de mi regalo; y yo estoy obligado de darle esta cosa porque es menester que yo retribuya lo que es en realidad el producto del hau de su taonga".

De este modo la obligación de retribuir entre los maoríes se fundamenta sobre el hecho de que la cosa no es inerte, y que aún cuando la cosa abandona aquel que la regala, sigue siendo en cierto sentido suya, sigue estando animada por su hau, hau que persigue a todo aquel que sucesivamente la posea, y que no descansa hasta que el regalo original sea retribuido por medio de nuevos bienes o servicios que desandan el camino. Estos nuevos bienes o servicios, en cuanto constituyen a su vez presentes de derecho propio, crean una nueva obligación de retribuir, y así sucesivamente, estableciendo una circulación continua y obligatoria de riquezas, tributos y dones.

Esta forma del hau constituye, para MAUSS, la estructura fundamental del lazo jurídico creado por la transmisión de una cosa y el primer escalón para la construcción de una teoría general de la obligación. Lo importante de destacar es que en el derecho maorí el lazo de derecho, lazo a través de las cosas, es un lazo de almas, ya que la cosa tiene ella misma un alma, proviene del alma de quien la cede. De donde se sigue que ofrecerle alguna cosa a alguien es ofrecer algo de mí. Y es en virtud de esto que también se entiende la obligación de retribuir: se trata simplemente de devolver a cada persona lo que es parte de su naturaleza y sustancia, puesto que aceptar algo de una persona es aceptar parte de su esencia espiritual y la conservación de esta cosa sería peligrosa y mortal en la medida en que su esencia espiritual le otorga cierta clase de poder sobre uno. Asimismo, en virtud de su tendencia a regresar al lugar de origen, esta cosa tenderá a producir un bien equivalente que le servirá de reemplazo.

Asimismo, estos sistemas de prestación total no sólo estipulan la obligación de retribuir, sino la obligación de hacer dones, por un lado, y de recibirlos, por el otro. Es este juego de obligaciones contrarias y simétricas el que asegura la circulación continua y constante de los bienes y, consecuentemente, de los lazos espirituales entre las cosas y los individuos y los grupos, en la cual todo va y viene constantemente.

La Gestión Cultural en el Tercer Milenio.


Se decía que el nivel cultural de los pueblos se media por su conocimiento de las bellas artes, por su música, pintura, etc. Hoy el nivel cultural debemos medirlo además; por la capacidad del pueblo de vivir en libertad, por su solidaridad de convivencia, por la felicidad de su gente, por su crecimiento armónico, por la capacidad de construir un futuro mejor. También la mediremos por su participación creativa, por su capacidad para crear arte, por su conducta social, por su capacidad de encontrarse a sí mismo, por sus aptitudes de identificarse culturalmente dentro de un contexto en un momento y lugar determinado, por su capacidad de reconocerse en un pasado, de protagonizar con trascendencia el presente y de proyectarse con racionalidad hacia al futuro; esto se denomina democracia cultural.
La gestión cultural debe otorgar preeminencia a quienes va dirigida y no quien la dirige: no va delante de una comunidad, camina con ella.
El hombre como tal se encuentra avasallado en forma permanente por la realidad: preocupaciones, frustraciones, ansiedades, resentimientos, miedos y va creando una lenta desintegración de la personalidad; una especie de hombre dividido en sí mismo. Si esta características no responden a algo estrictamente natural (enfermedades, fenómenos meteorológicos, etc.) nos damos cuenta que son de tipo cultural. La mayoría de las personas están acostumbradas a ser dominadas o castigadas por su mal comportamiento y pocas veces reconocidas por sus virtudes. Se nos ha educado para ser apocalípticos, para la agresión y para la defensa, así, carecemos de autoestima y de imagen propia. El hombre es ambiguo por naturaleza y esa ambigüedad lo divide y lo transforma en un ser dominado.
Esto, que es una realidad, se agrava día a día con la cultura del entretenimiento, ese mercado de vanidades, de lo espurio, de lo superficial, que hace de la estupidez una institución, despersonaliza al individuo, le provoca vacíos culturales para llevarlo a : pensar-hacer-sentir-decir-consumir y producir lo que esta “cultura hegemónica” determine.
Así, incorporamos patrones culturales, comportamientos que nos llevan a quitar legitimidad, disminuir y desmerecer a los actores de procesos legítimos.

Esta era global que estamos viviendo nos enfrenta también a nuevos problemas, uno de ellos es la inestabilidad de los conocimientos. Antes, estos conocimientos perduraban a través del tiempo y pasaban de una generación a otra. Hoy si algo es de determinada manera, mañana se demuestra lo contrario y pasado se vuelve a formular. Denominamos a este fenómeno “aceleración del cambio” o “dinámica de la provisoriedad”: el hombre se queda sin normas, se desestructura, pierde seguridades, se produce un estado anómico, no se degradan los valores morales, sino que se presenta la angustia y la crisis por falta de normas.
La cultura tiene el deber de ayudar a vivir dentro de ese estado de provisoriedad donde la ética debe ser el principio rector.
Hay que aprender a vivir en la anomia sin desestructurarnos.
La gestión cultural no pasa por acciones redentoras , paternalistas o moralizadoras; tampoco por un espectáculo o un pasatiempo. Pasa , si, por establecer ámbitos de comunicación y de expresión en donde estos u otros planteos se manifiesten libremente y se den las condiciones para encontrar los canales naturales de solución.
La gestión debe darse en un marco de realidad social, solidariamente con el cuerpo social en su totalidad y con sus preocupaciones. Este es el sentido popular de la cultura que nos lleva indudablemente a una evolución cultural.
Al hablar de evolución caemos en el eterno duelo entre cultura consagratoria vs cultura popular. Lo consagratorio no sirve cuando se queda en el reducto de los elegidos de turno, tampoco sirve lo popular por el mero hecho de hacer difusión en abundancia, plurisectorial y pluriespacial. En cambio todo sirve cuando somos capaces de interpretar al pueblo, de reconocer su historia, rasgos y costumbres, cuando somos capaces de justipreciar a sus creadores, de acompañar sus manifestaciones, de entender sus aspiraciones; cuando en definitiva tenemos capacidad de traducir la suma del acervo espiritual de una comunidad, creando condiciones presentes que nos permitan proyectarnos en pos de un destino superior.

“ Las grandes transformaciones van a venir de la soledad de los pequeños grupos , no de los grandes
Helber Rged.


La idea de nación como unidad, debe estar vinculada a las culturas regionales que forman indudablemente la cultura nacional.
Para que una gestión cultural sea eficaz debe existir, por parte de los niveles superiores de decisión, una voluntad política de llevarla a la práctica.

Ricardo Z.

PANORAMA DE MESSINA DESTRUIDA


Augusto Ferrari

Curador:

Alberto Goldenstein


Inauguración:

jueves 3 de septiembre a las 19 hs.

Fotogalería del Rojas: Av. Corrientes 2038
Cierre: miércoles 21 de octubre
Entrada: gratuita

Horario: lunes a sábado de 8 a 20



La Fotogalería presenta la obra fotográfica del pintor Augusto Ferrari, en especial aquella producida y utilizada como base para la realización de sus murales pictóricos en Argentina e Italia entre 1914 y 1926.

En el Rojas se exhibe íntegramente el panorama de la ciudad de Messina (Italia) tras el terremoto que sufrió en 1908, y que Ferrari fotografió para la realización de una gran pintura mural expuesta en Turín en 1910.

Completan la muestra algunas fotografías de desnudos y escenas posadas que el artista utilizó para transferir a sus murales de relatos bíblicos.

Esta puesta, posible gracias a la generosidad de su hijo, el artista León Ferrari, permite además apreciar una fotografía que, abordada como auxiliar de la pintura, logra trascender el carácter accesorio y manifestarse como pieza artística en sí misma
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Augusto Ferrari: Augusto César Ferrari nació el 31 de agosto de 1871 en San Possidonio provincia de Módena, Italia. Por imposición paterna estudió arquitectura en la Universidad de Génova. Terminados sus estudios en 1892, sin ayuda familiar se radicó en Turín donde estudió pintura en la Academia Albertina y Estilos Antiguos y Modernos en el Museo Industrial de esa ciudad. Las dos guerras destruyeron los archivos de estos centros de estudios. En la Universita degli Studi de Génova se localizó una inscripción de Cesare Ferrari en la ”Rubrica degli iscritti alla Faculta di Ingegneria”, curso 1889-1990. Del Museo Industrial se conserva una acuarela con una nota de Ferrari que dice: “proyecto hecho en el Museo Industrial de Turín en 1897” . (fig 1) En la Academia Albertina se conserva una carpeta con numerosos documentos (inscripciones, exámenes, premios) fechados entre 1893 y 1899. Trabajó en tres disciplinas, pintura, arquitectura y fotografía, en Italia hasta 1914 y desde 1922 hasta 1926, y en la Argentina desde 1914 hasta 1922, y desde 1926 hasta su fallecimiento en 1970.