lunes, 15 de noviembre de 2010

HISTORIA DE UN MATRIMONIO


Andrew Sean Greer

“Todos creemos conocer a los que amamos. Pero lo que amamos resulta ser una mala traducción, una traducción hecha por nosotros mismos de un idioma que apenas dominamos.” Pearlie Cook inicia el relato de su vida con una devastadora exploración del misterio que encierra toda relación íntima. Estamos en 1953, y la joven Pearlie vive en San Francisco, en una apartada y neblinosa zona residencial junto al océano. Allí, cuida celosamente de su hijo y de su apuesto marido, Holland, de salud delicada desde que volvió de la guerra. Para protegerlo de sobresaltos innecesarios, Pearlie suaviza el sonido de los timbres de la puerta y el teléfono, y elimina del periódico las noticias desagradables. La vida familiar transcurre con placidez y armonía hasta que, una mañana, un desconocido aparece en la puerta de su casa, y todo cambia. El relato de Pearlie, reflexivo y sutil, sobrio y pausado, cobra creciente intensidad con inesperadas y sorprendentes revelaciones —sobre sí misma, sobre su marido, sobre su pasado— que mantendrán en vilo al lector hasta el desenlace. Está ambientada en la América de la posguerra, los años de la guerra de Corea, la segregación racial y el juicio de los Rosenberg. Una época de supuesta inocencia y simplicidad, que en realidad estuvo marcada por las barreras invisibles del miedo y el silencio. El libro ha alcanzado las listas de más vendidos en Estados Unidos, Francia, Italia e Inglaterra.

ANDREW SEAN GREER nació a finales de 1970 en Washington, D.C., de padres científicos. En 2000, su primer libro, How it Was for Me, una colección de relatos, recibió una cálida acogida de la crítica. Le siguieron las novelas The Path of Minor Planets (2001) y Las confesiones de Max Tivoli (Destino, 2004), que en apenas unos meses se convirtió en un bestseller internacional y confirmó a Greer como uno de los más interesantes escritores de su generación. En la actualidad vive en San Francisco.

Guerra de Divas o de Divanes?


L. me abrió la puerta y me llamo: - Pasa, ¿cómo estas? –me dijo mientras me abrazaba y daba un beso- hacia mucho que no venias, sentate… ¿Querés un café?.
L. se sentó en el sillón de cuero negro frente a mi, delicadamente acomodo un mechón de cabello que le caía sobre los ojos y volvió a sonreírme. Hasta ese momento ni siquiera había saludado a L., me limite a mirar ese lugar en el que tantas veces había estado, la paredes claras, la música apenas perceptible, la descarada belleza de L. mezclada con su, también descarada, capacidad de reflexión.
Me senté frente a L.

- Acá estoy, otra vez – le dije.
- Esta muy bien que estés aca otra vez.- respondió.
- Estaría muy bien si fuese una visita a un amig@, no a una terapeuta, no digas palabras equivocas L. Si estoy acá no es precisamente porque este bien yo.
- Tenes razón. De todas formas me alegra verte.
- A mi no me alegra verte por estos temas.
- ¿Qué te pasa R.? me dijo mientras volvía a acomodarse el mechón que caía otra vez sobre sus ojos, y fijaba su vista en mí.

El silencio volvía a hacernos compañía. Mire esa sala cargada de colores pasteles, despojada de cualquier lujo, con una biblioteca de libros que le robaría, tan sólo para descifrarme.

-¿Por qué lloras – fueron sus palabras siguientes, mientras me acercaba una caja de pañuelos.
- Porque sigo confiando, porque creo que todo se va a ir solucionando, de a poco, no sé, lentamente. Creo que todo va a estar bien, pero no soporto estar mal…. Tal vez aparezca una solución…..no sé… confío en que será así…. ¿Vos qué crees?
- Creo que es la primera vez que te escucho hablar y no decís nada, creo que estas pasando algo complicado… veamos un poco lo que queres decir, ¿te parece? – me dijo y volvió a sonreírme. Su sonrisa me dio tranquilidad. Tanta tranquilidad que le dije:

- L. con todo el respeto que te mereces: ¿Vos sos pelotuda o te haces?. Te pregunto ¿qué crees y me respondes que YO NO DIGO NADA?. ¿Por qué mejor no me decís que no entendes lo que digo y me evitas un ataque de ira.

-Cálmate R. estas nervioso y muy sensible lo único…
- ¿Cómo no me voy a poner nervioso si me respondes tamaña gansada?!
- Hasta que no te relajes hablemos de otra cosa… este … ¿cómo va tu escritura?
- ¡Cómo la argolla de las monas Tití va! , ¡cómo eso!, ¿cómo voy hablar de otra cosa?, ¿de qué escritura me hablas si no me sale escribir ni mí nombre?. Pero lo único que falta, ¡qué te hable de lo que escribo…!
-Bueno la escritura es un reflejo …..
- de tus pendejos será un reflejo!! – le grite- ¿Qué, me vas a dar una clases de literatura ahora?, Yo estoy al borde de cortarme las venas con un tenedor de plástico y vos me queres hablar de lo que escribo? Hagamos terapia por msn y descíframe por ahí !!
- Definitivamente estás muy violento- insistió mientras se acomodaba por tercera vez ese mechón de mierda que, a esta altura, me parecía una cuerda conduciéndome a un abismo de dudas.

En ese momento entendí como uno se disocia y puede dejar de ver la belleza de las cosas en un instante, justo en ese instante para mi L. era… la nada.

- Porque mejor no te cortas ese mechón pedorro, te maquillas bien; sos lo más parecido a Gasalla en el personaje de Soledad Dolores Solari, y hablas alguna coherencia, porque no te voy a pagar $120 para hablarte de mis cuentos sin que mínimamente me des una ruta para mi angustia?!! O al menos usa los $ 120 para comprarte una camisita decente y no esas blusas ochentosas con volados tipo Loco Mia…

- R. te aprecio mucho- dijo con su parsimoniosa voz, mientras se ponía de pie – pero hoy estas muy nervioso, entiendo atravezando algunas crisis existencial y, además te reitero, violento.Te invito a que te retires y vuelvas el jueves próximo.¿Te parece bien a las 16 hs?

Me levante del sillón, devolví su sonrisa con otra y le dije: - L. anda a la reputisima madre qué te parió! Y mira más televisión porque esta sesión cóbrasela a Magolla.

No sé que paso, pero luego de esos 10 minutitos de Kill Bill con L. quede como renovado, casi nuevo. Salí a la calle y el aire circulaba por mis pulmones como llenándome de energía. Creo que las 50 cuadras de distancia que me separaban del departamento, no las caminé, las volé. Llegue, me duche, cene y me acosté en paz conmigo mismo.
No hay con que darle L. es lo más. Después dicen que la psicología no sirve para nada; pero por favor!!!!!