lunes, 8 de febrero de 2010

La quinta pata al gato


C. sólo tenía un defecto.
Pensa y respóndete.
Dale.
¡Pensá un poco che!, no cuesta tanto, a lo sumo terminas como yo.
¿Y?... ¿nada?
Bien, te lo cuento.
Llegue a “la cita” 15 minutos antes de lo previsto. A las 22 hs, en punto, lo llame, no atendió. Le mande un mensaje: -Llegue. Me respondió: qué puntualidad! No te enojes Báncame, en 20 llego.

1er error: detesto la impuntualidad.

Desde las 22 hs hasta las 22:20 fume 10 cigarrillos, camine 50 cuadras y cuando llegue a la esquina donde nos encontraríamos con C., yo ya no era una persona; era una gota de agua. Estaba empapado (36 grados de calor), todo mojado, ni aroma al puto perfume que me había puesto tenia. Y ahí estaba C…y yo llegando.

- ¿Cómo estas R.? – me dijo y, si previo aviso, tomo suavemente mi nuca y me dio un beso en la boca.
- Biiieeennn y voooosssss – le dije con cara de desahuciado cual Lucecita Benítez en sus patéticas novelas, todo transpirado y colorodo como culo de mandril.
- ¿Vamos?, el lugar es acá nomás – me dijo mientras me agarraba la mano sin importarle una mierda de nada (a mi tampoco te cuento) y me llevaba quien sabe donde.

Fueron las cuatro cuadras más lindas y largas que camine en mi vida. Lindas por lo de las manitos vio (soy un romántico en el fondo) largas porque no hablamos una sola palabra. C. no emitía sonido, sólo caminaba lentamente a mi lado, los pasos se acompañaban y todos y todo alrededor nuestro, simplemente, no existía.
Llegamos al coqueto e intimo restaurante. El encargado abrió la puerta y lo saludo por su nombre.

2do error: Mis malos pensamientos: este hijo de puta debe traer a todos acá. (igual lo disimule como un señorito ingles, pues mi cara de culo son muy evidentes, pero en esta zafe).


El lugar estaba totalmente iluminado por velas (muy mariquita todo, pero encantador). Era todo muy blanco. Había poca gente y realmente la atmosfera era muy intimista. No sentamos, ordenamos la comida (bueno, la comida exquisita, pero viste como son esos lugares, las porciones son milimétricas y carísimas, en fin, es un comentario al margen).Un vino tinto que fue un elixir en mi garganta y un postre que mezclaba una tartita de limón con una salsa de chocolate que pensé que me llevaba a un orgasmo bucal. En fin, lo interesante no fue esto.
Lo interesante fue la conversación, el dialogo bien dispuesto (donde uno habla y el otro escucha y viceversa). Lo interesante fue que durante 4 horas, sentados en una mesa, no dejamos de mirarnos a los ojos, de callarnos cuando fue necesario. No dejo de agarrarme la mano cada vez que se le canto, y sin importarle nada de nada, decirme cuanta cosa bella puede abarcar solo las palabras.
Lo importante fue darme cuenta que C. podía ser el amor de mi vida (o al menos un intento).
Los mozos fueron apagando las velas una por una. Yo podía sentir el aliento de ellos susurrándoles a las llamas. Todo parecía ocurrir en cámara lenta.
Pagamos, nos levantamos, me tomo de la mano y salimos del lugar. Una cuadra después se paro, me rodeo con sus brazos y me beso lenta y profundamente.
Mis nervios se habían desvanecido, como se desvanece todo.
Pero te iba a contar del defecto ¿no?