lunes, 4 de octubre de 2010


Cumplir… conmigo.


El viernes cumplí años.
El viernes cumplí algunos años.
El viernes fue 1 de octubre y cumplí años.
Quiere decir que haber nacido un primero de octubre me hace ser del signo de Libra, por un lado y por el año de nacimiento Chancho (horóscopo Chino no?)
Entonces el primero de octubre del 2010 cumplí algunos años.
Si, volví a cumplir años, supongo que tengo que estar contento, que sé yo; es un año más de vida, un año más de cambios, de vivencias distintas, de gente que llego a mi vida, de otra que se fue y quizá de otras personas que nunca llegaron a estar.
El viernes cumplí años y no fue un día distinto a todos. Fue solo otro día más en que iba a estar conmigo.
Tome mate en mi cama, mientras el teléfono, desde la ocho de la mañana no dejaba de sonar. Si, me llamo gente; amig@s, conocid@s, olvidad@s. Me mandaron mails y mensajes amig@s, conocid@s, olvidad@s. No voy a decir si muchos o pocos, fueron llamados y mensajes. Debo confesarte que no atendí a muchos, pero si respondí todos los mensajes. Pasa que no tenía ganas de hablar, en realidad casi nunca tengo ganas de hablar (ya no puedo mentir más con esto). Capaz que esto si tenga que ver con la edad, pero hace tiempo que siento hablar por obligación, por el sólo hecho de tener voz, por el sólo hecho de ser un ser que habla, creo que algún día me callaré para siempre, independientemente del orden natural de la vida.
Hace años que me confundo con mi edad y no porque tenga complejo alguno, no sé que causa motiva este desconcierto, pero siempre creo que tengo mucha menos edad de la que tengo y esto me hace quedar como un imbecil muchas veces; no con los otr@s, sino conmigo mismo; sobre todo cuando me descubro haciendo idioteces, como corazoncitos en mis cuadernos de trabajo, perderme en la calle pensando que me chocare abruptamente con el amor, y descubrir que realmente me perdí y no sé donde estoy, o llenar mi botella en el trabajo con agua hirviendo pensando que es la fría y me doy cuenta cuando me estoy quemando las manos que la sostienen mientras la pobre botella de plástico queda hecha una pasa de uva o cuando voy a una reunión un martes y resulto ser un viernes, o cuando me piden hablar de un tema y les hablo de otra cosa y solo reacciono cuando la gente comienza a murmurar: ¿de qué habla este pelotudo?, etc,etc. Son olvidos, son edades o pendejadas, llámalo como quieras, el tema es que cumplí años.
El día de mi cumpleaños me dedique a pintar los marcos de ventanas y puertas en mi casa, ordenar algunos libros, escribir algunos poemas, terminar de corregir unos capítulos de un libro que estoy terminando y comer la exquisita torta que me mando mi madre. Dormí un rato y me despertó el escandaloso sonar del timbre; un amigo que pasaba a saludarme de imprevisto con una torta de regalo. Café, té, charla y otra vez solo.
Seguí pintando y escuchando a Sumi Jo y sus exquisitas arias. Entre la excelsa voz de esta soprano y el pincel acariciando de blanco la puerta no pude dejar de invadirme de una angustia insoportable. El teléfono seguía sonando, Sumi tronaba su voz y el pincel lograba un frenesí vertiginoso sobre la madera. Llore como hacia tiempo que no lloraba, ese llanto silente y dañino, ese llanto traicionero que no sabes de donde sale y por qué, ese llanto que brota en el abismo del alma, ese maldito llanto enquistado. Mi mente convulsionaba con el vacío de mi departamento, con el silencio de la noche que había caído como el peor de los telones de una obra que no presentaba final.
¿Sabes que me da miedo de mis cumpleaños? Saber que hay gente que ame que ya no me llamara más, simplemente porque no están más, me da miedo saber que mi madre estará triste porque no estoy con ella y mis hermanos (por más que finjan felicidad telefónica), también me da miedo que los regalos no me gusten y tenga que sonreír y aceptar (en fin este año no me regalaron nada), me da miedo que cada 1 de octubre parezca tener 48 horas y no termine nunca, tengo tantos miedos aun que deseo cumplir todos los años juntos para que estos se vayan.
Mientras caía el telón con mis lágrimas seguía esperando ese llamado o mensaje que nunca llegaría. Si, recibí mensajes y llamados; amorosos, calidos, picaros, esplendidos, nostalgiosos, pero el que esperaba nunca llego. Todavía espero que me llame o que me escriba o simplemente sentir que me recuerda, pero no sé que esto no va a pasar.
El viernes cumplí años, sólo cumplí años, estando solo cumplí años y tome una decisión que es cuestión de tiempo.

LA MUJER TEMBLOROSA...o la historia de mis nervios.





Un libro que encantará a los lectores de Sacks, porque tanto en Siri Hustvedt como en Oliver Sacks el conocimiento científico y la capacidad de empatía están estrechamente unidos - Hilary Mantel, The Guardian

Un libro erudito, fascinante, que hace que la relación entre mente y cuerpo nos asombre aún más - Oliver Sacks

Mientras hablaba en un homenaje que le hacían en la universidad a su padre, fallecido dos años antes, Siri Hustvedt comenzó a temblar. Pudo terminar su discurso aunque sus brazos y sus piernas se estremecían de un modo casi incontrolable. Era como si se hubiera vuelto dos personas, una oradora serena, y la mujer que temblaba. Los ataques se repitieron.

Ésta es la lúcida crónica de la búsqueda de un diagnóstico y que hará que la escritora se interne en los vericuetos de la psiquiatría, la neurología y el psicoanálisis. Participará también en un grupo de estudio en el que los especialistas buscan crear un nuevo campo, el neuropsicoanálisis, y dará clases en talleres literarios para internos de hospitales psiquiátricos. También deberá enfrentarse a cuestiones complejas como la relación entre el cerebro y la mente o los mecanismos de la memoria.

Un libro inclasificable, que se nutre de las memorias, las investigaciones, el trabajo social y los intereses intelectuales de una novelista excepcional.

Siri Hustvedt, nacida en Minnesota en 1955 de padres noruegos, vive en Brooklyn, Nueva York. Se ha dedicado a la poesía, el ensayo y la novela. Ha publicado el libro de relatos Los ojos vendados y la novela El hechizo de Lily Dahl, editados por Circe, así como En lontananza, una colección de seis ensayos "deslumbrantes", en palabras de Robert Saladrigas. Es autora de las novelas Todo cuanto amé y Elegía para un americano, publicadas en Anagrama.

Agradecimiento: Marisa Avigliano
Edit. ANAGRAMA /riverside agency