martes, 1 de junio de 2010

Stop


Una canción dice y se nombra en su enunciado: “tarda en llegar pero al final hay recompensa” . Entonces te das cuenta que todo sirve, hasta el llamarse a silencio, el retirarse en un buceo interno en las aguas de uno; con sus turbulencias y sus espejos.
Así fue que en este tiempo de reflexión y alejamiento de todos y todo, me senté al costado de mi vida, en su lateral menos oscuro. La intención era recorrer un camino, pero sinceramente los caminos poco me importan, solo me interesa la forma en que los transito. No me importo mirar para adelante, sino contemplarme hacia atrás: el pasado suele ser el espacio de encuentro con el hoy. Desde ese lateral en que estaba sentado, solo quería llegar al otro lado. Efectivamente aparecieron carteles de desvíos, pero desviarme significaría detenerme en el error, nuevamente.
Te cuento que desde este lateral vi todo, hasta aquel momento, ya lejano, en que mi vida volvía una y otra vez al instante en que creí encontrarme y solo me sentía perdido. Lo que más me impresiono de esta visión es que me vi sin miedo y mirando hacia atrás comencé a caminar hacia delante.
Fue aquí donde me pare logrando ver mi vida temprana, los primeros años de juegos y jardín, de llantos cubiertos de risa y la caricia de mi madre anunciando el sueño.
Seguí.
Pasos gigantes y cortos, ágiles y cansados me acompañaban por un cemento crucificado en la línea amarilla que, en la ruta, parecía separar la vida de la muerte. Todo me resultaba igual.
También me canse; un súbito cansancio me hizo ver el espejismo de un adolescente que corría detrás de un sueño, que quizás sería su gloria o su fracaso, pero en aquellos años no importaba. Lo verdadero era perseguir aquel sueño.
Seguí con los ojos cerrados, caminando, dejándome llevar por la monotonía de mis pasos.
Mis pasos detectaron piedras, piedras y rocas, elevaciones rocosas que invitaban a mi descanso. Me senté en la roca más alta y observe el paisaje, sentí llegar a la iluminación y toda mi vida no era más que una metáfora ausente de mi. Volví mis ojos al camino o esa mi vida, y ahí estaba lisa, inmóvil, sin nada que la molestase, ¿era acaso eso yo?.
Tambien apareció un atajo o un corte, la única opción para encontrar un lugar mas cerca, ese lugar que representase un sentido para mi vida.
Ahí todo cambio; el sol empezaba a anochecerse, el paisaje giraba ante mis ojos, todo era móvil, inútil, rápido al extremo de convertirse en inanimado. La duda: ¿era acaso eso yo?.

Escuche el silencio inerte del paisaje; no habia pájaros, no aparecía la luna en aquella noche, este camino era un desierto que se ensanchaba hasta hacer metástasis con mi desesperación: no habia nada.
Yo deseaba el ruido del agua, el caer despojado de la lluvia, el fluir de un rio, la insolencia de una cascada. Solo agua, la que todo limpia, la que todo lleva.
Giré en el contorno del paisaje y no encontré motivo para sentirme tan infeliz.
Todo parecía cerrarse en un circulo perfecto: el amor ¿el amor?, la familia ¿la familia?, los amigos, el tiempo, lo vivido y lo no. Era todo en una forma de llegar a nada.
Fue ahí cuando llore; puse todas las lagrimas en aquella roca.
Fue ahí cuando reí, acobarde mi estomago de tanta risa.
Fue ahí cuando maldije todo lo hecho, todas esas grandes cosas que perdí por no animarme.
Y me levante, me levante firme, retome el camino, no importaba ya el paisaje y sus silencios o sus ruidos, quería verme y olvidarme de todo lo prometido por otros, todo lo prometido por mí.
En mi espalda puse toda la felicidad que me cabía y camine lento con una certeza: que caminaba hacia un mejor y desconocido destino.