jueves, 5 de febrero de 2009

I HAVE FULLY COME OUT OF THE CLOSET - Cap 2 -La procesión


- Te lo compre el mes pasado nene, ¡cómo no te va a entrar!me dijo mi madre mientras salía del cuarto y yo veía como el jeans que me había regalado para reyes llegaba hasta mis muslos, sin un mínimo atisbo de moverse de ahí. la cintura era algo que solo veía en los modelos de la época, mi cuerpo era lo mas parecido a una escultura de botero. mis caderas, en aquel entonces, harían desvanecer a las dej Jennifer López, tenia las tetas de una lolita, en definitiva frente al espejo no me veía yo; veía a un desconocido ( si, ya de niño era un negador). Pero había algo que me salvaba, mas allá de mi infinita bondad y paciencia (buenaaaaaaaaaaaaa), todos me decían que era carilindo y yo simplemente… me lo creí. A tal punto que cuando alguna vieja chota le decía a mi madre – qué lindo el gordito!- ese gordito sonaba a poesía en mi mente, era casi celestial.
Desistí en mi lucha con el jeans, me puse un pantalón amplio, grande muy grande y negro (decían que el negro disimula, creo que la gente es medio idiota inventando formas de no aceptarse:¿qué mierda te disimula el color negro?), una remera del mismo negro y así enlutado y con dos Lexotanil de 5 miligramos me fui dopado a la reunión de ALCO.
Aún bajo los efectos de las pastillas llegue a mi casa con un leve alegría; la reunión había sido sencillamente la antesala de la muerte, pero entre las doce personas que integrábamos el grupo yo tenia dos ventajas, la primera que era el más joven y la segunda (pero súper importante) al lado de los otros 11 yo era un niño de Biafra. Nunca vi tanta gordura junta, desangrados por el llanto de su peso decían las cosas más deprimentes que escuche en mi vida.
Volví agotado, tenía fuerzas para tomar unos 5 miligramos más de la pastillita rosa y entregarme a Morfeo con la tibia esperanza de despertarme esquelético.
Desperté con las mismas diemsiones pero, de aquella primera reunión de obesos mórbidos retumbaban en mi mente dos palabras: APIO y CEBOLLA, APIO y CEBOLLA.
Decidido fui a lo de Ramón, el verdulero, a comprar un cajón de… APIO y uno de CEBOLLA. Me senté en la cocina de mi casa, con el mate junto a mi, mientras miraba con placer esas dos verduras que cambiarían mi vida para siempre y me dije -hoy empiezo- mientras agarraba un kilo de galleta de campo con dos panes de manteca y me iba a dar el ultimo gran banquete de mí vida. Devore lentamente el kilos de carbohidratos con la exquisita grasa de la manteca y me recosté a mira en T.V el SUPER AGENTE 86, no sin antes mirar al cajón de APIO Y SU AMANTE LA CEBOLLA , exclamándoles: -a partir de hoy serán míos.
Se ve que me dormí ya que mi ojos se abrieron con el grito agudo de mi madre con un terrible: - Nene que te pasa!. Yo abrí los ojos como pude ya que parecían sellados con laca.

– ¿Qué pasa mamá?! -le dije- mientras mi cabeza estallaba presa de un dolor inimaginable. -¿Qué te pasa vos, pareces un sapo a punto de explotar?.

Cómo pude me levanté, camine hasta el baño, el espejo me devolvía la imagen de GOLUM; estaba deformado, hinchado, como la descripción del batracio que minutos antes había dicho mi madre. Inmediatamente vino a mi cabeza tres palabras PANES CON MANTECA.
Dormido y deformado como estaba fuimos al Sanatorio, mientras me sentía observado por un mundo que no comprendía mi desazón, mi abandono corporeo.
¿Qué te paso? – me dijo el idota del médico – yo con cara de victima le dije: - No sé- para inmediatamente escuchar a mi madre: -Habla, mira mejor decile lo que hiciste al doctor porque te hago la cara giratoria de una cachetada!. A esta altura mi cara tenia un color verdoso, casi similar al musgo, pero podrido. Mis ojos estaban a punto de darse vuelta y con el último aliento de aire que me quedaba le dije al medico: - Me comi dos panes de manteca, con azúcar y pan. Para volver a escuchar la voz: - Si ja! Dos panes
de manteca de medio quilo cada uno!!
mi madre, otra vez ella. El médico empalideció, ante la confesión de mi sincera madre. Es más, creo que quedo mudo viéndome como un futuro cadáver.
Tirado sobre esa camilla, en esa sala de mierda, con el cuadro de esa turra enfermera pidiendo silencio (una especie de Frida Kalo con cofia), solo pensaba en el APIO y la CEBOLLA y me preguntaba a mi mismo ¿por qué no ataque a los vegetales?

- Tiene un impresionante ataque al hígado y debe estar intoxicado, vamos a hacerle un lavaje de estomago y…..(yo ya no escuche nada más, me sumí en un ensoñador silencio). La voz del medico seguía: - Clara…. Clarita!!!!! Acércate a consultorio cinco!! Dale que termina mi turno y trae para hacer un lavaje de estomago!!!
Yo sentí morir lentamente, sobre todo cuando entro Clarita al consultorio, inmediatamente deje de sentirme vivo.
Clarita debía tener 70 años, en la cara (de vieja mala, soltera y resentida) no le entraba una arruga más, que se acentuaban por las capas sobre capas de maquillaje dándole un aire de Carnaval Veneciano. Pero no sólo me ocasiono espanto esa mujer harta de su oficio de enfermera, sino terror al ver que en una mano traía una chata y en la otra una especie de bolsa de agua caliente de la cual se desprendía una manguera y debía tener al menos dos litros de un liquido blanco que zigzagueaba de un lado a otro dentro de ese temido recipiente

- Haber nene date vuelta – me dijo sin mirarme para seguir – Usted señora salga si quiere – orientándose a mi madre.

El medico había desaparecido, mi madre también, quedamos la bruja y yo.


- ¿Para qué me tengo que dar vuelta? – le dije incrédulo y repuesto desde mis tiernos 15 añitos.


- Te voy a hacer un lavaje de estomago bebe,, a verrrr, dese vuelta – dijo con cara de cínica y morbosa.


- Ni loco – le respondí –pensando que con detergente y lavandina me iba a frotar la panza.


- Por favor sos grande!! Date vuelta – grito la harpía.


- Pero ¿qué me va a hacer?


- Ves esta manguerita?, esta que esta conectada a una bolsita ?, te la tengo que poner en la colita y tenes que esperar que esa bolsita se vacie toda?


-¡¡¡ Queeeeeeeeeeeeeeeé!!!!!. Ni loco me mete eso en el culo!!!!!! Mamaaaaaaaaá.
- Mira querido, si llamo al doctor va a ser peor –
decía esa Anaconda desdentada mientras se ponía los guantes y mi madre ni siquiera asomaba la cara por la puerta.

Me resigne, me sentí abandonado por aquella hermosa mujer que me había traído a la vida y me dejaba en manos de esta ponzoñosa asesina de anos. Fui dando vuelta mi cuerpo en la camilla, sentí como sus sucios dedos recubiertos del latex de los guantes asesinos me rozaban el agujero del culo poniendole vaselina (si vaselina ! mierda!!) y después el caos: la manguera entrando en mi cuerpo. Cerré los ojos suavemente, un dolor estremecedor me recorrió las entrañas. Pensaba en dos cosas que luego serían fundamentales en mi vida; la primera controlar el esfínter, pues sentía que me cagaba encima (ahí entendí lo de la chata) y la otra; que luego que termino de entrar esa, esa, como decirlo… amistosa manguera no era tanto el dolor sino placer.
La vieja bruja se fue (luego de decirme que me quedase un ratito relajado) , de mi madre ni me acorde que estaba afuera esperándome, mis ojos miraban los dos litros de liquido blanco que estaban vaciándose en mi cuerpo y me dormí con una sensación de placer infinito. En mis dulces 15 años, definitivamente, entendí que la manteca iba a ser un hecho fundante en mi vida.