martes, 28 de abril de 2009

Daniel Link, Un poco con todos y demasiado con ninguno.


Nació en Buenos Aires en 1959. Paso su infancia en Córdoba y a sus doce años volvió a Buenos Aires. En 1983 se recibió de profesor de Letras. Fue becario del Conicet, editor, periodista cultural.
Actualmente es catedrático y escritor. Dicta cursos de literatura en la UBA y dirige RADAR/ libros, suplemento literario de Pagina 12. Publico los libros de ensayos La Chancha con cadenas, Escalera al cielo, El juego de los cautos y Cómo se lee. También escribió las novelas Los Años 90 y La Ansiedad así como la recopilación poética La clausura de febrero y otros poemas malos, entre otros.


¿Qué tipo de literatura influye sobre la tuya ?

Siempre es difícil saberlo. Me impresionaron profundamente Kafka y Proust la primera vez que los leí. Siguen impresionándome cada vez que los releo. Pero lo cierto es que empecé a leer más bien cosas como Silvina Bullrich y Ernesto Sábato, cuando era un niño. Si seguí leyendo fue gracias a ellos. Más específicamente, admiro hasta la reverencia lo que hace César Aira, pero no sé si puedo hablar de influencia de su obra sobre la mía. Obviamente, tengo que decir que Puig supo llevar adelante un proyecto que siempre admiré, pero tampoco sé hasta qué punto lo sigo...


¿Le gusta el elemento romántico?


Depende lo que se entienda por romanticismo. De joven amaba a Julien Sorel y me parecía que Stendhal (o Poe) eran los más grandes. No me gusta, sin embargo, el sentimentalismo...


¿Elabora una estructura completa antes de empezar a escribir una novela?. ¿Lo considera algo inevitable o una elección consciente?


No, para nada. Sostengo que uno tiene que experimentar, entendiendo que un experimento es aquello cuya salida se desconoce. No es que no imagine planes completos y totalizadores, pero son siempre los que abandono (por pereza o fatiga). Me siento mejor cuando me abandono a la escritura...


¿Qué considera condición favorable para la escritura?


Tiempo disponible, curiosidad intelectual, una cierta regularidad, insatisfacción ante uno mismo...


¿Con cuáles de los personajes de sus novelas se siente mas identificado?


Con todos un poco y con ninguno demasiado. No soy bueno para las identificaciones primarias con los personajes (me pasa con las películas: lloré como loco con Big Fish, que es tan edípica, pero por eso mismo trato de distanciarme en lo que a la literatura se refiere).


¿Qué deseo subyace en sus obras?


Si hablamos de deseo sexual, se trata de los hombres, claro. Pero la literatura es tan otra cosa: como dicen autores que releo constantemente: más radical que el incesto y la homosexualidad es todavía el celibato. Y la literatura (el arte) bien puede entenderse como una máquina célibe.


¿Qué escritores le interesan? Cómo se sitúa usted entre ellos?


¿Entre mis contemporáneos? Me gustan o me interesan Arturo Carrera, César Aira, Fogwill, Alan Pauls, Pablo Pérez, Ricardo Piglia, Matilde Sánchez, Gabriela Bejerman, Ariel Schettini, Fernanda Laguna, Alejandro López, Cecilia Pavón. De la mayoría de ellos soy amigo.


¿Existe en Daniel Link un abismo entre no escribir y escribir?


Sí, cuando no escribo me siento mal, siento que no estoy haciendo nada, que pierdo el tiempo, que se me pasa la vida.


¿Cree qué existe una literatura gay?


Soy bastante crítico del rótulo “gay”, pero sí, hay una literatura gay.


Dentro de esta creencia, si la hay, ¿considera un momento fundacional en este tipo de literatura?


Lo “gay” no existe propiamente hasta la década del ochenta, de modo que no podría haber literatura gay antes de esa década, aún cuando Proust, Genet y otros grandes uranistas de la literatura pudieran considerarse antecedentes. Lo gay no es tanto una cuestión de temas sino de actitud (política). Diría que la “literatura gay” existe alrededor de figuras como David Leavitt, con cuya obra tengo una relación compleja e intensa (de admiración y fastidio al mismo tiempo). En nuestro país, habría que mencionar a Manucho Mujica Láinez, a José Bianco, a Puig, a Sylvia Molloy, por un lado, y por el otro a Copi o a Lamborghini, dos escritores que admiro profundamente pero que en modo alguno podría incluir dentro del universo “gay”. Oscar Hermes Villordo es lo más “gay” que se me ocurre nombrar pero la verdad es que no lo he leído nunca.


Los autores que en nuestro país escriben sobre la temática gay ¿lo hacen objetivamente?


Nunca se escribe objetivamente sino estratégicamente. Y diría que hay diferentes estrategias. Piglia o Saccomanno escribieron sobre la homosexualidad (sobre el amor o el deseo homosexual) desde fuera de él. Otros escritores como Pablo Pérez o Ariel Schettini lo hacen desde dentro. Pero adentro y afuera tampoco garantiza ninguna identidad de posiciones. ¡Además habría que andar preguntándole a los autores con quiénes les gustaría acostarse, lo que no es precisamente elegante (ni tampoco necesario)!


¿Qué opinión le merece el libro HISTORIA DE LA HOMOSEXUALIDAD EN ARGENTINA de Osvaldo Bazan?


No lo he leído en su totalidad, de modo que sería injusto si abriera un juicio terminante. Hojeándolo, pude comprobar que hay un cierto desequilibrio en la presentación de figuras y episodios (como si Cris Miró y Manuel Puig tuvieran el mismo peso específico). Es, en todo caso, un buen esfuerzo de divulgación de investigaciones previas.


Los AÑOS 90, un itinerario sobre las sensaciones, el dolor, el no encontrarse uno o si, que suele ser otro desencuentro. Una novela original, para transitar. ¿Hay un antes y después de ella en su literatura?


Sí, claro: es mi primera novela. Y como fue recibida con extraordinaria generosidad, me hizo sentir más confortable que antes con mis proyectos ficcionales. De todos modos, jamás se me ocurriría pensar que con Los años noventa “pasé a otro estadio” o cosa semejante. Uno entra y sale de cosas y proyectos. Ahora pienso entrar en una novela larguísima que tal vez no termine de escribir nunca. Pero también en un ensayo sobre el universo de Copi y otros autores latinoamericanos que admiro mucho.


Comenta que LOS AÑOS 90 los escribió “bajo el signo del miedo a la muerte”. ¿Siente que escapa a la muerte cuando escribe, se libera de ella?


No, más bien siento que puedo morir contento.


Por que considero categorizar a LA ANSIEDAD como una novela Trash?. ¿Puede ser tomado como un reto a la critica?


Sí, puede ser tomado como un reto a la crítica. Pero en verdad es que se me ocurrió que, dada una cierta imposibilidad histórica de la novela (en fin, como se dice: “la novela ha muerto”), lo mejor era hacer novelas tipo, novelas calificadas: una novela experimental primero, una novela trash después, ahora, una novela genealógica...


En esta novela, LA ANSIEDAD, se puede explorar los espacios de comunicación de las personas con todos los deseos y miedos que le presenta el mundo moderno. Un descubrirse en la búsqueda del amor desde su perpetua carencia o también los avances tecnológicos que tejen en los cuerpos nada mas que soledades y desprendimientos de lo tangible. Todo esto ¿supone la carencia de la mirada del otro, el reconocimiento en otro, su propio encuentro?.


Yo no sé qué supone. No tengo capacidad para hablar de mi último libro. Lo que es seguro es que no quise hacer una presentación de un caso clínico. No sé qué le pasa a la gente en términos de afectos ni tampoco en relación con la tecnología. Sé que yo tenía necesidad de escribir una novela donde el componente trolo estuviera bien, pero bien marcado. Después se verá...


En otra lectura se puede connotar que todo lo que se ve como sólido en una relación tiene a desaparecer...


Y... sí. Con la muerte de Dios enterramos también la idea de “hasta que la muerte nos separe”. Pero además, los amores desdichados son narrativamente mucho más ricos que los otros.


Decís sobre la Clausura de Febrero... “ lo único que importa en la poesía (en el arte) es la verdad...” ¿No consideras la metáfora uno de los tropos mas utilizados para disfrazar perfectamente la palabra y así ocultar algunas de esas verdades?


Sí, por eso trato de hacer una literatura con poca retórica. No digo con poco artificio porque estaría mintiendo, pero asumo, cada vez, el lugar del que dice la verdad, “desnuda”, sin disfraces (y, al hacerlo, asume un riesgo). No sé si lo consigo, pero en todo caso, trato de hacerlo. Por lo mismo, me interesa mucho el arte conceptual y géneros como los epistolarios o los diarios íntimos.

Para finalizar y disfrazando un poema tuyo: ¿Cómo sabe Daniel Link donde esta, si es que esta?


Mmmmm. Pero lo importante es desaparecer. Todo lo que uno hace lo hace con la estrategia de desvanecerse (o, en todo caso, para reaparecer siendo otro/a): la voluntad y el poder de no ser son muy sexys, ¿no?


Por Ricardo Z. para Revista NX