lunes, 11 de enero de 2010

II


Quebré todas barreras,
cristales,
espejos;
sangrantes secretos,
ventosas raíces arrancadas de mi lecho.
Era yo vuelto en imágenes;
reflejos vacíos,
respirar de espinas,
palpares de tibieza.
Una a una fueron cayendo
en instantes devorados por lo incierto.

Instalado en un rincón de la memoria: yo niño; preguntándole al silencio por su voz. Yo adolescente; carente, catástrofe de mí y de dudas (niño aún herido). Yo transición; de mí y mis certezas (claros errores).
Instalado en un rincón: Yo adulto; hablando con la voz de mi silencio, revisando los errores, transitando mis dudas (Niño aún con la suma de los años y las marcas de la piel)
del libro ESCOLIOS GEOGRAFICOS
Autor: Ricardo Z.

Sexualidades y Derechos


La definición de la sexualidad y los derechos sexuales La definición misma de la sexualidad plantea un desafío, y no sólo porque el término sugiere varias posibilidades. Para efectos de este artículo, propongo la siguiente definición
de trabajo: la sexualidad es la amplia gama de sentimientos y experiencias eróticas que una persona experimenta en la relación consigo misma o en interacción con otros, en la que esta interacción puede tener lugar entre personas de sexos biológicos similares o diferentes. La actividad sexual es emprendida por placer (solitario y mutuo), para procrear o para ejercer un control social de género; el último incluye la prostitución, la heterosexualidad como norma y otras formas de comportamiento sexual coaccionado.
Esta definición de sexualidad alimenta la definición de derechos sexuales con la que trabajaremos.
Como definición de trabajo de los derechos sexuales, habra que adaptar los términos incluidos entre corchetes en el proyecto de la Plataforma para la Acción de la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer (1995)7: los derechos sexuales incluyen el derecho de la persona a tener control y a decidir libremente sobre los asuntos relacionados con su sexualidad, sin sufrir coacción, discriminación ni violencia. Incluyen el derecho a la información, para poder tomar decisiones responsables sobre la sexualidad; el derecho a la dignidad, la privacidad y a la integridad física, mental y moral al realizar una elección sexual; y el derecho al más alto nivel de salud sexual. Estos términos se basan en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos, que afirman la dignidad humana (artículo 1 de la Declaración) y garantizan la seguridad de la persona (artículo 3 de la Declaración y artículo 9 del Pacto); en los convenios de alcance regional, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 5), que asegura el derecho a la integridad física, mental y moral; en los derechos a la privacidad (artículo 17 del Pacto), la libertad de pensamiento (artículo 18 del Pacto) y a la información (artículo 19 del Pacto); y en el Documento de El Cairo sobre el derecho a la salud sexual (ver sección anterior). La definición de trabajo está enmarcada por el reconocimiento de que la realización de los derechos económicos para la mujer está íntimamente vinculada con la realización de sus derechos sexuales.

La comunicación

En términos generales la comunicación es un proceso que se da en la interacción social de las personas, a través de mensajes auditivos, visuales, sensoriales, signos o señales de diversa índole.
Este proceso se inscribe dentro de lo que se denomina barra de comunicación: fuente-emisor-mensaje-canal-receptor, o cualquiera de los otros modelos conocidos de barra de comunicación. En este proceso siempre hay una interacción, una intención de modificar conductas y una retroalimentación producida por el mensaje hacia cada uno de los actores del proceso de la comunicación, al menos cuando esta es democrática.
No es posible concebir a la cultura disociada de la comunicación, de la misma manera que no es posible concebir al hombre separado del concepto de cultura.
Académicamente se define a la cultura como al conjunto de conocimientos y actividades espirituales de un hombre, país o una época. Nosotros la definimos conforme a nuestras necesidades como agentes culturales, diciendo que es la forma de respuesta que el hombre da a las circunstancias de la vida. En todas las definiciones esta presente el hombre, sus percepciones, acciones e interacciones. Es decir, no podemos desvincular al hombre de la cultura desde el momento en que modifica al medio ambiente y a su propia naturaleza (se cultiva) y se relaciona con otros hombres.
De la misma manera, cuando suponemos la existencia de dos individuos, o inclusive de un hombre y un animal, ya esta en marcha el proceso de comunicación. Se dan las condiciones para que haya un emisor, un receptor, un mensaje, una interacción y una retroalimentación, con la consecuente modificación de conductas.
Para nuestros intereses la comunicación deberá ser eficaz en dos direcciones: hacia en interior de la comunicación y hacia el exterior; es decir , hacia las demás organizaciones, personas y medio ambiente en general hacia donde va dirigida nuestra gestión y con los cuales interactuamos interdependientemente.
Quizás sean estos los dos mayores problemas de la gestión; la comunicación efectiva hacia adentro y hacia afuera.
Generalmente se levantan verdaderos muros que dificultan el proceso de la comunicación. Conductas agresivas, comportamientos individualistas, falta de solidaridad, falta de precisión en los mensajes, diferencias en la percepción , codificaciones incorrectas, utilización de canales inadecuados, mal manejo de los medios y desconocimiento de los receptores, producen serios ruidos en la comunicación, que hacen que las mejores intenciones y acciones se volatilicen y no se alcancen los objetivos deseados.
El sentimiento, el pensamiento y la palabra son tres elementos básicos en el proceso de la comunicación efectiva. El hombre sustenta su calidad humana en principios emergentes de sus aptitudes naturales y de su formación familiar, religiosa, ética, social, política, intelectual, etc.
El sentimiento, que es una condición inherente a la calidad espiritual de cada ser humano, influirá en la forma, calidad y dirección de sus pensamientos. Las palabras, exteriorización del proceso pensante, son una consecuencia directa del pensamiento y como tal tendrán el mismo rango, intención y categoría de este.
Allí radica la imprescindibilidad del componente ético en la interrelación de los integrantes del cuerpo social.
El Creador doto al hombre de la mas preciosa de las facultades distintivas del resto de las especies; la razón, y de las dos herramientas mas poderosas, la palabra y las manos. La razón le otorga libre albedrío, la palabra, expresión y las manos creatividad, posibilidad de modificar la naturaleza. Estos tres elementos constituyen los medios por los cuales el hombre se comunica, crea, reformula, modifica y evoluciona. Son tres atributos netamente comunicacionales. Sin ellos no habría comunicación ni cultura.
Los animales no generan cultura, se interrelacionan pero no se comunican, no modifican conductas, no reformulan principios ni accionan sobre la naturaleza mas allá de sus actividades instintivas.
Lamentablemente, en la generalidad de los casos, el hombre aun no ha aprendido a hacer uso correcto de estos tres atributos comunicacionales.
Desde ese pequeño mundo en que cada individuo se desenvuelve, su familia, su trabajo, su relación social, corresponde reformular y ajustar los ingredientes de la condición humana que lo lleven a su propio mejoramiento personal y colectivo, que es el fin último de la cultura.
Fundamentados, entonces, desde nuestra condición ética intima, deberemos extremar esfuerzos para elaborar correctamente los mensajes, utilizando los canales adecuados y adoptando conductas creativas que permitan que los contenidos circulen hacia y desde el receptor en forma armónica y constructiva, con una retroalimentación armónica y constructiva, con una retroalimentación fluida. No habrá desarrollo cultural sin desarrollo del proceso de la comunicación.