viernes, 10 de septiembre de 2010

CONTRA EL CAMBIO


Fragmento:


Sucedió en algún momento de estos años: de pronto, el mundo se despertó con un apocalipsis nuevo. Los temores ecologistas encontraron su forma perfecta: el planeta sufriría un cambio climático tan profundo que nunca nada volvería a ser igual. Y, entonces, gobiernos, famosos, organismos internacionales, grandes corporaciones, pequeñas oenegés se lanzaron a luchar contra el cambio.

Contra el cambio es un recorrido por una decena de países –Brasil, Nigeria, Níger, Marruecos, Mongolia, Australia, Filipinas, las Islas Marshall, los Estados Unidos– que sufren la amenaza climática. Pero es, sobre todo, una reflexión afilada, provocativa, sobre este trastorno que, de pronto, parece ser el problema más importante de un mundo plagado por el hambre y la miseria.

Con humor, con elegancia, con vehemencia, Contra el cambio discute los sentidos del ecologismo, el lugar de la Naturaleza en nuestra sociedad, los intereses verdes de los grandes capitales, la ideología del conservacionismo, el clima de una época que piensa su futuro como una espada de Damocles. Y lo hace proponiendo un género mixto –una crónica que piensa, un ensayo que cuenta– llamado a renovar la forma de la no-ficción en castellano.


Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) se licenció en Historia en París, vivió en Madrid y Nueva York, dirigió revistas de libros y revistas de cocina, recorrió medio mundo, tradujo a Voltaire, Shakespeare y Quevedo, recibió el Premio Planeta Latinoamericano, el Premio Rey de España y la beca Guggenheim. Es autor de una veintena de libros. En Anagrama ha publicado su novela A quien corresponda y las crónicas de Una luna.

Te, jengibre y champagne


Posiblemente una palabra para describir lo que veían mis ojos era deidad. Visualmente J. era una aproximación a lo perfecto. Lo primero que le dije cuando se sentó fue que cambie la foto de su perfil: - No te favorece para nada, personalmente sos mucho más lindo ( me salio del alma el comentario tan, pero tan gayyyyyyyyyyyyy). Logre hacerlo poner colorado y empezamos a hablar.

Si era una deidad visual, cuando comenzó a hablar, duplico cualquier intención mía. Me contó de su trabajo, de sus viajes, de su familia, de sus sobrinos, de etc, etc, etc. Espera que te cuento: J. me dijo medir 1.87 mts y era verdad, rubio, los ojos verdes me dejaron ver la transparencia de una mirada increíblemente seductora, la primera vez que sonrío creí volver a las viejas poluciones nocturnas; sus sonrisa entre naif y morbosa despertó todas mis fantasías. Íntegramente vestido de Armani (hombre) y negro de pies a cabeza y un perfume, un perfumeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee que me abrazo desde que llego hasta que se fue.
Extasiado como estaba cuando vino el mozo me hice el esplendido y pedí un té de naranja con jengibre y J. un té ingles.
Hablamos, hablamos mucho y en un momento perdí el hilo de la conversación; mientras lo escuchaba esbozaba una leve y comprometida sonrisa de placer, sonrisa que se me borro instantáneamente, sin motivo aparente cuando la voz de J., comenzo a ser una lejanía para mis oidos, cuando empecé a ver como se desdibujaba su perfil de mis ojos, cuando un sudor frío comenzó a recorrerme el cuerpo, cuando él rozo mi mejilla y me dijo:- R, te sentís bien?, estas blanco como un papel!?. Volví en sí para responderle: - Si, todo bien, discúlpame voy al baño. ¿Pensaste que me cagaba?; eso hubiese sido fantástico!!!! El puto te de jengibre con naranja me provoco una reacción que casi paso al otro mundo, apenas llegue al baño a vomitar como poseído por una sobredosis de éxtasis, ajenjo y vodka. Un ascoooooooo, un horror. Baje de ese inmundo baño con cara de desahuciado y con una vergüenza que no cabía en mi. Efectivamente, supongo, J. imagino que me había cagado la vida, hasta los ojos llorosos tenia (yo, no pensaras que él)
Pero diplomático como era, había pagado la cuenta y me dijo: - No quiero que esto termine aca, caminamos un poco por Corrientes?. Caminamos, caminamos y caminamos, hasta que me invito nuevamente a tomar algo. Sin darme opción pidió una botella de champagne. Menos mal que soy un alcohólico social -pensé después de la tercer copa-. Me reía de cualquier cosa y lo peor, él también.
- Vamos a casa a ver una peli? – me dice.
- Mira J.la verdad no da para tener sexo, nos estamos conociendo maravillosamente bien – le respondo creyendo ser una monjita de clausura.
- Te invito a ver una película, no a tener sexo. No me tengas miedo che!!
- No te tengo miedo a vos, me tengo miedo a mi- le respondí cagándome de risa bajo los efluvios del alcohol.
- Déjame llevarte a tu casa entonces- insistio (una vez)
- Ok, pero sexo nooooooooooooooooooooo .
- Dale borrachín
- me dijo mientras me tomaba del brazo y caminábamos hacia su auto.

Bueno el auto, que decirte, ni idea la marca, pero pensé que me subía a una maquina que transportaría en el tiempo. Lo asientos, de cuero, eran como butacas de avión, parecían camas de dos plazas, el tablero de madera de cerezo, los vidrios todos polarizados y ni me dí cuenta cuando lo encendió, mucho menos cuando comenzamos a andar. Me agarraba la mano mientras los cambios entraban automáticamente y el efecto del alcohol en ambos nos llevo a detenernos en un esquina a pegarnos la apretada del siglo, mientras sonaba una música en estereo que incentivaba cualquier sentido. Tan impresionante fue el movimiento de los dos que no sé que botón toque en el ajetreo y el techo de desplegó, los vidrios se abrieron y todo el auto comenzó a abrirse cual rosa en primavera. De golpe vi la estrellas, las luces de los semáforos y la cara desencajada de un viejo metido que miraba la escena.
Me dejo en la puerta de casa con un suave beso en mi labios. No baje del auto, levite hasta el departamento. Siglos sin conocer un tipo asi.
Me estaba por acostar y me llamo para decirme que le había encantado conocerme y que quería verme en la semana. Algunas palabras más, palabras menos y me acosté, seria otra noche de insomnio pensando en la posibilidad de estar con él.