sábado, 19 de septiembre de 2009

Salta 27 de julio 2005


En la primera curva, donde descubrí la vista entera de la ciudad, sentí que llegaba a un lugar del que nunca habia partido. Fue ver abrirse un desierto de cemento, de cemento conocido; de casas bajas, aire de pueblo disfrazado de ciudad, callecitas cortas que conducen a vidas largas, cerros que almidonan un definido horizonte, el decir amable del taxista preguntando dónde vamos y su voz, la voz llena de gozo de Valeria; mirándome con esa ternura con la cual sólo ella sabe mirar, diciéndome:

- Llegamos, no puedo creer que te traje!

La mire, sonreí y no dije nada; los dos sabíamos que yo tenia que estar allí. Esta forma de llegar a algún lado sin saber cuándo ni cómo siempre fue un intento de llegar a mí.
Claro que esta Valeria que me sonreí feliz ya no es aquella Valeria, aunque habite en ella esa niña que no la abandono nunca.
Valeria encontró su identidad o su sentido de ser, aunque me guste mas decir que lo hallado en ella es un camino, que no deja de ser una forma de seguir buscando, sobre una base más sólida.
El camino elegido parece será por siempre; Valeria es la Hermana Magdalena de Jesús.
Hablar de ella antes de ser lo que hoy es me haría sentir muy culpable de todos los errores que cometió por mi. Errores que no atentaban más que contra ella; eran como una forma minuciosa y sistemática de destruirse y yo a su lado, inmerso en mi, no me daba cuenta de nada.
Cuando hace poco mas de siete años me cuentan, amigos en común, que Valeria había entrado a un noviciado en una ciudad del norte mi asombro redundo en la pregunta interior: ¿Por qué habrá tardado tanto?.
Tres años después de la noticia nos encontramos. Por esas cosas que la vida hace sin que uno se de cuenta o lo niegue como parte de la vida; cuando uno levanta el teléfono y es escuchar la voz que hace girar todo alrededor cobrando sentido, ahí entendes que todo puede suceder. Valeria tiene ese don; pueden pasar años sin que uno sepa del otro, pero cada vez que me he sentido mal, solo o sin saber que… ha sonado el teléfono y ha sido su voz siempre. Como cuando no habito mi casa materna y es ella, mi madre, quien adivina mi dolor.
Aquel primer encuentro en un Buenos Aires en donde no cabía más calor fue hallar a la misma niña de siempre pero cubierta de un hábito que le acrecentaba aún más su marco angelical. Fue encontrarme con un pasado del que sólo brotaban momentos mágicos. No me sorprendió nada, era la misma que había sido siempre ; ese ser dulce, cargado de espiritualidad, resplandeciente de luz, con otra ropa, nada más ni mucho menos.
Ahora estábamos nuevamente juntos, en una tierra que yo desconocía y sentía propia; ella, rescatada de las cotidianas tinieblas que la supieron confundir. Yo; tratando de ser rescatado de las cotidianas tinieblas que me saben confundir.

Como un naufrago
Buscando la orilla del rescate,
Muriendo en cada vida
que no vivo,
Siendo sin ser lo que soy.
Como una florcilla
Que crece a la sombra de una roca
Sola
Triste
Buscando la tierra
Que puede ser su propiedad.
Yo: deshielo
Yo: agua.
Yo sin ser
Ser sin mí.

-Mira llegamos!. Esta es la parroquia – me dice mientras baja del remis maletas, bolsos, bolsas, bolsitas, como hace siempre, como hace tanto.
- Es hermosa- respondo


Dos nenas la rodean, dos nenas que encierran en la imagen la pobreza misma. Me sonríen sospechando tal vez que soy alguien importante. Yo les sonrío con la esperanza aterradora de que puedan llegar a ser algo en sus vidas.

-Hermana Magda volvió- le dicen y la abrazan, mientras Magdalena las acaricia y les dice cosas que no escucho. Veo una puerta que en momentos se que atravesaré.
Hace calor, mucho. El cielo que se dibuja por encima del lugar es de un celeste que no he visto, algunos lugareños venden productos en las puertas de la Parroquia; libros, dulces, alfajores artesanales, estampitas, están celebrando algo que no recuerdo.

- Magdalena ya llego!!, qué bueno!! – le dice una monjita que aparece Dios sabe de donde.
- Si, como estas?, el es Ricardo mi amigo. – se despacha con una sonrisa amplia.
- Ah!! Ricardo, al fin. Bienvenido!!.

El beso de esta monja que no volví a ver durante mi estadía allí, fue el beso mas cálido de un extraño que recibí en años.

En un beso
apenas todo lo que uno espera
sentirse parte en el otro
…en solo un beso.

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