jueves, 9 de abril de 2009

EL OTRO YO


Corresponde al Capitulo3 "PÓSTUMO" del Libro REQUIEM NOCTURNO (autor: Ricardo Zanfardini, finalista del Concurso de Poesía Roemmers (Centro Cultural Borges)


-.l.-

Solo con mis muertes me fue dejando,
tras jornadas cautelosas de exilio y rigor
y a su condena de cruciales espantos,
le fabriqué un asombro de garganta y pavor.
En su océano de luna y bienvenidas,
al delirio de su boca generosa,
al disfrute de su sangre y de sus días;
entregué mis etiquetas, pulsaciones y una rosa.
En dialectos misioneros buscaba los pretextos,
en su estirpe de niebla y firmamento los retazos,
en mi catedral inmóvil disimulamos los lamentos
y aparecieron los sobrios rastros del silencio.
Solo con mis muertes se fue dejando;
mudando su ceguera de oro, despojando sus filiales,
acariciando el fuego hasta apagarlo
penetrando los emblemas deleznables.
Dura tristeza bautizó mis cenizas arrugadas;
extinguiendo atenuantes, desmenuzando paciencias,
lamentando fronteras de colinas aladas,
curando mis revelaciones de santas esencias.
Jamás toqué sus bordes ni sus claves,
nunca bebí su viento, ni migré en sus terremotos.
No entendí la extraña errata de pasiones elementales
y encontró en mi remanso eterno, el amor de otro.

-.ll.-

Volverás a caminar por estos versos,
por la extensión de mis palabras y la orilla,
por la vergüenza de arrojarte en el deseo,
por entregarme terminal, a la deriva.
Volverás a los añicos de mi abismo
y en silencio admitido sin acuerdo
derramarás la lluvia seca de egoísmo
y en serena pena volverás a mi recuerdo.
En los rumbos privados de tu sexo;
juntaré los momentos, regresarán los etcéteras,
faltaré a la fruición arrabal de tus nexos,
faltarás a la armonía de mi triste meseta.
Volverás, deshojando patria y recompensas
mintiéndome con desgracias y extranjeros enigmas,
estrangulando preguntas oscuras y profesas
y con culpa por tus guerras llegarás hasta mis cimas.
Sin embargo, despojado de tu invisible recato,
viajaré hasta tus mejillas, tu recinto, tus ojivas,
besaré la incansable cantera de tu encanto,
Detonaré en silencio la postal de nuestra vida.
Y en la hojas que caen en nuestro lago;
dialogarán los instantes, la pólvora, el deseo,
el modesto abismo no será tan malo
y volverás a caminar por estos versos.

-.lll.-

Volvió de una noche, estoy seguro,
de su rutinaria tela, del hastío,
desde ese tugurio en falsos rumbos,
a mi guarida, mi trofeo altivo.
A tono en la humedad de mi modestia
exorcizó el ladrillo necesario
para sacar desde el alma oscura bestia,
y volverse un laberinto temerario.
Volvió desde un fondo de penumbras
nacido de inmarcesibles memorias,
a incendiar mi ruego en breves sombras
hasta la senda misma de nuestra historia.
Quedamos extinguidos al filo de los pasos
entre sudores de sexo y ruego continuados;
penetrando poros, obligando abrazos,
mendigando ganas, regalando orgasmos.
Sentí su boca bebiendo de mi cántaro;
sus manos de almendras recorriendo mi anhelo,
su dulce saliva encontrando mi páramo,
su vaivén animal convidando el jadeo.
Se volvieron sus ojos transparencias de tiempo
sus manos ardían en mi cuerpo durmiente,
la voz me pedía en ruego sediento;
un único beso, un ultimo intento.

-.lV.-

En la soledad de mis muertes te voy dejando;
no bastó la transparencia de tus ojos ni el intento,
no alcanzaste mi meteoro, ni abrazaste mis cimientos
ni adoraste el polvoriento sacrificio de mi tiempo.
Mendigando amor buscaste excusas, dudas,
engendrando ganas, incendiaste avaricias,
olvidando lo divino que te trajo aquí, apuras,
el renacer de mis ansias, las caricias.
Los lebreles que aparecen en tu ruego descarado
anuncian la impiedad del hierro de mi pecho,
y manchado por la poderosa franja en tu pantano,
remonto barriletes de humo y despecho.
Llana mi meseta se decreta insobornable,
mis ramas sin lago impulsan las gaviotas
y en la bravura oscura y divina de mi aldea
obligo a mis mármoles a sumergirte en la derrota.

-.V.-

Un respirar de humilde y quieto ensueño,
Ruinosos los limites que me sonrieron
Y en inocente eco, obligaron al desvelo.
Quizás hunda, su fulgor, en mi sombra
y mis fibras giman en manos invisibles.
Quizás broten, en mis hierbas las bocas
que anuncien regresos, casi imposibles.
Hendirá, ahora, su blanca hermosura,
su estrago anclará en mi puerto tranquilo
bañando la promesa de luminosa dulzura
abrumara la evidente imagen del olvido.
Inútil batalla que libro a mi suerte
en crueles galerías de anaqueles dispersos;
hiero mis corolas, espanto mi mente
surjo entre los fluidos virtuales del tiempo.
Tentando el racimo de pámpanos inertes
riego mi tierra, levanto parapetos,
torturo la esfinge bestial de mis vetos
fecundo realidades en los presentimientos.
Sentí aquella luna, deseada, esperada
como una enredadera violeta y espigada;
estremeció mis nardos, convoco cascadas
y voló hacia el día; en pulcras y breves alas.

-.VI.-

Contradigo y dispongo en estas letras
El revelado impulso del secreto
Aquel que indicaba en las esperas
Que volverías a caminar por estos versos.

No. No volverás a caminar por estos versos
Ni a brindar en la extensión de mis palabras
Olvide el amargo encanto de tus besos
Y abrace la dimensión solitaria de la calma

Atrás quedo el silencio que sin acuerdo
admitías. Como detrás quedaron los etcéteras
que en la armonía de la voz, buscaban los recuerdos
deshojados como el rumbo de mi meseta.

No. No volverás a evidenciarte en estas líneas
Prefiero la mudez de tu invisible recato
Conjurar en el viento mi oscura alegría
O perder en esta estrofa tu pálido encanto.

Lamento, entonces, el olvido y olvidarte;
Las antiguas dedicatorias y el secreto quieto
La primer cruz que me condujo a amarte
Y equivocada te hizo caminar por esto versos.

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