sábado, 18 de julio de 2009

AYER


El SER INEDITO
CAPITULO 2-1

AYER


Cuando pienso en mi sobrino, en mi madre, en mi familia, suelo entristecerme. Este oficio de ser un ser lejano a sus cotidianeidades hace que pierda todo aquello que me gustaría ver. Algo así como la belleza de la germinación de una planta. ¿Qué pasaría si los tengo cerca?, ¿cómo sería mí vida si abro la puerta del departamento y esta mí madre, mí hermana, mí hermano, mí sobrino ; todos mirándome, diciendo que todo va a estar bien, que me quieren, que puedo contar con ellos.
¿Qué pasaría conmigo si no estuvieran tan lejos?, ¿si me acunasen todos los días entre palabras y alientos?. ¿Sentiría acaso esta sensación de imprescindibilidad?. De todas formas, la imprescindibilidad, es una condición, también, inherente al ser humano.

Puntualmente, impostergablemente, los cientos de kilómetros que me separan de mi familia, son unidos diariamente por el llamado de mi madre. Mis respuestas a sus preguntas siempre son las mismas; nunca se enteraran, de mi boca, si estoy mal. Jamás les concederé la desdicha de saber si no me siento bien. Es una promesa que me he hecho y me soy fiel.


Decido vestirme. Todavía tengo dos horas libres
antes de entrar a lo cotidiano del trabajo. Enciendo la computadora y me preparo un café. Estoy escribiendo un libro poético sobre la única geografía que conozco: yo.
Cuando empecé el proceso de escritura decidí dividirlos en partes, fue como armar una estructura mía y de lo que me rodeaba y rodea; algo así como una interioridad abierta. No importa ese libro ahora, sino el reflejo mío en el libro.
Apoyo la taza de café sobre el escritorio. Escribo el tercer poema sobre la voz:

La voz: un instante en el viento,
en sus ráfagas, dura nada.
Nada dura como el viento
en un instante de voz.
Es una carencia del sentido
o la razón que, por ser, nos carece.
Las voces instigan y provocan
inducen el momento de escuchar,
escuchar el ejercicio de la voz
que digo: dura nada
y es un instante en el viento.

“ La voz en mi voz y el eco en las voces (una quietud soberana en la multiplicidad). Una voz de la nada viene, la busco en el viento que se disuelve aire. Como un ser, me llama para ser: ser celeste, espíritu borroso, nuevo principio.Nos llama la voz a ser otros, otros yo, multiplicados por voces que nos llaman a ser existencia”


Me pongo un abrigo y salgo a la calle. Es una bella mañana de invierno; la temperatura muy baja y el cielo, asombrosamente celeste, regala un sol espléndido. Las personas caminan apuradas, temblequeando de frío, arropadas a extremos insospechados; como yo. Camino por Paseo Colon que es como una vena abierta de donde salen a borbotones miles de personas apuradas por llegar a ningún lado, camino cargando en mi mochila existencial la supuesta tranquilidad que, dicen, me caracteriza. Mis oídos embebidos por la dulzura de Sarah Brightman deslizando en su voz Stranger in Paradise. Nada puede perturbarme.
Todo es igual, todos los días lo mismo; las palomas de ayer me resultan las mismas que están hoy. Llego a la oficina; siento que, en todos los trabajos que he tenido, mis compañeros me esperan impacientes, les gusta estar conmigo y siento un dolor enorme por no tener el don de la invisibilidad.
Reviso mis correos electrónicos; tengo la sensación de que algún día recibiré alguna noticia que cambiara mi vida totalmente. Esa sutil y encantadora sensación desligada de los compromisos, obligaciones e inoportunidades que me regalan todos los días.
Nada sucedió ninguna novedosa vejez.


Salgo al patio, necesito fumar.Arriba el cielo, ¿vale aclarar qué debajo nosotros?. ¿Qué pasaría si es un ilusión óptica y no es celeste?, qué sorpresa ¿no?. Por ejemplo que en realidad sea incoloro, y el color nace en nuestra imaginación, sentimientos o anhelos. Después de todo siempre hay alguien que, por ejemplo, ve todo negro.


Cierro mis ojos, imagino el tiempo que me toca vivir; apocalíptico, catastrófico, como una larga e inquebrantable etapa de involución, como un momento final de la existencia o también el renacimiento de algo mal parido. Un tiempo de mierda, de profunda soledad e incomunicación entre los humanos, un tiempo vertiginoso donde a nadie le importa nada de nadie. Semanas atrás le hice esta pregunta a una amiga mia; devenida en monja. Ella me contesto desde la aterciopelada ternura de su voz: - Mira R. , este es un tiempo de guerras: familiares, económicas, guerras espirituales. Pero es una guerra donde sé, fervientemente que Cristo gana. Pasa que los medios de comunicación o lo que nosotros mismos hablamos diariamente, son sólo muestras de malas noticias; de políticos tránsfugas, de violaciones, de secuestros, de infidelidades. Fíjate que nadie nos cuenta, nadie nos muestra cuantos jóvenes dejan la droga, cuantas mujeres desisten de abortar o cuantos matrimonios se dieron una chance y recomenzaron la relación. Nada de eso se publica. Ni tampoco se sabe cuantos padres golpeadores sintieron un profundo arrepentimiento en el corazón, en virtud de la sangre de Cristo y por su victoria en la cruz. Hay cada vez cosas más bellas, pero no se saben-


Pienso en dos alternativas ante su respuesta; la básica: es una negadora natural. La otra, que es sólo una visión desde y por sus creencias, basadas, lógicamente, en el amor a Dios y por extensión a los hombres; una especie de teoría esperanzadora de… ¿salvación?

También este tiempo me resulta interesante; no creo que nada de lo pasado haya sido mejor, lo ha venir es el real desafío. También es un buen tiempo para poder cambiar las cosas rápidamente. Dentro de esta gran confusión y sin-sentidos, donde nadie es capaz de generar ningún cambio, esta metamorfosis debe empezar por uno.
Debo plantearme la vida desde otro lugar, darme la posibilidad de sentirme molesto con mis estados de ánimo, sentir que mis emociones convergen en una dirección y generan un cambio en mí. Mentalmente hago un listado de lo que deseo en este instante:

Irme a mi casa.
Leer
Escribir
Conversar con mi madre y sostener en mis brazos a mi sobrino.
Darme un baño de inmersión.
Quedarme desnudo todo el día en la cama sin hacer nada.
Limpiar la biblioteca.
Ver fotos (o expiar algunas)
Ver películas.
Escuchar música.
Llorar de soledad.
Reír por reír.
Planchar las camisas que hace años no plancho.
Regar las plantas.
Acomodar placares.
Mirar el techo.
Caminar por el pasto húmedo.
Caminar toda una noche sin rumbo.
Tomar vino con los linyeras de la plaza.
Tomar el té con las viejas paquetas del Alvear.
Insultar al que me mire con mala cara.
Decir basta de tantas reuniones inútiles por trabajos más inútiles aún.
No a los llamados vacíos.
No a las visitas que no tengo ganas de ver.
No a las urgencias ajenas.
No a la idiotez, cualidad que no soporto en el otro y única cosa a la que le tengo miedo.
Decir basta. Decir no, le guste a quien le guste.
Amar.
Sentir que me aman.
Conocer el Taj Mahal.


..........................................................................y recordar que a las cuatro de la tarde debo ir al médico.

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