miércoles, 23 de septiembre de 2009

Salta 27 de julio 2005


Lo llamativo del Paseo Artesanal también fue su gente y lo mismo en la Catedral, en el Cabildo, en el Museo y otros lugares céntricos que me llevaron a conocer.
Después de caminar bastante nos sentamos en la Plaza. La calidez del día daba paso a una noche que anunciaba frío. Estaba ahí; en el banco de una plaza; con una mexicana y su hermana, con Magdalena… todo cuando la tarde bajaba el telón… en una Plaza casi todo.

Un perro larga su ventura
A los motociclistas;
Un ladrido que anuncia
Su naturaleza.
Los árboles arrullando
Junto al aleteo de la aves,
La viejita de mano abierta
Clamando su necesidad.
La gente que detrás del trabajo
Deja el trabajo
Deja a la gente
Y todos los demás
Excepto Dios
Ajenos a todo.

- ¿Ya llegaron? – dijo un monje al pasar- ¿Cómo les fue?, Ahora hay Asamblea van a venir hermana Magdalena?
- ¿Queres venir? – me pregunta Magda mientras yo me veía siendo participe de una reunión cumbre de monjes y monjas, una especia de conclave en donde tendría el privilegio de escuchar secretos jamás rebelados de la congregación.

-¿Te parece? – le conteste- ¿No será mucho?
- ¿Por qué?
- No sé, ir a una asamblea me parece que….
- Ir a una misa no te va a hacer mal… me respondió.
- ¿Cómo una misa?, ¿una Asamblea es una misa?
- ¿Y qué pensaste? – re-preguntó.
- No. Nada.- atine a decir

No quería expresarle mi mundano pensamiento para que no llore de la risa un día seguido y simplemente dije; - Vamos!
La asamblea, carismática por cierto, estaba regada de cánticos, alabanzas, llena de gente humilde, vestida de fe, cubierta de una esperanza abrumadora. Celebraban el Día de San Pantaleón; una procesión de gente se agrupaba detrás de la figura del santo para peregrinar sus dudas, sus miedos, sus dolores. Las manos se alzaban en plegarias, la fe en estado puro, sin ruidos internos. Por todos lados las velas iluminaban el corazón de estos hombres y mujeres que, en el encuentro con Dios, hallaban su lugar.
Una hora después fui a la habitación que el Hermano Pío había preparado para mí. A los pocos minutos Magdalena golpeo la puerta, entro y me pregunto como estaba y respondí que muy bien, feliz.
Dándome un beso, acariciándome con un Dios te bendiga me digo que me despertaría al otro día y que descanse.
Apague la luz y vino a mi mente las palabras que me dijo en una entrevista Hugo Mújica: “hay una fe que es absoluta, una fe sin esperanzas”.
En ese instante, cuando el cansancio empezaba a ganarme la batalla, hice lo que hacia mucho tiempo no hacia; rece.
Me dormí pensando un Buenos Aires, que había quedado atrás por un tiempo, pensaba en esa ciudad, en su belleza indiferente; que se olvida y se devuelve. Pensé en Buenos Aires como una niña tonta y presumida, dándole la espalda al río, escondiendo la luna por miedo a perderla. Imagine su Agosto; con las hojas cayendo inmortales en la calle y la lluvia regalando un susurro de agua.
Y me negué al abandono de cementos de avaricias, corrientes de tango y otros símbolos. Me negué a perder lo que se gana siendo uno. Lucha que se hace carne latiendo en el deseo y el golpeteo que anida mis destinos.

No hay recorrido que no empiece con el tiempo,
que no deja de ser un tirano,
una novedad o un dolor.
No hay recorrido que deje de atravesar puertas,
ventanas selladas, rincones repletos de aquellos
ecos que nos dieron vida.

La palabra es voz que subyuga cualquier infidencia,
que clausura todo lo esquivo que puede traer la memoria.

No hay comentarios: