lunes, 5 de octubre de 2009

Salta 29 de julio 2005


Cuando el hombre calla, Dios le habla al corazón,
Todo se transforma y adquiere un nuevo sentido su existencia.
Padre Agustín de Jesús



Cinco y media de la mañana. La alarma de mi celular me hace despertar de un sueño profundo. Inmediatamente me levanto de la cama para poder ducharme sin prisa y poder desayunar con todos.
Mientras me visto y preparo el bolso que llevare al retiro empiezo a escuchar voces. Espío por un patiecito interno el cielo madrugador; aún el día esta oscuro.
En la cocina el Hermano Maximiliano había preparado el desayuno que se extendía sobre una mesa calida repleta de bendiciones.
Como en el primer día, uno a uno fueron apareciendo todos; el Padre Josué, el Hermano Pió, Santiago, Rodolfo y por ultimo Nicolás que, como yo, hará el retiro y que aún no logra despertarse.
Siete y cinco esta todo dispuesto y acomodado en la traffic que nos llevara hasta La Choza, el lugar de donde se hace el retiro en la afueras de San Lorenzo, a unos veinte minutos de Salta.
En el recorrido nos detenemos a buscar a la Hermana Paola que colaborara con su música y a Magdalena que junto a Josué serán los coordinadores y guías espirituales de todos los que participamos de este evento.
Mientras Magdalena sube a la parte trasera de la trafficc dice – Dios! Me abrigue como para ir al Polo !, estoy asada!. Y seguidamente nos saluda a todos.
También pasamos a buscar a la cocinera y en un kiosco Nicolás se baja a comprar algunas cosas que cree necesarias durante los tres días que durara la experiencia.
Iniciamos el camino.
Nos alejamos de Salta; voy a conocer ese lugar que Magdalena mencionaba tanto en nuestras charlas y que yo imaginaba como el estado natural de las cosas, como lo esencial del ser humano; su bondad, su ser. La naturaleza habitando cada sentido de mi, nada que iguale nada.
Detrás de un corto camino de tierra llegamos al lugar; hay una entrada abierta que es simplemente eso: una entrada no un escape.
La traffic se estaciona en la puerta de la casa y descargamos todo; acomodamos todo. Me siento otra vez en casa, en mí.

- Acomódense ustedes que ya comenzaran a llegar las demás personas – nos dice a Nicolás y a mi el Padre Josué mientras nos muestra los cuartos donde dormiremos; un salón que parece ser el contenedor de todo el frío del mundo. Pienso que, si esa noche duermo, despertare muerto a la mañana siguiente.
- Este es tu cuarto- repite Josué mientras se va y veo una puertita con mi nombre y apellido escrito en ella como para no olvidarme al entrar y salir de allí quien soy.

Como una hoja
Librada a suerte
Aérea y sustancial
Va mi mente
Hallando esperanzas
Esperanzada en nada.

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