lunes, 7 de septiembre de 2009

INTERPRETACIÓN PRÁCTICA DE LA CULTURA

“Todo sistema económico que desatiende
las consideraciones morales y sentimentales
es como una figura de cera que, a pesar
de su semejanza con lo humano, carece de
la vitalidad de la carne humana. En momentos
cruciales, estas novedosas leyes económicas
de moda han fracasado en la practica.
Los individuos y naciones que las aceptan
Como axiomas deben sucumbir”.
Mahatma Gandhi
Entendemos la cultura como la forma de respuesta que el ser humano da a las circunstancias de la vida. Podríamos definirla también de muchas otras maneras. Se han publicado recopilaciones que contienen varios centenares de definiciones. Esto demuestra que no hay ninguna que lo pueda hacer con absoluta precisión.
Pero nosotros debemos tomar aquellas cuyos contenidos nos ayuden a orientarnos sobre cual debe ser nuestra actitud frente a la responsabilidad de elaborar políticas culturales. Tenemos que buscar un punto de partida referente, una idea global sobre la cual cimentaremos la gestión. Conforme a nuestra concepción de “cultura” vamos a desarrollar determinadas actividades para alcanzar determinados objetivos.
Esta macroestructura de pensamiento constituye el primer paso para la racionalidad metodológica; es la negación conciente de la improvisación.
Habiendo dado ya este primer paso, avanzaremos ahora en busca de otras precisiones.
Una de las concepciones generalmente difundidas es la que designa a la cultura como un proceso dinámico de realización colectiva. Esta condición de realización comunitaria implica necesariamente el sentido de “patrimonio del pueblo”; cosa que nos pertenece a todos. Pero la pertenencia colectiva no se gesta de un día para el otro en un lugar y momento dados. Tiene que haber una continuidad histórica, un devenir y un transcurrir de circunstancias encadenas. Por eso es que este concepto va unido a la idea de identidad cultural, de sentido del pasado.
Asimismo si nos quedamos aquí solamente tendremos una “cultura muerta”. Por lo tanto tenemos que entender todo esto como un caudal móvil que todos los días se recrea, se reformula y se proyecta hacia el futuro; lo que llamaremos “cultura viva”.
En la actualidad en la era de la comunicaciones, toda cultura se interrelaciona con otras culturas; recibe y aporta permanentemente. En una comunicación efectiva, cuando no existe intención de dominio o colonización, ese intercambio es mutuamente enriquecedor.
El avasallamiento ejercido por los medios masivos de comunicación, por la moda, las costumbres, la música, llega a asfixiarnos a tal extremo que creemos asistir al ocaso de nuestra cultura. Esta es la forma actual de dominación; ejercida por las culturas hegemónicas.
Si el intercambio es constructivo, cuando implica sumar para crecer, cuando dar y tomar es fortalecer la identidad propia y la integración con los demás, esa interrelación es vital.
Hay que dejar sentado que cuando hablamos de cultura nacional, popular o local, hacemos referencia a los creadores del pueblo identificados con la propia realidad, que pueden expresar rasgos que son característicos del lugar, pero cuya creación se inserta en la pluralidad cultural de la comunicación democrática.
Llegamos aquí a una segunda aproximación de la cultura: “es un patrimonio colectivo que sin perder el sentido del pasado se actualiza constantemente, se expresa, se proyecta con racionalidad hacia el futuro y se interrelaciona con otras cultura”.
Otro tema es el que relaciona a la gestión cultural con el concepto de desarrollo. Cuando utilizamos la expresión “desarrollo” hacemos referencia a un proceso de crecimiento cultural integrado al desarrollo global de la población en todos los ámbitos, multidisciplinario y multisectorial, pero con un enfoque antropológico, dirigido a la liberación, a la felicidad y a la realización plena del hombre y del cuerpo social.
La otra cara: a partir de los años noventa un nuevo orden de relaciones comienza a instalarse en América Latina: Ceden los nacionalismo cerrados, pierden terreno las izquierdas (el fracaso del modelo soviético ejerce enorme influencia), se abren las fronteras a una economía de interdependencia, parecen consolidarse las ideas liberales y parecen afianzarse las democracias.
Esta nueva realidad, cuyo sustento en el fracaso de los modelos anteriores no garantiza el éxito de los actuales, no hace más que perpetuar la exclusividad de lo económico como fin primero y ultimo. Asimismo soslaya lo esencial, que es el componente ético cultural. No se avizora una solidaridad de convivencia sino de intereses materiales. Mientras tanto lo material continúa teniendo primacía sobre lo espiritual.
Es hora de asumir que los problemas fundamentales para el desarrollo son tanto culturales como económicos. Tenemos que entender que el componente cultural no puede estar ausente de lo político, económico y educativo de un país.
La gestión cultural debe ser interactuante del sistema social, económico y político. Razón esta para que la gestión cultural deba implicar el mismo nivel de participación, de organicidad y de responsabilidad que cualquier otra área del gobierno.
Para finalizar hemos tomado como concepción totalizadora la que Ezequiel Ander-Egg plantea con abundante precisión en varias de sus obras y que nosotros entendemos como una de las más trascendente y transformadoras de todas. Es la que concibe a la cultura como “creación de un destino personal y colectivo”.
Ricardo Z.

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