sábado, 9 de enero de 2010

TIEMPO


Los momentos son irrepetibles, por su condición de momentos y todo lo que deba suceder sucederá; irremediable e intransigentemente.
La noche se presentaba como una postal de días ya sucedidos o peor, ya imaginados, pero suelo equivocarme, y mucho.
El viento tibio de enero acariciaba mi rostro detrás de la ventana del transporte. Las luces de calles y avenidas, se veían como remotas e incandescentes estrellitas que me hacían sonreír. Mi sangre pulseaba para no escaparse de la venas, para que, en realidad, no se escape esa tonta tristeza aplacada, ni ese afán desmedido por buscarme siempre a mí.
En un momento, tal vez en solo segundos pueden disiparse todos los miedos, desaparecer las inseguridades y darnos cuenta que ese momento próximo a vivir; único e irrepetible, por más que dure esos instantes, va a perpetuarse como la verdadera felicidad.
Desde mi inocente atmósfera de esperanza, su sonrisa se abrió paso entre mis miedos, sus ojos hablaron por si mismo y sentí que era capaz de iluminar el Hades con su presencia. Su piel dando un sentido de pertenencia a la mía, su voz, aplacando mis palabras, y la plegaria de su boca buscando la mía.
Y entonces esa sangre que nombro, broto ardiente por mis heridas, por mis no creencias. La espera me resulto principio, y la esperanza un camino verde donde, en segundos, invente ramajes extensos, altos, musicales. El tiempo no nos alcanzo, indefectiblemente el tiempo es un viejo bribón que suele jugar con nosotros y que se diluye en el momento menos pensado.
Mi sombra torpe dejo su luz a la madrugada y entonces sentí flotar sobre ese camino verde, rozando con mis dedos la belleza de fresca del extenso ramaje cubierto de rocío. vi como su cara iluminaba el entorno y soñé la extensión de ese instante, llevandome en mi boca el robo de sus besos.

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