viernes, 8 de enero de 2010

XXIII


de mi libro ETOS.



Ausencia de palabras

huidas de memorias discordantes.


A gritos ruega por un poema,

yo no lo diría.

Distancia de huellas infinitas,

tejido de musgos llamado reposo.


A gritos suplico por un poema,

yo no seria su juglar.


Marchitándose en un destino amurado,

imploro mi poesía.

En el autismo infinito de su espacio

comencé a mover mis labios;

enmudeció,

perpetro los limites de sus ojos,

una lagrima coralina cayo de ellos.


Calle mi voz: un instante

en que sus ojos comulgaron con los míos.


A gritos le rogué por un poema,

a gritos le suplique por un poema,

implorando a su coralina lagrima

pedí que lo dijera.


Comenzó a mover sus manos;

se desnudó.


Sudor;

en mi cuerpo quedo escrita toda su poesía.

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