domingo, 14 de junio de 2009

Marcelor Birmajer


Durante mucho tiempo, por los años 80, Marcelo Birmajer no fue él sino Berni Danguto, un gracioso irreverente que firmaba relatos y ensayos en la revista Fierro, Página/12 y otros diarios y revistas. Fue a partir de la publicación de su primera novela, Un crimen secundario, en 1992, que Birmajer, el escritor, le ganó definitivamente terreno a su otro yo periodístico. Pero aquel humor y el ingenio de Berni para desarrollar y resolver historias, están bien presentes tanto en su obra dirigida a chicos y adolescentes como en la destinada a un público adulto. Birmajer es un tipo inquieto: a su producción literaria formal (llamémosle: libros) le suma, por aquí y allá, historietas, guiones de cine y teatro y permanentes colaboraciones en diarios y revistas; a nada le escapa. Y tan inquietos como él son —por decisión propia o por la fuerza—sus personajes. En sus relatos —cuentos o novelas— siempre está pasando algo.
Prolífico como pocos de su generación —y de cualquier otra—, en veinte años, a los 41 de edad, tiene publicados las novelas Un crimen secundario (1992), Derrotado por un muerto (1993), El alma al diablo (1995), Un veneno saludable (1995), El abogado del marciano (1997), La segunda cabeza (1999), La máquina que nunca se apagaba (1999), Jugar a matar (1999), No tan distinto (2000), Tres mosqueteros (2001), Garfios (2001), Una vida más (2003), El siglo XX (2004) e Historia de una mujer (2007), los libros de cuentos Fábulas salvajes (1996), El fuego más alto (1997), Ser humano y otras desgracias (1998), Mitos y recuerdos (1999), Historias de hombres casados (1999), Piedras volando sobre el agua (2000), No es la mariposa negra (2000), Nuevas historias de hombres casados (2001), Garfios (2001), Hechizos de amor (2001), Los caballeros de la rama (2003), Últimas historias de hombres casados (2004), Eso no (2005), El compañero desconocido (2005), El Once (2006) y Las mejores historias de hombres casados (compilación, 2006) y los ensayos Historieta, la imaginación al cuadrado (1988) y Me gustaba más cuando era hijo. Confesiones de un padre (2003).
Parece mucho, ¿no? Sin embargo, es lo menos que podría pedírsele a una vocación tan fuerte, según el propio Birmajer que alguna vez explicó: “Considerando que soy escritor y que trabajo de esto todos los días, no creo que sea demasiado”. Hay otra frase propia que lo define: “Los coreanos de Corea entienden mejor mis cuentos que los coreanos de Once cuando pido algo en un supermercado. Y creo que es porque me comunico mejor con mis cuentos que de cualquier otro modo”.

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