jueves, 4 de junio de 2009

LA CUNA DE MI


Cuando yo era chico no tenía noción de muchas cosas, mucho menos certezas. Pero había algo que hacía el mundo inmutable y esto era quien era cada quien y cual era su función (o la supuesta por mí). Así, mamá era mamá y estaba siempre disponible. Papá era alguien distante que aparecía ante los quilombos, previo filtro materno. Los abuelos, diferenciándose más, estaban mas o menos cerca, sin una función específica, eran mas hijos que padres.

En la adolescencia aparece cierta conciencia de las diferencias, principalmente de MI diferencia y todo empieza a borronearse. Ya no era claro lo que mis padres esperaban de mí así como no era claro que se esperaba de nadie. Hoy diría que no sabían qué hacer con ellos mismos. Las conversaciones se despersonalizaron ya que es mas fácil hablar con un niño de quien no se espera una vuelta, que con un adolescente que nos refleja. Mi padre toma distancia y delega en su esposa las funciones que se le suponen. Sostiene el hogar, qué mas podría exigírsele.
Su esposa, encantada se hace cargo de la prole; desgraciadamente se encuentra con dos conflictos: el primero: no sabe quien es ella, se caso, se embarazó y ahora es madre de algo más que un juguete. Llena de preconceptos respondió al estereotipo. Y el segundo: supone que dar la teta y alimentar el cuerpo es más fácil que educar.
No tiene a quien recurrir. Pánico (es un decir). Su madre, mi abuela, ya está en plena nube de Uveda. Por suerte, de lo contrario se hubiera enterado que estaba peor preparada que mi madre para educar hijos.
Encima, y sólo para molestar , el machito, el heredero del apellido, la esperanza de la especie, es puto.Por supuesto que de ESO, no se habla.
Y papá algo presiente; la nena, perdón el nene, no juega al fútbol ni anda cojiendo mujeres por ahí. Él no pregunta nada y la vida del vástago se le vuelve oscura, extraña, ajena. No sabe de qué hablarle y, por lo tanto, no le habla. Pero ese silencio es más ensordecedor que la más banal de las palabras.El drama puede desplegarse.

El nene crece, la adolescencia le empieza a quedar chica. Si se entendió lo suficiente seguramente ya se encontró con su cuerpo en un cuerpo que es igual al propio. Si caminó bastante quizás hasta conozca lo efímero de enamorarse. Dolorosamente descubre que su lugar en el retrato familiar tambalea.¿Dónde ponerse? ¿De qué se habla con la familia? ¿Cuál es su lugar?

Nos forjamos en el seno de la familia, la célula ¿cancerosa? de la sociedad. Aunque nos metan pupilos en la infancia serán los códigos familiares aquellos que nos dejarán marcas indelebles que repetiremos en cuanto vínculo y relación hagamos por ahí.
Siempre habrá un afuera y un adentro de la familia; podremos odiarla pero jamás olvidarla. Hasta la muerte será, la familia, nuestro último referente. Como el sabor de la Magdalena de Proust, que lo llevó a Combray, cualquier banalidad nos remitirá a las fuentes, nuestra infancia, nuestra familia.
Somos aquello que aprendimos a ser. Podremos maquillarnos, travestirnos, transgenerizarnos, pero nunca nos quitaremos cierto olor que nos identifica como aquello que en última instancia somos, que nos hace ser.

¿Todos tienen un lugar en la familia? Lo dudo ¿Todos tenemos un rol que cumplir? Puede ser. Me parece más acertado decir que todos tenemos una función útil al conjunto.La pregunta del millón es saber ¿cuál es la qué le corresponde al puto de la familia.?

Volviendo a mi propia familia, fuente inagotable de ejemplos, recuerdo una tía que siempre me felicitaba por no haberme casado así mis padres siempre me llamarían cuando me necesitaran ¿Podríamos suponer que, en la afiebrada mente de esa mujer, yo era como el personaje de “Como agua para chocolate”, que debía quedarse soltera para cuidar a su madre?. Entonces, mi hermana ¿Perdió utilidad familiar cuándo se casó? ¿La tuvo alguna vez, o su único objetivo era ser la hermana del puto?
Si vamos al caso tal vez mi tía era lesbiana y conocía el ambiente. ¿Quién no conoce una loca que sale corriendo cuando la mamá suena los dedos, dejando todo de lado, incluida su pareja?; por lo menos encontraron alguna utilidad, ser los eternos amantes de sus madres.

En una ocasión mi madre me explicó concienzudamente sus frustraciones sexuales porque YO la iba a entender: ¿Suponía que yo tenía una vida sexual de mierda? ¿O me instruía en el fácil arte de la frustración sexual? ¿Estaremos destinados a ser un patético personaje dostoievskiano, silenciosos escuchas de la desgracia ajena?

Para desgracia de mis amantes padres el puto siguió creciendo. Se autodenominaba gay y empezó a hacer señalamientos incómodos; tenía un grupo de amigos del que no daba cuenta a pesar del asedio materno por saber donde andaba el nene, que a estas alturas se había ido a vivir solo a un departamento de la familia, del que mamá conservó un juego de llaves, “Por si te pasa algo”. Así caían las visitas familiares imprevistas, directamente en el departamento , sin previo aviso. Siempre tuve la convicción de que esperaban descubrir algún secreto, aquello que se les escapaba, de lo que no se hablaba. ¿Será nuestra sagrada misión ser los depositarios de las fantasías perversas que nadie menciona pero que las hay, las hay? Tal vez nuestra vida, variada en espacios y acciones, divierta la monotonía héterosexual.
Cuando le presenté a mi madre un novio, que descargaba cajones de vino en una bodega, su único comentario fue: “Qué vida que hacen ustedes.”.

Y llegó un día impensado en el plácido remanso familiar. Me invitaron a comer y dije que iba con mi pareja...”Ah, bueno...sí...vení con quien quieras, esta es tu casa...”. Nunca me quedó claro si el “quien quieras” significaba aquel que ames o… trae a cualquiera que nos da lo mismo.
Mi papá incómodo ante no sabía bien quien, mi mamá haciendo gala del remanido Yodemishijosloaceptotodoparaesosoysumadre, mi cuñado, en otra, le hablaba de fútbol, a mi hermana no la recuerdo, pero seguramente andaba por ahí.
Cuando llevé a comer a mi tercer pareja ya estaban más allá del bien y del mal, aprendieron a ser políticamente correctos. Creo que el único problema a resolver es, siempre, el de las fotos familiares. Esas donde aparecen todos: abuelos, tíos y tías, primos con sus respectivas parejas. Y no todos están al tanto, pues no todos son importantes para uno. En esos momentos “fotográficos”, nadie entiende por qué tiene que aparecer ese tipo que no conocen , si la foto es sólo para la familia.

Hoy, mi padre murió sin que pudiéramos hablar de esto, ni de nada, en realidad. El día de su entierro cuando trajeron las cenizas después de la cremación, una caja mas chica que una de zapatos, mi mamá se dio vuelta con la caja en las manos y me dijo: “Les dimos un ataúd y nos devuelven una polvera”. Esa frase la podría haber esperado de cualquiera de mis amigos, jamás de ella. En ese mismo instante me di cuenta que tal vez nunca sepa cual es la función del hijo gay pero que yo jamás podré ser otro que el que soy, porque en esa frase se me reveló la enorme trama de complicidades que nos unen, me di cuenta quien era realmente mi madre, lo importante que mi familia era para mí y que yo también dejaría todo si ella tronara los dedos para llamarme. Algunos dicen que así pagamos la culpa de la homosexualidad.

Yo les pago ser yo.

D.

1 comentario:

luviolla dijo...

Es más que evidente que el autor de este relato sufre un trastorno mental grave producto, seguramente, de la familia disfuncial que describe. Considerar que ser homosexual es un regalo que debe "pagarse" solo habla de su visión estrambótica.
Atentamente,
Luisa Villafañe de Ollantes